Mitzvá 6: No te dejes llevar por tus ojos ni por tu corazón

13 min de lectura

Disfruta los placeres del mundo físico, pero no hagas que el materialismo sea un fin en sí mismo.

La vida está llena de estímulos sensoriales: TV, radio, letreros, Internet. Estos estímulos están diseñados perfectamente para conectarse con nuestros instintos, y nuestra inclinación natural es perseguir estos impulsos sin parar.

Por otro lado, la Torá dice: “No te dejes llevar por tu corazón y tus ojos” (Números 15:39). El judaísmo quiere que sigas la lógica, no tus caprichos. Y precisamente dado que el impulso sensorial es tan grande y permanente, es una mitzvá constante —un desafío constante— mantenerse en el camino correcto.

Como lo indica el versículo, existen dos aspectos: el corazón y los ojos. Comencemos examinando “No te dejes llevar por tu corazón”.

Ama a Dios con tus dos corazones

El versículo dice literalmente: “No te dejes llevar por tus corazones (plural) y tus ojos”. Pero, ¿la persona tiene realmente dos corazones?

Sí. La lucha moral de la vida se origina a partir de dos inclinaciones en conflicto, los “dos corazones” que hay en cada ser humano. Nuestra alma divina, el iétzer hatov, quiere hacer todas las cosas correctas: amar a la humanidad, buscar justicia, ser altruista, sensible, honorable y responsable. Desea crecer, lograr cosas y desarrollar su potencial. Busca emular y conectarse con su fuente infinita y eterna: Dios.

Los seres humanos también tienen un cuerpo (“alma animal”) llamado iétzer hará. Éste busca satisfacción momentánea y escapar hacia el mundo de la comodidad. El cuerpo quiere comer, dormir, tener placer. El cuerpo está destinado a la tumba.

Necesitamos tomar conciencia de la lucha que se desata en nuestro interior, pues si no lo hacemos, entonces lo que “tienes ganas” de hacer siempre le va a ganar a lo que es objetivamente bueno y verdadero. Por ejemplo:

  • Deseas utilizar tu tiempo de manera efectiva, pero tienes ganas de no hacer nada.
  • Deseas comer sano, pero tienes ganas de comer una torta de chocolate.
  • Deseas sabiduría, pero tienes ganas de ver televisión.

Lo que “deseas” es algo permanente. Está enraizado en la realidad. Lo que “tienes ganas” de hacer es algo momentáneo, que le da poca importancia a las consecuencias futuras.

Por eso “no te dejes llevar por tu corazón” es una mitzvá constante. Debes saber que estás en una lucha con tu cuerpo. Cada vez que digas: “No tengo ganas”, estás perdiendo la pelea. Tu cuerpo es pesado; no tiene ganas de moverse.

El reloj despertador se apaga en la mañana. Tú deseas levantarte de la cama y empezar el día, pero tienes ganas de postergar la alarma y dormir hasta tarde. Es una lucha de tira y afloja.

Cuidado: el iétzer hará hace todo tipo de promesas. “Duerme un poco más. Disfruta de una buena comida. Relájate”. Pero es una ilusión. Existe un sólo camino para obtener placer verdadero en este mundo: ten fuerza y sigue luchando.

¿Cómo puedes fortalecer tu fuerza de voluntad? Siente placer cuando luches. Porque mientras más fuerte luches, más recompensa obtendrás. Como dicen nuestros sabios: “De acuerdo al esfuerzo es la recompensa”.

Distingue entre los dos corazones

Puede ser muy confuso distinguir cuál es el corazón que habla en cada momento.

Inclusive mientras lees esto, tu alma te dice: “Pon atención, ¡esto te hará grande!”. Pero tu cuerpo te dice: “Tanta concentración es demasiado estresante, demasiado esfuerzo. ¡Estoy bien así como soy!”.

En cada momento de la vida, en miles de decisiones, tus dos corazones se enfrentan. Y sólo si luchas la batalla de la espiritualidad podrás encontrar un placer verdadero. ¿Qué dirías en el discurso fúnebre de un ser querido? ¿Dirías: “El Tío Carlos manejó un Lexus precioso, jugó golf en los campos más finos del mundo y cenó en los restaurantes más exquisitos”?

¡Obvio que no! Intentarías decir algo más significativo. “Ayudó a otras personas. Era un buen padre y una persona muy amable”.

Todos saben que puedes desperdiciar tu vida entera siguiendo a tu cuerpo, yendo tras tus ilusiones, persiguiendo un coche más caro o una casa más lujosa. Pero al final, eso es terminar en la bancarrota.

No te engañes. Tienes que estar consciente del conflicto entre lo que realmente deseas y los impulsos que se atraviesan en tu camino. En cualquier decisión, pregúntate: “¿Qué es lo que desea mi alma, y qué es lo que mi cuerpo quiere?”. En el gran juego de la vida, “perder o ganar” dependerá de la voz interna que grite más fuerte en el momento de la decisión.

Este es el conflicto entre el cuerpo y el alma.

El automóvil y el conductor

Si el cuerpo es tan peligroso, entonces, ¿cómo podemos lidiar con él? La Torá (Deuteronomio 6:5) dice que debemos amar a Dios con “ambos corazones”, el alma divina y el cuerpo.

¿Cómo funciona esto? Dios no hizo un mundo físico para frustrarnos, sino que lo hizo para que lo disfrutemos. El Talmud dice que si una persona tiene la oportunidad de probar una fruta nueva y se rehúsa a hacerlo, tendrá que rendir cuentas por ello en el mundo venidero.

Sin embargo, uno de los desafíos más difíciles es saber cuánto materialismo es bueno para ti, y cuánto es demasiado.

Imagina esto: el cuerpo es para el alma lo que un automóvil es para el conductor. Tienes que mantener tu automóvil mecánicamente en orden y cargarle gasolina. Si abusas del vehículo, no te va a llevar adonde quieras ir. Y para que siga viéndose bien, tienes que mantenerlo periódicamente con limpieza y aspirar los interiores.

Pero obviamente el automóvil no es más importante que el conductor. Alguien que ignora a su familia y se pasa encerando su automóvil por horas, claramente ha perdido su sentido de las prioridades.

Lo mismo ocurre con el cuerpo y el alma. Algunas veces debes complacer a tu cuerpo, de forma que tu alma pueda lograr más. Por ejemplo, después de que hayas completado un proyecto difícil, te puedes recompensar con una buena cena en un restaurante elegante. Agasaja a tu cuerpo para que el alma pueda sortear los obstáculos de la vida: la crianza de los hijos, la carrera, los compromisos sociales.

Sólo cuídate de no buscar placeres físicos como un fin en sí mismo. No hagas del materialismo la meta de tu existencia. Eso sería una violación de “no te dejes guiar por tu corazón”.

Elevando lo mundano

Lo importante es la disciplina personal, no la opresión. Utiliza una cantidad controlada, por las razones adecuadas y en los momentos adecuados.

Cuanto más disciplinado seas con tus impulsos, más podrás disfrutarlos, porque así te convertirás en un amo sobre ellos y no en su esclavo.

La ilusión de todos los impulsos es que cuanto más los satisfagas, más satisfecho estarás. Pero en lo que respecta a los impulsos, especialmente el sexual, cuanto más los alimentes, más necesidad tendrás. El sexo como un fin en sí mismo es degradante, y dado que es muy poderoso, te puede destruir. Obtener placer sin que haya ningún fin ulterior simplemente fortalecerá tus deseos y hará que la batalla sea más difícil.

Cuando nuestras hormonas dirigen el espectáculo, dejamos de ser libres. La primera cosa que debemos hacer es decidir que nuestra mente va a dictar nuestras acciones.

No tomes algo que debiese ser espiritual y lo transformes en un deseo animal. La clave es elevar el mundo físico. El viernes por la noche levantamos la copa de vino y la utilizamos, no para emborracharnos, sino que para hacer kidush y santificar el Shabat.

Cuando se utiliza sabiamente, el placer físico debe ser un escalón hacia placeres más elevados.

Cuando estés realizando cualquier actividad física —ya sea comer, dormir, o hablar—, detente un momento y pregúntate: ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Cuál es la meta? ¿Lo estoy haciendo para evadir la realidad, o me dará energías para lograr cosas más elevadas? ¿Me va a acercar más a Dios o me alejará?

Cuando tomas una taza de café, ¿qué harás con la energía extra que obtendrás?

Utiliza las pasiones del cuerpo como combustible para lograr los objetivos del alma. Conéctate con las ganas que tienes de conseguir un helado o de ganar un millón de dólares y utilízalas para hacer lo correcto. La meta es “tener ganas” de hacer lo correcto. Así como correrías por una pizza, utiliza el mismo entusiasmo para alcanzar objetivos espirituales. Eso es amar a Dios con ambos corazones.

No abuses de tu inclinación positiva

Pero existe una dimensión más profunda aquí. Dado que el versículo dice: “No vayas detrás de tus corazones (plural)”, esto también implica la posibilidad de que tu iétzer hatov te guíe por el camino equivocado. Pero, ¿cómo puede ser esto?

A veces podemos tener un deseo de hacer lo correcto, pero al final cometemos un error y creamos un problema aún mayor. Por ejemplo, la Torá nos exige hacer críticas constructivas: “Reprenderás a tu prójimo y no cargarás tú también con su pecado” (Levítico 19:17). La segunda mitad del versículo nos advierte: “Cuando estés corrigiendo a alguien, no lo avergüences ni lo hagas sentir mal”. Si lo tienes que criticar, no dejes que tu iétzer hará diga: “¡Yo le enseñaré a esta persona y lo enderezaré!”. Eso es hacer una transgresión en forma de mitzvá, abusando de tu iétzer hatov.

El Tanaj recuenta un error similar: Tanto Jana como Penina eran esposas de Elkaná, pero Penina tenía hijos y Jana no. Penina sabía que Jana era una mujer justa y, por lo tanto, decidió hablarle de forma burlona para inspirarla a rezar por un hijo. Penina le decía por ejemplo: “Jana, mira los zapatos que le compré a mis hijos. ¿Qué le vas a comprar tú a tus hijos?”.

El plan resultó y los rezos de Jana resultaron en el nacimiento del profeta Shmuel. Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones, Penina fue castigada por causarle sufrimiento emocional a Jana. Las buenas intenciones fueron anuladas por su pobre ejecución.

El versículo que dice “no te dejes llevar por tu (buen) corazón” nos advierte que seamos cuidadosos con las intenciones nobles que a veces pueden terminar hiriendo a otros.

Evita situaciones tentadoras

Hasta ahora nos hemos enfocado en “no te dejes llevar por tu corazón”. Démosle un vistazo a la segunda mitad de esta mitzvá, “no te dejes llevar por tus ojos”.

La sociedad occidental pone un énfasis muy fuerte en lo visual. Si se ve bien, debe ser bueno. La prensa nos bombardea con una gran cantidad de imágenes, y muchas veces no estamos al tanto del efecto que esto tiene en nosotros. Lo que sí es seguro es que nos incitan más y más a ir tras objetivos no espirituales.

Cuando vemos estas imágenes y fantaseamos sobre lo maravillosa que sería la vida si “tan sólo tuviera el producto X”, estamos engañándonos a nosotros mismos, pensando que el materialismo puede satisfacer nuestros deseos más profundos. Esa es una violación de “no te dejes llevar por tus ojos”.

Entonces, ¿cómo evitamos esta trampa?

La clave es evitar situaciones que te tienten. Si estuvieras haciendo una dieta, no traerías pasteles de chocolate a casa de forma diaria. Simplemente no te expondrías al desafío.

De la misma forma, si quieres mantener tu cabeza y tus ojos donde deben estar, crea una barda protectora: evita las tentaciones. Evita situaciones comprometedoras desde un inicio.

La Torá nos está enseñando algo sumamente práctico sobre la naturaleza humana: el hecho que sepas intelectualmente que algo está mal no garantiza que no caerás en ello a la hora de la verdad.

No trates de ser un héroe

A veces tenemos una tendencia a meternos en situaciones tentadoras, con la idea de que nuestra disciplina personal prevendrá cualquier desgracia.

Se cuenta la historia de un rey que entrenó a un gato para que sirviera como mesero. El rey invitó a sus ministros a un banquete especial para mostrarles esta increíble hazaña. El gato sirvió el aperitivo, la sopa y la entrada con gran compostura. Todo anduvo bien hasta que entró un ratón al salón. Entonces, el gato corrió tras el ratón y rompió todos los platos.

La moraleja aquí es que no importa cuánto intentes controlar a tu cuerpo, no puedes negar totalmente a tu iétzer hará. Los impulsos de tu cuerpo son instintivos y te tientan constantemente. Un joven puede estar comprometido con elevadas metas espirituales, pero cuando una chica bonita pasa caminando, se puede nublar su visión.

Esta, incidentalmente, es una de las razones principales de la separación entre hombres y mujeres en la sinagoga. La Torá entiende que sólo somos humanos, y ofrece leyes para asegurar que tu 'yo' verdadero —tu alma— se mantenga al mando, por medio de evitar situaciones tentadoras.

Puedes evitar la tentación al mantener tu mente ocupada completamente con cosas que te interesan. Cuando tu mente está involucrada en actividades creativas e intelectuales, vas a estar mucho menos inclinado a satisfacer a tu ojo errante. “Mirar a las chicas pasar” es la señal principal de una mente ociosa.

Es más, evita soñar despierto o fantasear. Desperdiciar tu poder mental en ilusiones es contraproducente. Imaginamos indirectamente el logro en lugar de realmente salir y hacer algo al respecto. Y lo peor de todo es que creamos una “ficción” que probablemente nunca podremos cumplir.

Su voluntad, tu voluntad

El Talmud dice que Dios llora por dos tipos de personas: una que tiene la habilidad de estudiar Torá y no lo hace, y otro que no puede estudiar Torá pero lo hace de todas formas.

Es comprensible que Dios llore por alguien que tiene la habilidad de estudiar y no lo hace: esta persona está perdiendo su tiempo. Pero, ¿por qué llora Dios por alguien que no puede estudiar pero lo hace de todas formas?

Alguien que no puede estudiar Torá está recibiendo un mensaje de Dios de que debería estar haciendo algo más: ayudar a los pobres, visitar a los enfermos o tratar de acercar a la Torá a quienes están alejados de ella. Sin embargo, ¿qué es lo que hace esta persona? Razona: “No tengo tiempo para todo eso, ¡tengo que estudiar Torá!”.

Esta persona está cometiendo un error con su iétzer hatov. En lugar de investigar lo que Dios quiere, está siguiendo sus deseos personales en el mismo grado que aquel que puede estudiar y no lo hace. Él también está perdiendo su tiempo: ¡no está escuchando a Dios!

Y más allá de eso, por el deseo de ser buenos, inclusive podemos terminar tratando de ser “mejores que Dios”. Inventamos nuestros propios estándares de bien y mal en lugar de seguir las instrucciones de la Torá.

Un ejemplo clásico de esto es el Rey Shaúl, quien fue instruido por Dios a destruir a toda la nación de Amalek. En su deseo de ser “bueno en exceso”, Shaúl escogió tener piedad y permitir vivir al rey Agag, el rey de Amalek. ¿La consecuencia? Agag perpetuó la nación de Amalek, quien continúa afligiendo al pueblo judío hasta el día de hoy.

El profeta dice, al titzdak arbé, ‘no seas demasiado bueno’. Lo que sea que Dios diga, esa es la definición de bien. No dejes que tu iétzer hatov te desvíe haciéndote pensar que tus propias ideas son mejores.

Una definición adecuada de “bien” es el punto de partida para todo lo que hagas en la vida. Siempre debes preguntarte: ¿Estoy definiendo el “bien” basado en el segmento de la sociedad cuyos valores son la comida rápida, la alta tecnología y Hollywood, o estoy definiendo el “bien” como aquello que tiene un sentido profundo y hace una contribución valiosa para incrementar la conciencia de Dios en el mundo?

Nuestro propósito en este mundo es vivir con la realidad de asé retzonó kiretzonjá, ‘haz que la voluntad de Dios sea tu voluntad’. Cuando hacemos la voluntad de Dios —lo cual es algo objetivamente significativo y bueno para nosotros— estamos conectándonos a la fuente de toda la realidad. ¿Puede existir una meta más elevada que esta?

Por lo tanto, ten cuidado y mantén tus definiciones claras. Si no trabajas los conceptos y los clarificas, podrías terminar dándote cuenta 20 años después que tomaste una decisión incorrecta al comienzo del camino.

Cuando sea que estés en conflicto, enfrentado una decisión difícil, hazte una pregunta simple: “¿Qué diría Dios al respecto?”. Mira en la Torá para obtener directivas sobre cómo interactuar con tus amigos, familia y sociedad. Porque si la voluntad de Dios es tu voluntad, no hay obstáculos en tu camino. ¡No puedes perder!

La humildad vence al ego

¿Cuál es el desafío constante de “No dejarte llevar por tu corazón?”. Es la prueba del ego. La naturaleza humana es vernos a nosotros mismos como el centro de todo. “Mi mundo, mis logros, mi crecimiento”.

La gente cree que el ateísmo está basado en la “evidencia” acerca de la inexistencia de Dios. Pero los sabios explican que el ateísmo es simplemente el resultado del egoísmo. En lugar de aceptar la existencia de un poder superior, la persona lo niega para poder perseguir aquello que quiere. En un lugar donde el ego está inflado no hay lugar para Dios. Como dicen nuestros sabios: “Dejarte llevar por tu corazón es una negación de Dios”.

La manera de remover este sentimiento de ego es trabajar en nuestra humildad. En Pirkei Avot, Nuestros Sabios dicen:

Concéntrate en tres cosas y nunca pecarás:

  1. Debes saber de dónde vienes.
  2. Debes saber adónde vas, y
  3. Debes saber delante de Quién tendrás que rendir cuentas.

Los Sabios continúan:

“¿De dónde vienes?”. Mitipá srujá, de una ‘gota putrefacta’ de semen que se descompone con facilidad. Esto nos obliga a ser humildes y a concentrarnos en el hecho de que a pesar de venir de una gota putrefacta, también tenemos un alma. Tenemos la oportunidad de ser como Dios mismo. Utiliza esto como inspiración para obtener grandeza.

“¿Adónde vas?”. Lemakom afar rimá vetolayá, ‘a un lugar de tierra y gusanos’. Sin Dios no eres más que un cuerpo que se transformará en comida para gusanos. Tienes que decidir. ¿Estás comprando placeres transitorios que acabarán en la tierra o estás entablando una conexión con la eternidad?

“¿Delante de Quién tendrás que rendir cuentas?”. Lifné Mélej maljei hamelajim, ‘frente al Rey de reyes’, el Creador del Universo. Si sigues las pasiones de tu cuerpo e ignoras tu lado espiritual, ¿cómo justificarás tu accionar cuando te enfrentes a la realidad final, cuando rindas cuentas delante de Dios?

Si dejas a tu ego tomar el mando, estás cayendo en la trampa de “no dejarte llevar por tu corazón y tus ojos”. Pero si utilizas tu mente para enfocarte, puedes ganar. Tómate 10 minutos cada noche para pensar sobre lo que es la vida, lo que necesitas lograr y cómo vas en el proceso. Vas a convertirte en alguien grandioso.

Los siete pasos para alcanzar la humildad

El libro clásico de ética judía Los deberes de los corazones (Jovot halevavot) explica que “la humildad es la habilidad de ver la realidad”. La persona humilde reconoce que el ego es la trampa del iétzer hará para distraerlo de la realidad. Por lo tanto, la persona humilde se identifica con su alma, que es parte de Dios, la única realidad.

¿Cómo adquirir esta claridad? El libro Jovot halevavot presenta 7 pasos para ello:

Paso 1: Pregúntate: ¿Qué parte de mí define quién soy yo? ¿Soy mi cuerpo? ¿Soy mis manos? ¿Soy mi corazón?

Si a una persona le amputaran su mano, ¿cambiaría su personalidad básica? Claro que no. Si alguien tuviera un trasplante de corazón, ¿tendría una crisis de identidad? Claro que no.

El verdadero “yo” no es tu cuerpo. Es tu alma.

Paso 2: Lleva tu identidad como “alma” un paso más allá. Fuiste creado a imagen de Dios. Date cuenta que la esencia de tu alma está atada eternamente al Creador del universo.

Paso 3: Dado que tu alma es parte de Dios mismo, ella siempre está buscando alcanzar la grandeza. Si estás deprimido, cansado, etc., ese es tu cuerpo hablando. No es tu “yo” verdadero. ¿Adónde va tu cuerpo? A la tierra con los gusanos.

¿Pero tu alma? Eso es parte de Dios. Utiliza este concepto para energizar tu cuerpo. No te identifiques con la frase “estoy cansado”. Identifícate con “estoy destinado a la grandeza”.

Paso 4: Date cuenta de que cuando escoges al cuerpo por sobre el alma, te tiras hacia abajo. ¿Cómo te sientes cuando comes mucho, te duermes muy tarde o te enojas? ¡Te sientes hastiado!

¿Cómo te sientes cuando te identificas con tu alma? Elevado. “¡Hice lo correcto! Trabajé fuerte. Fui responsable”.

Identifícate con lo Divino y el mundo será tuyo.

Paso 5: Aprecia la distancia cualitativa que hay entre el cuerpo y el alma.

El cuerpo es una pequeñez en comparación con la humanidad. No podrías encontrar tu propio cuerpo dentro de la masa de siete mil millones de seres humanos. Y no sólo eso, sino que la humanidad es a su vez una pequeñez en comparación al conjunto de criaturas del planeta. Y la tierra en comparación al sistema solar. Y el sistema solar en comparación al universo.

Entonces, ¿qué es tu cuerpo? Casi nada.

Por otro lado, tu alma es parte de Dios, quien abarca y trasciende el universo entero. Por lo tanto, si tú eres parte de Dios, entonces eres parte de todo.

Si la elección está entre tu cuerpo y tu alma, ¿con cuál tiene más sentido identificarse?

Paso 6: Reconoce la diferencia entre tus limitaciones como un cuerpo finito y la naturaleza eterna de tu alma. Como seres físicos, estamos atados al tiempo. La duración de la vida humana se consume minuto a minuto. Esa pequeñísima porción de tiempo no es nada en el curso de la humanidad. Y la historia de la humanidad no es nada en la edad del universo.

Pero Dios no está limitado al tiempo. (De hecho, Él creó el tiempo). Tu alma —parte de Dios— está conectada a esa eternidad.

Paso 7: El logro más grande de la vida es identificarte con tu alma. El error más grande es identificarte con tu cuerpo, el cual está destinado a transformarse en comida para gusanos.

Dios podría haber hecho robots, pero no quiere eso. Quiere una relación real, lo cual significa que tenemos que escogerla. Cuerpo vs. alma. ¿Qué escogerás?

Toma la decisión correcta. Una decisión consciente. No te pierdas en un paquete de papas fritas.

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