Cáncer: El invitado no deseado

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Yo estaba en excelentes condiciones físicas y nunca fumé. ¿Cómo podía tener cáncer al pulmón?

Nadie estaba más sorprendido que yo cuando el oncólogo nos dijo a mi esposa y a mí las malas noticias: los exámenes revelaban un cáncer en mi pulmón que se esparcía hasta los huesos. Estábamos estupefactos. A los 54 años de edad, yo estaba en excelentes condiciones físicas. Nunca fumé, cuidé mi peso e hice ejercicio regularmente por años.

Mi primera reacción fue la negación. Seguramente mis exámenes se habían mezclado con los de alguien más. Pero la realidad de la situación rápidamente se dilucidó y me di cuenta que el curso de mi vida no estaba en mis manos, sino en las de Dios. Lloramos varias veces en el auto camino a casa, teniendo que detenernos a recobrar la compostura. Todo lo que me preguntaba era, ¿Qué se supone que debo aprender de esto? ¿Qué tengo que hacer con el tiempo que me queda? ¿Cuánto tiempo más tengo? No estaba pensando “¿por qué yo?” o “esto no es justo”. Yo creía que Dios tenía un mensaje para mí.

Sin haber crecido en un hogar religioso, yo estaba en la mitad de mis 20 cuando comencé a estudiar sobre judaísmo. Fue el interés de mi esposa el que inició nuestro viaje, y yo la acompañé pataleando y gritando. No tenía ningún deseo de renunciar a un perfecto día de la semana de recreación, el cual siempre había disfrutado comprando o haciendo otras actividades. Y la idea de no comer lo que indicara mi deseo me parecía absurda.

Los rezos diarios y otros mandamientos eran conceptos ajenos para mí. Pero trabajamos con un rabino muy paciente que tuvo la sabiduría suficiente para darme el tiempo y el espacio que yo necesitaba para llegar a mis propias conclusiones. Y mientras más preguntaba y exploraba, más me aferraba al judaísmo de la Torá. Como dijo Winston Churchill: “Cada cierto tiempo los hombres se tropiezan con la verdad – pero la mayoría de ellos se levanta, se sacuden el polvo y continúan con su camino como si nada hubiera pasado”.

Para aquellos que se enfrentan a la verdad, las opciones se limitan a vivir el resto de sus vidas como si no hubieran visto nada, o la otra opción es alinearse con la verdad. Yo me di cuenta de que no podía vivir como lo había hecho en el pasado. Enfrentarse a la verdad implica cambios, sin importar cuan incómodos sean o dónde te llevarán.

Nuestro viaje incluyó un año de estudio en Israel, clases concurrentes, mandar a todas nuestras hijas a la escuela primaria judía, a una secundaria de Beit Yaakov, a campamentos y a seminarios. Yo he estudiado Torá diariamente durante años, mi esposa y yo hemos estado involucrados en muchos proyectos del Shul y de la comunidad. Y el mensaje subyacente en nuestro hogar (y también afuera de él) siempre ha sido que Dios está a cargo y que cumplir con los mandamientos es por nuestro propio beneficio y alegría.

Obviamente, la noticia de mi cáncer fue un vuelco inesperado de los hechos, y yo luché en un principio con el tema de la alegría. Pero me di cuenta de que lo único que yo podía controlar era mi actitud en relación a la situación, y le pedí a Dios la fuerza para poder lidiar con ella, sabiendo que Él no nos pone pruebas que no podamos superar. Tal vez es más fácil decirlo que hacerlo. La idea de dejar a mi eshet jail, mi amada esposa, de no ver a todos mis hijos casados ni conocer a mis nietos, Dios no lo quiera, era demasiado abrumadora.

Yo seguía pensando en las atemorizantes estadísticas que el doctor relató en su oficina. Cuando recobramos nuestra compostura, empezamos a considerar la película completa y a buscar granitos de esperanza. Los rezos, la fe y la confianza en Dios son prescritos para la recuperación igual que los medicamentos, tratamientos y pruebas que serían rápidamente parte de mi régimen.

El dolor es un hecho de la vida; cómo lidiamos con él es nuestra elección.

Después de la conmoción inicial, mi primera prueba era compartir las difíciles noticias con mi madre. Fuimos a su casa y le dije: “Mamá, tengo algo desagradable que decir – tengo cáncer”. Su reacción fue como si se le hubiera caído el techo encima. Rápidamente dije “tenemos el mejor equipo médico para ayudarnos y sabemos que con la ayuda de Dios, vamos a poder sobrepasarlo”.

La expresión en la cara de mi madre cambió de miedo absoluto a calma cuando vio que nosotros estábamos seguros de nuestro camino y que teníamos plena confianza. De la misma manera, nuestros hijos se sentían reconfortados al ver que sus padres estaban enfrentando esto con la cabeza en alto, y ellos por su parte se mantuvieron con el mejor ánimo posible. El dolor es un hecho de la vida; cómo lidiamos con él es nuestra elección.

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La noticia de mi condición se esparció muy rápido por la comunidad y la bondad que recibimos como respuesta fue abrumadora y estremecedora a la vez. Recibimos incontables llamados telefónicos y también emails de todas partes – tanto de nuestros amigos en Israel como de muchas de las personas que alguna vez recibimos en nuestra casa para Shabat provenientes de todas partes del mundo, como México, Canadá y Australia. Una recitación de Salmos comunitaria fue rápidamente organizada y la comunidad se llenó de gente que no había visto en años. Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando muchos de ellos se acercaron a mí para desearme una completa recuperación. Para acumular mérito espiritual para mi recuperación, un gran número de programas se pusieron en marcha.

Un rabino y un amigo de toda la vida hicieron una visita especial desde el otro lado del país. Y otro rabino me ofreció estudiar con él unos cuantos minutos por teléfono todos los días. Hubo muchos actos de bondad, tanto de amigos queridos como de completos extraños, que sentían el dolor ajeno.

Una mujer de la comunidad me manda todos los días una tarjeta que dice “que te mejores pronto”, junto con golosinas para mi familia. Nuestros vecinos siempre han sido como familia – y su casa siempre ha estado abierta para nuestros hijos. Nos han invitado para Shabat y han hecho incontables actos de bondad por nosotros. No sé cómo llegué a merecer todo esto – yo soy una persona simple sin grandes credenciales a parte de que siempre he tratado de alentar a la gente, tanto a judíos como a gentiles.

Pese a que no elegí esta prueba, continuamente busco el lado positivo. Recuerdo haberle preguntado a mi esposa, “¿Te puedes imaginar atravesando esto sin una sólida creencia en Dios y el soporte de nuestra comunidad?”. Ahora apreciamos más que nunca las extraordinarias bases que el judaísmo nos ha provisto, y me estremezco de pensar cómo habría lidiado con mi condición si no las hubiera tenido. En vez de aceptar el desafío por lo que es realmente, probablemente habría respondido con rabia, culpa y amargura.

Cuando mi esposa estuvo seriamente enferma años atrás, una de mis hijas dijo “todos vamos a crecer con esto”. Y ciertamente lo hicimos. Indudablemente también creceremos con la presente situación. Solamente Dios sabe con seguridad cual será mi destino. Mientras tanto tenemos el poder de la plegaria, la Teshuvá y la Tzedaká para influenciar a Dios.

Como dijo un amigo, “Reza como si todo dependiera exclusivamente de Dios, y trabaja en mejorarte a ti mismo como si todo dependiera exclusivamente de ti”. Amen.

Lamentablemente, Raphael Dovid Hyman (Raphael Dovid ben Rivka) falleció un tiempo después de haber escrito este artículo. Que sus palabras sean una inspiración para otros y que por este mérito su neshamá tenga una aliyá.

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