El misterioso hombre iraní

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El increíble viaje del Dr. Daniel Dana desde musulmán shiita a orgulloso ciudadano israelí.

La oficina del Dr. Daniel Dana tiene un aire a museo, con cientos de fotografías y recortes empapelando las paredes; crónicas de sus 35 años como activista en contra del fanático régimen islámico de Irán.

Pero esa es sólo una parte de la historia. Los giros y vueltas de la vida del Dr. Dana —de practicar el islam, a campeón de atletismo, a francotirador militar, a fugitivo internacional, a sacerdote cristiano— compiten con la trama de cualquier novela éxito de ventas.

Pero el giro más sorprendente de todos fue el descubrimiento reciente de sus raíces judías.

Ayatolá Incipiente

Daniel Dana nació y fue criado como un musulmán shiita llamado Jamshed Hassani. Su familia vivía en el distrito de Sarhad al noreste de Irán. En la escuela, él pasaba largas horas estudiando para leer el Corán con fluidez.

“A pesar de que mis padres eran pro-occidentales e iraníes nacionalistas, yo era más radical que los otros niños” Dana le dijo a AishLatino.com. “Esto es porque mi abuela —la madre de mi madre— era experta en Corán y muy escrupulosa en su observancia de la tradición shiita. Ella estada convencida de que yo crecería para convertirme en Ayatolá, un clero de alto rango en el islam shiita.

Su abuela lo forzó a recibir una formación islámica rigurosa, sentándose con él por horas y corrigiendo su fluidez en el Corán.

Cuando Dana tenía 15 años, su abuela falleció y su influencia sobre él menguó. Al mismo tiempo él empezó a estudiar historia iraní en la secundaria. “Tenía preguntas sobre el islam”, dice él. “Mientras más investigaba, más contradicciones veía entre la ideología shiita y el nacionalismo iraní”.

“Yo estaba convencido de que el régimen de Jomeini destruiría finalmente a Irán. Tenía que detenerlos”.

Luego Dana se involucró en los deportes y se transformó en un campeón de boxeo y gimnasia. A través de sus logros atléticos, comenzó una amistad con la esposa del Shah, la reina de Irán, Farah Pahlaví. Después de graduarse de la escuela de derecho de la Universidad de Teherán, la reina le aconsejó ir a París, obtener su doctorado y regresar a Irán para transformarse en su consejero legal en la corte real.

Dana se casó, tuvo un par de hijos y a la edad de 30 años viajó a Francia. Pero sus planes de trabajar para la reina nunca se materializaron.

Era el año 1978 e Irán estaba al borde de un terremoto geopolítico: la revolución islámica. El Ayatolá Jomeini había pasado los 15 años anteriores en exilio intentando derrocar al Shah, y se encontraba ahora en París para consolidar su apoyo político y planear su revolución.

“A estas alturas la gente no sabía mucho sobre Jomeini, más allá de sus promesas de 'reformar' Irán cambiando las políticas del Shah”, dice Dana. “Periodistas, diplomáticos, todos adulaban a Jomeini. Él tenía el apoyo de muchos iraníes, así como también de líderes europeos. Pero yo sabía que él sería una tragedia para Irán”.

Dana se transformó en un precoz y abierto crítico de Jomeini. El primer día que Jomeini llegó a Francia, Dana y otros 15 estudiante de postgrado iraníes fueron a ver al Ayatolá en Neauphle-le-Château, en las afueras de París. Todos los estudiantes —incluyendo la esposa de Dana que estaba en París estudiando para su maestría en psicología— llenaron de elogios a Jomeini.

Sin embargo, Dana sabía a partir de su crianza shiita, qué tipo de daño precisamente provocaría un régimen fanático de Jomeini en el país. Por lo tanto, en aquella reunión, él se levantó y declaró: “Usted arruinará nuestro país. Destruirá nuestra amada historia y cultura. Usted está engañando al pueblo iraní y al mundo entero. ¡Malvado mentiroso!”.

“Inmediatamente los guardias de seguridad de Jomeini saltaron sobre mí”, dice Dana, “y la policía francesa —que se encontraba afuera del edificio— me arrestó por insultar a este supuesto 'hombre santo'. Ellos no conocían a Jomeini”.

Después de una breve detención, Dana fue liberado. Pero en cosa de meses, Jomeini arribó triunfantemente a Irán para liderar la revolución islámica, y fue recibido por una alegre multitud de cinco millones de personas.

“Yo estaba convencido de que el régimen de Jomeini destruiría finalmente a Irán. Tenía que detenerlos”.

Dana pasó diez años en el ejército iraní y en las fuerzas policiales, y recibió medallas por ser el mejor francotirador. Así que elaboró un plan para asesinar a Jomeini.

El Shah y su familia habían escapado a Marruecos, por lo que Dana fue ahí para compartir su plan con la reina. “Le dije que estaba dispuesto a ir a Teherán y hacer mi contribución ideológica para salvar a la nación de Irán. Yo pondría una bala entre los ojos de Jomeini, y detendría así la revolución islámica en sus inicios”.

Pero la reina desalentó a Dana de hacer algo así. Así que él pasó a su plan B

Tres sentencias de muerte

Dana volvió a París donde se unió con otros estudiantes iraníes para establecer Javan (“joven”). El primer grupo paramilitar que se oponía al régimen de Jomeini. Ellos realizaron numerosas operaciones secretas, incluyendo la audaz captura de una nave de combate iraní.

Antes de la revolución, Irán había comprado docenas de naves de combate de Francia, pero no las había recibido aún. Así que en 1981, Jomeini envió oficiales navales para traer las naves de combate faltantes a Irán.

Era la primera vez que una nación occidental accedía a transferir armas avanzadas a Jomeini, y el grupo de Dana estaba determinado a detener esto.

Trabajando en conjunto con el ex jefe de personal del ejército iraní, ellos desarrollaron un plan para capturar las naves de combate en ruta a Irán, y luego utilizar los bastiones de resistencia en Irán para lanzar una revolución a gran escala y derrocar al régimen islámico.

Disfrazados con uniformes de la policía española, el grupo de Dana logró realizar con éxito una intercepción en aguas internacionales y capturaron una de las naves de combate con sus 31 tripulantes. Pero el plan a gran escala salió mal: los activistas que manejaban el centro de coordinación en España fueron detenidos, y producto de la interrupción en la comunicación, toda la operación se derrumbó.

“En ese punto no teníamos más alternativa que volver a Francia, donde el presidente francés François Mitterrand nos convenció que nuestra mejor opción era devolver la nave de combate y aceptar asilo político en Francia”.

La vida de Dana entró en un callejón sin salida. A pesar de que tenía un doctorado en ley internacional de la Universidad de París, no podía encontrar trabajo en Francia ya que había sido arrestado en numerosas ocasiones por la policía francesa por oponerse al régimen islámico iraní. Y no sólo eso, sino que su señora era una firme defensora de Jomeini, esto puso irremediablemente fin a su matrimonio y él se alejó de sus dos hijos.

Por encima de todo, las actividades anti Jomeini de Dana lo habían transformado en el recipiente de tres sentencias de muerte separadas por un tribunal islámico iraní.

Daniel Dana era un hombre sin país; un soldado sin ejército.

Él recuerda: “Estaba deprimido y quería suicidarme. Pero como era un tipo duro, no quería simplemente saltar de un puente o morir por sobredosis de pastillas. Se me ocurrió una idea más radical: Dado que el tribunal islámico iraní ya había decretado tres sentencias de muerte en mi contra, decidí volver a Irán, presentarme ante las autoridades y dejar que me ejecutaran. De esta manera podía morir en mi querida tierra natal, Irán, al mismo tiempo que haría una poderosa declaración política con mi ejecución”.

Y eso fue lo que hizo. En marzo de 1986, Dana se dirigió a la embajada de Irán en París y les dijo que quería ser ejecutado. “Ellos pensaron que estaba bromeando, pero yo hablaba en serio”.

Los servicios de inteligencia iraní lo interrogaron por horas, y eventualmente lo dejaron viajar a Irán. Pero una vez allí, su plan se vio frustrado. “Las autoridades iraníes se dieron cuenta que ejecutarme sería una mala publicidad para el régimen. Por lo que decidieron utilizarme en vez para hacer propaganda. Me perdonarían y me dejarían trabajar como abogado en Irán, de esta manera me transformarían en un símbolo del compromiso del régimen con la libertad y los derechos humanos”.

Dana se transformó en abogado en ejercicio y en profesor de leyes en la Universidad Azad en Teherán. Pero al estilo de Dana, su vida no procedió de manera silenciosa. A través de sus investigaciones legales, descubrió que altos oficiales de gobierno habían robado 370 millones de dólares.

Él llevó la información directamente al ministro de justicia iraní, quien le ofreció rápidamente un soborno para que guardara silencio.

“Ese nunca ha sido mi estilo, así que al próximo día hice público el escándalo. Una semana después yo estaba en Londres para una conferencia y recibí noticias de mi oficina de abogados: 'No vuelvas a Irán. Es muy peligroso para ti'”.

Por lo tanto, en 1990, Dana fue exiliado por segunda vez de Irán.

Él viajó a Bombay donde tenía un par de clientes, y desde allí pasó a Australia donde tenía amigos y recibió asilo político. Se involucró con el cristianismo y estudió teología por tres años en la Universidad de Melbourne, y fue ordenado finalmente como sacerdote anglicano.

Pero Dana nunca dejó de lado su activismo en contra del régimen de Jomeini. Durante aquella época, Salman Rushdie había escrito Los versos satánicos, una novela crítica en contra del islam que se transformó en un escándalo cuando el Ayatolá lo sentenció a muerte. Cualquiera asociado con el libro se transformó en un blanco de ataque. El traductor japonés del libro fue acuchillado a muerte, el traductor italiano fue acuchillado y sufrió heridas graves, y el editor en Noruega recibió tres disparos en un intento de homicidio.

“Soy un idealista y este tipo de intimidación sólo aumentó mi motivación”, dijo él. Dana tradujo el libro de inglés a persa y fue censurado rápidamente por el gobierno australiano por “incitar al odio” a 300.000 musulmanes que viven en Australia y a las decenas de millones en los países de alrededor como Indonesia y Malasia.

Volviendo a casa

En 1994, Dana recibió una beca de investigación por dos meses en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Mientras estaba en Israel, el gobierno australiano utilizó la oportunidad para cancelar su estatus de “asilado político”, alegando que él representaba un riesgo para la seguridad ya que fomentaba el odio al islam.

Esto puso a Dana en un verdadero limbo geopolítico: no podía viajar a Irán, Francia, Australia o para el caso, cualquier otro país. No tenía otra opción más que permanecer en Israel.

En Israel conoció a los judíos y el judaísmo por primera vez. A medida que estudió más, él rechazó el cristianismo y llegó a la conclusión de que la Torá era auténtica. Rápidamente conoció a una inmigrante rusa y contrajeron matrimonio.

Durante esta época Dana fue diagnosticado con una extraña enfermedad en la sangre que se encuentra predominantemente en judíos de Medio Oriente. “Comencé a pensar acerca de la idea de sangre judía en mis venas”, comenta.

Poco sabía él. En el 2007 viajó a Estados Unidos para la boda de un pariente. A esa misma boda también asistió su prima, la Dra. Miriam Dnada, la hija de su tío Musa, el hermano de su madre.

Miriam le contó a Dana cómo, cuando su padre (el tío de Dana, Musa) había muerto unos cuantos años atrás, él había revelado en sus últimas horas:

“Cuando mi propio padre (el abuelo de Dana) estaba en su lecho de muerte, él nos reveló un secreto familiar: que en realidad somos judíos”, Musa le dijo a Miriam. “Y ahora, es mi turno de pasarte el secreto a ti. Nuestro verdadero apellido es Abayef y somos judíos”.

Cuando escuchó las estremecedoras noticias, Dana entendió repentinamente por qué su abuela siempre insistía en no comer carne con leche. Y así, él empezó su búsqueda para desentrañar el misterio de su historia familiar.

Dos siglos atrás, los ancestros de Dana vivían en Mashad, en la esquina noreste de Irán. Se trata de un bastión musulmán que atrae cerca de 20 millones de peregrinos musulmanes cada año, que vienen a rezar en el santuario del Imam Reza. En el año 1839, un terrible pogromo obligó a los judíos a convertirse al islam. Muchos vivieron vidas paralelas como criptojudíos, pero los ancestros de Dana escaparon a Baku, la capital de Azerbaiján en la ex Unión Soviética, en donde podían practicar el judaísmo de manera abierta.

Adelantémonos hasta el año 1925, cuando el Reza Shah (el padre del famoso Shah de Irán) subió al poder e instituyó la libertad de culto en Irán.

“Mis abuelos estaban insatisfechos con la reciente toma del poder comunista, así que en 1927 se mudaron al otro lado de la frontera, hacia el noreste de Irán”, dice Dana. “Pero temieron la posibilidad de otro pogromo y tomaron la decisión consciente de mantener su judaísmo en secreto. Por esta razón cambiaron su apellido y pretendieron ser musulmanes shiitas”.

En ese entonces, la madre de Dana tenía 3 años y no tenía noción alguna de las raíces judías de la familia. Pero su hermano Musa tenía 8 años, y el secreto de la familia le fue confiado a él, sólo para ser revelado décadas más tarde, en su lecho de muerte, a su hija Miriam.

“Ahora entiendo por qué mi abuela me presionaba tanto para que me convirtiera en un Ayatolá”, dice Dana. “Fue más allá de la norma e hizo todos los esfuerzos posibles para probar ser una buena musulmana, para borrar toda huella de nuestras raíces judías”.

El capítulo final

Ahora con casi 70 años, el Dr. Dana no tiene ningún plan de bajar el ritmo. Él continúa trabajando como un activista político, ayudando a organizar diversos planes para generar un cambio en el régimen de Irán.

Él es también un autor prolífico, y ha escrito docenas de libros y ensayos académicos. Un libro en particular, una novela autobiográfica titulada Tres cuerdas colgando, cuenta la fascinante historia de su intransigente lucha en contra del régimen shiita y de las penas de muerte en su contra. Otro libro titulado Abayef: un constructor de puentes entre diferentes religiones es la emocionante saga de su viaje a través de diversas religiones antes de descubrir su herencia judía.

Pero su tópico favorito en estos días es promocionar los lazos socio-históricos entre Irán e Israel.

“Esta conexión se remonta más de 2.700 años atrás; es más larga que cualquier otra relación entre dos países en cualquier lado del mundo” dice Dana, refiriéndose a la era del rey pérsico Ciro (Siglo 6 AEC), quien le permitió a los judíos volver a Israel y reconstruir el Templo. “Hoy en día todo lo que se escucha salir de Irán es la negación del holocausto, y las amenazas de aniquilación a Israel con armas nucleares. Pero esto es una grave distorsión. Históricamente Irán e Israel eran naciones gemelas, símbolos de avance cultural, enraizadas en una cálida mentalidad oriental”.

Dana dice que será sólo cuestión de tiempo antes de que caiga el régimen islámico. “Este malvado dragón es rechazado por la vasta mayoría de la población Iraní”, dice, “caerá y será reemplazado por un líder moderado y racional. Es por ello que es crucial concretizar los fundamentos de una relación bilateral fuerte entre Irán e Israel lo antes posible”.

En cuanto a sus orígenes judíos Dana dice: “Yo todavía tengo muchos parientes en Mashad pero no tenemos contacto. Políticamente, sería demasiado peligroso para ellos. Me estremezco al pensar que ellos, al igual que yo por tantos años, desconocen sus raíces judías”.

Dana reflexiona sobre sus años de búsqueda y aventura. “Es claro que esta ruta; desde Irán a Francia a Australia y finalmente Israel, fue la manera de Dios de mandarme a casa, a descubrir quién soy realmente”.

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