El tumor cerebral de nuestra hija de cinco años

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Cómo una familia enfrentó este desafío devastador.

De la noche a la mañana, la vida de Scott y Cintia Havlin (1) cambió. Ellos recibieron la devastadora noticia de que su hija de apenas cinco años tenía un tumor cerebral. La niña ya no podía asistir a la escuela y tuvo que pasar extensos períodos en el hospital. Los Havlin tuvieron que equilibrar la atención a su hija menor en el hospital y tratar de mantener la normalidad para sus dos hijos mayores en casa.

Dos semanas después del diagnóstico, se encontraron con Charlie Harary para recibir aliento. Él les dijo algo que cambió por completo la perspectiva de Cintia.

"La gente piensa que cuando ocurren dificultades, Dios los está alejando. Pero en verdad Él sólo quiere acercarse a ustedes".

Sus palabras la alentaron a esforzarse para transformar su prueba en una oportunidad para desarrollar una relación con Dios. "Yo nunca dudé de la existencia de Dios, pero tenía muchas preguntas. '¿Por qué yo?' '¿Por qué esta hija?' 'Dios, ¿por qué me pones a prueba con algo tan difícil?'", contó Cintia en una entrevista exclusiva para AishLatino.com.

"Eventualmente dejé de formularme esas preguntas porque entendí que no me llevaban a ninguna parte. Comencé a preguntar: '¿Qué es lo que Dios quiere de mi en este momento?'. Honestamente, aún no lo sé. Estoy buscando y tratando de entenderlo".

Durante esta crisis, Cintia estaba desesperada y sintió que estaba dispuesta a cumplir cualquier mitzvá si eso pudiera ayudar a salvar a su hija. "Me pregunté si Dios quería que comenzara a cubrirme el cabello, y a hacer otros cambios radicales en mi vida. Me gustaría que hubiese una respuesta clara. Estas mitzvot simplemente son demasiado grandes para mí para poder aceptarlas. En cambio, hice un cambio pequeño. Fui sumamente consistente y logré muchas metas lentamente. De esta manera me voy construyendo a mí misma y desarrollo una relación más cercana con Dios".

Cintia todavía tiene altibajos: "Es un camino. Constantemente me recuerdo que cada vez estamos más cerca de la meta. Nos quedan otros dos años para llegar a la etapa de remisión".

Incluso cuando atacó el COVID-19 y ella debió ser especialmente cuidadosa, Cintia eligió nunca llorar con su madre, porque no quería que ella sufriera más. En cambio, acudió a otras personas.

"Creo que heredé una actitud positiva de mis padres. No podría haber pedido ninguna otra cosa para ayudarme a superar los malos momentos. Mientras crecía, mis padres siempre me dijeron: 'Las cosas no están tan mal. No te quedes estancada en lo negativo'. Estas palabras me ayudaron a superar muchas cosas".

En un primer momento, los Havlin quisieron mantener en privado el diagnóstico de su hija. Sintieron que era demasiado personal como para compartirlo. "Mis heridas estaban completamente abiertas y no quería que la gente viera mi dolor. Traté de controlar la información. Era demasiado vulnerable".

Pero el problema era demasiado grande como para que ellos pudieran enfrentarlo solos. Ahora Cintia comprende cuánta fuerza obtuvo de la ayuda y del amor de los demás. "También me apoyé en otra familia que tenía un hijo con cáncer. Cambiamos impresiones y nos apoyamos mutuamente".

"Realmente vimos quién es cada persona y nos quedamos boquiabiertos ante la comunidad judía. ¡Hay tanta preocupación por el otro! Me siento agradecida de ser parte de la nación judía. También bikur jolim es algo sorprendente. En Shabat, el rabino caminó 8 kilómetros sólo para estar con nosotros".

Cintia explicó que su desafío les permitió a ella y a su marido ver lo bueno en las personas. Su sufrimiento le dio a la gente la oportunidad de mostrar lo mejor de cada uno.

"Todo el tiempo le decía a mi esposo: '¡Vaya! ¿Sabías que esta persona era así?'".

Los Havlin se sintieron emocionados por todas las personas "desconocidas" que se acercaron y subsecuentemente se volvieron parte de su círculo más íntimo. "Cada persona llegó a nuestra vida exactamente en el momento correcto y entendimos que no estábamos solos. Esto marcó la mayor diferencia para enfrentar la realidad, especialmente cuando vimos en el hospital otras familias que tenían que arreglárselas solas con todo".

Hoy, casi dos años más tarde, los Havlin están en un lugar diferente. Su hija asiste a la escuela y ya no tiene que pasar largos períodos en el hospital. El corazón de Cintia se quiebra al mirar hacia atrás y ver las fotos que capturan ese momento difícil. A ella todavía le cuesta procesar lo que tuvieron que soportar.

"Pero entonces trato de pensar de forma positiva. 'Hemos llegado muy lejos. Gracias, Dios. Tú nos ayudaste a salir adelante'. Mi hija pudo regresar a la escuela y eso es un milagro".

Cintia ofrece su consejo para las familias que desean ayudar a los demás y ofrecer palabras de aliento.

"Me parece que no hay algo correcto o incorrecto que se pueda decir. Yo nunca sabría qué decir. Todos trataron de hacer lo mejor posible, así que no me ofendí por nada. Siempre me ayudó escuchar: 'Sé que tu hija va a estar bien'".

Cintia se sintió alentada cuando la gente le decía que rezaban por ella, o que habían adoptado una mitzvá en honor de su hija. "Sentimos que esos actos y esas palabras eran como su escudo. Con las plegarias y las mitzvot de otras personas estábamos preparados para luchar la batalla. Qué puedo decir, tenemos una comunidad y organizaciones increíbles.


(1) Este es un seudónimo. La pareja prefiere mantenerse anónima.
 

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