Mi nuevo nombre judío

5 min de lectura

Una búsqueda para definir la esencia de mi alma.

“Hirshel, Hersheys… Hirshel, Hersheys…”

Creciendo en El Paso, Texas, el primo mormón de mi madrastra había convertido mi nombre judío en un jingle para los chocolates Hersheys. No estaba tratando de ser malo, en realidad era bastante divertido. Pero en ese momento odié mi nombre judío y lo odié a él.

Por otro lado, nunca me relacioné con mi nombre inglés, Darren. ¿Qué tenía que ver conmigo? Mi mejor amigo, Damon, y yo, siempre nos poníamos diferentes nombres, Kosimo, Otto, Bruno. Con cada nombre yo tenía un acento diferente, ruso, alemán, italiano. Me resultaba difícil recordar quién le había dicho a la gente que era.

Pero con respecto a mi nombre judío, era simplemente vergonzoso. Cuando aparecí en una Ieshivá a los 26 años, un rabino me preguntó: “Entonces, Darren, ¿cuál es tu nombre judío?”.

“Aaah… Mmm… Hirshel”. Furia infantil me inundó.

Le pedí que me llamara Darren. Pero cada tanto, él mencionaba: “Si quieres ser llamado a la Torá, necesitas un nombre judío”.

En realidad, yo estaba “siendo llamado”, pero siempre para alzar la Torá, el único honor para el que el nombre judío no es necesario. Por lo tanto, tenía tiempo para decidir qué hacer con mi nombre judío.

Lo cual me llevó a pensar: Al final de cuentas, ¿de qué se trata todo este asunto de los nombres? Shakespeare dijo: “Una rosa con cualquier otro nombre olería igual de dulce”. En otras palabras, el nombre que define una cosa es arbitrario.

Descubrí, sin embargo, que en hebreo no es así. El nombre refleja la esencia interna de las cosas.

En la Torá, dice que Dios puso a todos los animales frente a Adam, “…y a todo ser viviente al que Adam daba un nombre, ése fue su nombre” (Génesis 2:19). La forma en que Adam llamó a esos animales fue mediante entender el aspecto único de cada criatura. Un burro, que transporta bienes materiales (jómer) es llamado jamor.

Nuestro nombre refleja nuestras cualidades y fortalezas distintivas.

Así también, cada uno de nosotros recibe un nombre que refleja las cualidades y fortalezas distintivas con las que hemos sido creados. El cabalista del siglo 16, el Arizal, explicó que un nombre judío, y hasta su valor numérico, pueden decirte sobre la naturaleza de esa persona. La palabra hebrea para alma, ne-sham-á, contiene la raíz Shem, que significa nombre, mostrando la relación que existe entre el alma de una persona y su nombre.

Al entender nuestro nombre judío, vemos aspectos tanto de nuestra esencia como de nuestro propósito en la vida. Es por eso que cuando somos llamados a la Torá, utilizamos nuestro nombre judío. Cuando llamas a una persona por ese nombre, le recuerdas el significado de su esencia espiritual.

Entonces ahora estaba en un verdadero aprieto. Como había rechazado mi nombre original, era como si no tuviera nombre. Estaba experimentando una… ¡¿Crisis de identidad?!

Entonces yo definitivamente necesitaba elegir un nuevo nombre. Pero, cambiar el nombre propio es un proceso muy serio, ya que afecta la fortuna de la persona. Por ejemplo, si un hombre está muy enfermo, a menudo se le agrega el nombre Jaim (vida) para fortalecerlo. Muy pocas personas saben cómo dar nombres correctamente.

Raíz cabalística

 Un día, mi rabino sugirió: “Si te interesa, podemos ir juntos a un famoso tzadik (hombre justo) que puede ayudarte a encontrar tu nombre”.

Yo quería estar preparado con algunas ideas, por lo que reuní, de un libro de nombre judíos, los nombres más exóticos que podría encontrar: “Zerubavel, Beniyahu, Assa…”

Unos días después, el rabino me llevó a ver a Rab Israel Yaakov Fisher, conocido por ser el rabino más grande del mundo en dar nombres. Sabía la guematria (el valor numérico) de cada nombre, y cómo ese nombre correspondía a una palabra o versículo de la Torá. Dicen que podía ver el alma de una persona, y determinar la raíz cabalística del nombre de ella.

Llegamos a su shul en el vecindario de Geula en Jerusalem a las ocho de la mañana. Ya había una larga fila de gente esperando. A medida que nos acercábamos, mi expectación crecía ante una experiencia verdaderamente mística.

Cuando finalmente entré para conocer al gran rabino, en vez de encontrar a un hombre grande y fuerte me encontré con un pequeño hombre encorvado, con un respirador, sonriéndome como si yo fuese un primo que hace mucho tiempo no veía. Miró a mi amigo rabino y comenzó a hablar enérgicamente con él en idish.

“Su nombre hebreo es Hirshel. No le gusta su nombre. Le pedí que hiciera una lista”.

El Rab Fisher tomó la lista rápidamente, y luego me miró: “Azriel”.

Ni siquiera me acordaba haber puesto ese nombre en la lista. Pero en el momento en que lo dijo, supe que ése era el nombre para mí.

Salí y pensé sobre el significado del nombre Azriel: “Mi ayuda es Dios”. Siempre sentí que Dios me estaba cuidando. Cuando acepté el nombre en mi corazón tuve un flash mental y visualicé una figura de un hombre ágil, muy diferente a mí en ese momento, y entendí que esa figura ágil era yo como Azriel.

El gran donante está en el Muro de los Lamentos ahora.

Esa tarde, caminando hacia casa, pensé hacia dónde estaba dirigiéndose mi vida. Hasta ese momento había estado trabajando para empezar una agencia internacional de derechos humanos para terminar con la incitación de niños a la violencia por parte de países árabes. El ayudante de un senador me había ayudado a recolectar nombres de donantes en el mundo judío para ayudar a financiar mi proyecto. El día anterior, había recibido el nombre de una persona muy importante, y planeaba contactarlo en Nueva York.

Justo en ese momento, un amigo corrió hacia mí: “¿Recuerdas ese gran donante que estabas buscando? Está en Israel. Está en el Muro de los Lamentos ahora mismo”.

Corrí al Muro, encontré al Sr. Gran Donante, programé la cita exitosamente. Era todo lo que podía hacer. ¡Mi nombre es Azriel y Dios me ayuda!

De vuelta en El Paso, Texas

 Estaba aspirando a la grandeza como Azriel, pero había un solo problema: me sentí un poco culpable de deshacerme de Hirshel completamente. Me gustaba el nombre Hirsh, era Hirshel el que me hacía sentir extraño.

Unos pocos meses después, estaba volando de Israel a Nueva York por una ocasión familiar. Mi padre se encontró conmigo en Nueva York. Cuando le dije mi itinerario, dijo: “¡¿Estás en Estados Unidos y no nos vas a visitar en El Paso, Texas?!”. Me di cuenta que estaba herido.

Traté de salir con una excusa rápida.

“Es un tema de comida casher. ¿Qué voy a comer en El Paso, Texas?”.

Mi padre aceptó el desafío rápidamente: “Casherizaremos la cocina para ti”.

Unos días después estaba en El Paso. Al día siguiente de mi arribo, un primo a quien no había visto en 15 años murió.

Mi padre me llevó al funeral. Yo llevé conmigo un libro de Salmos para recitar al lado de las tumbas de diferentes miembros de la familia después del funeral. Mientras estaba parado en la tumba de mi abuela, vi los nombres hebreos debajo de su nombre inglés. Ahora que sé leer hebreo, comencé a leer lentamente el nombre: “Miriam… la hija de… Aarón… Hirsh”.

Me quedé sin habla. Aunque siempre supe que Dios me ama, ¿Le importo tanto que me hizo volar hasta el lugar en el que nací, sólo para completar mi nombre? De la misma manera en la que mi bisabuelo era “Aarón Hirsh”, ahora supe cómo acortar Hirshel de una forma perfectamente adecuada: En ese día, me convertí en Azriel Hirsh.

Listo para ser llamado a la Torá.

Listo para recibir la ayuda de Dios, y aceptar mi próximo desafío.

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