Judaísmo, masturbación y yo: Mi lucha para abstenerme de la autosatisfacción

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Una crónica de mi lucha para abstenerme de la autosatisfacción.

Nota al lector: este artículo trata un tema sensible e importante. Se recomienda discreción.

Rabí Elazar Hakapar dice: La envidia, el deseo y el honor quitan a la persona de este mundo (Ética de los padres 4:21).

El segundo punto (taavá en hebreo) también puede traducirse como 'lujuria'. Está escrito que el deseo sexual es la lucha más difícil que puede tener una persona. Entonces es natural que yo, siendo un joven adulto, luche con este tema frecuentemente. Creciendo como un judío secular, nunca se me vino a la mente la necesidad de abstenerme de esos deseos, así como tampoco sentí remordimiento o vergüenza por aliviar mi deseo sexual mediante la masturbación. Por el contrario, consideraba que todo lo referente a la abstinencia o resistencia era puritano.

Sin embargo, cuando leí el famoso libro The Game, de Neil Strauss (un libro para nada religioso), encontré lo siguiente:

Si te masturbas con regularidad, puedes hacerte adicto. Esta adicción causa una regularidad diaria que disminuye tu deseo de salir. Además, no te permite dominar tu deseo sexual, que podrías utilizar en vez como motivación para embarcarte en proyectos que te generen riqueza.

Si bien esa fue la primera vez que oí una razón secular para no masturbarse, la dejé de lado y seguí con mi vida. Sin embargo, cuando comencé a volverme religioso, esa idea volvió a mi mente. Sin haber tomado decisiones drásticas aún, cuando fui a Israel en un viaje grupal decidí abstenerme por completo. Durante el viaje advertí una conexión más sana con las mujeres y una mayor confianza en mí mismo. Resistirme a este impulso, incluso tan solo durante dos semanas, pareció generar un resultado positivo.

Al volverme más religioso, mi conexión con Dios se fortaleció. Sin embargo, por lo general no conseguía abstenerme durante más de dos semanas.

Cuando volví a casa, esa energía continuó. Hasta que me di por vencido. De inmediato, la claridad y confianza que había alcanzado durante el viaje se disiparon. Algo cambió. Decidí que, quizás, debería darle una oportunidad al consejo de Neil Strauss. Durante el año siguiente comencé a limitar mi hábito y advertí un mayor enfoque y motivación en el trabajo. Al volverme más religioso, mi conexión con Dios se fortaleció. Sin embargo, por lo general no conseguía abstenerme durante más de dos semanas. Y cuando caía en la tentación, parecía que todo estaba perdido.

Durante un tiempo me resistí a ver lo que dice el judaísmo sobre la masturbación. Estaba seguro de que no me gustaría y tampoco estaba buscando una condenación. Sin embargo, finalmente mordí el anzuelo y busqué en el Talmud. Lo que encontré fue… exactamente lo que esperaba. Sin embargo, decidí luchar en lugar de esconderme y le pregunté a un rabino cómo el Talmud podía condenar tan fuertemente un acto contra el que todo el mundo lucha.

Me señaló enseñanzas cabalísticas, principalmente sobre la naturaleza de yesod, una de las diez sefirot. Al igual que ocurre con la mayoría de los textos hebreos, no tiene una traducción perfecta al español. Yesod es la característica de altruismo. Sin embargo, también es 'cimiento', que es lo que significa literalmente la palabra en hebreo. ¿Qué conexión hay entre los cimientos y el altruismo? El altruismo es el cimiento de toda relación. ¿A qué otra cosa está conectado yesod? Al deseo sexual. Porque la máxima expresión de esa motivación es una relación sexual cuyo objetivo es la conexión entre el marido y la mujer. ¿Qué es la masturbación? Exactamente lo opuesto de eso. Toma la santidad y la belleza de la intimidad y le da un vuelco.

Si bien no me enamoré de la respuesta, sí veía beneficios reales y apreciables en la abstención, por lo que decidí encarar la lucha con un poco más de seriedad. Durante elul, el mes previo a Rosh Hashaná, decidí aguantar todo el mes, un récord para mí en ese momento. En el clímax de las Altas Fiestas tenía muchísima energía. Dicen que en Rosh Hashaná debemos tener en mente la mejor versión de nosotros mismos, y yo lo estaba haciendo.

Pero resistir indefinidamente no es fácil. Cuando derrotas al yétzer hará, la parte de ti que alienta los impulsos animales, vuelve con más fuerza. Esto creó en mí una postura mental dual: postura mental A: estar comprometido a crecer y abstenerme, y postura mental B: caer en la tentación y enfrentar la realidad de que no puedo ahuyentar mis deseos. Durante los meses siguientes intenté volver a lo que había logrado en Rosh Hashaná, pero ni siquiera estuve cerca.

Cuando llegó Pésaj, el tiempo de nuestra libertad, estaba decidido a aprovechar la energía de la festividad. Escribí los deseos de los cuales quería liberarme y los tiré al fuego durante la quema del jametz. Cuando comí mi primer bocado de matzá, imaginé la libertad de vivir con la "postura mental A". ¿Creía que me liberaría de mis impulsos para siempre? Por supuesto que no. Pero, en ese momento, tenía el objetivo de pasar las siete semanas entre Pésaj y Shavuot sin masturbarme. Usaría la cuenta del Ómer para elevarme espiritualmente, al igual que habían hecho los judíos en el desierto. Luego, en Shavuot, tendría el increíble sentimiento de logro por saber que había gobernado mis deseos, en lugar de que ellos me hubieran gobernado a mí. Y vincularía eso a la recepción de la Torá. ¿Quién sabe hasta dónde llegaría desde allí?

Sin entrar en detalles sobre la lucha que tuve, sólo diré que logré abstenerme durante cinco semanas. La mayor cantidad de tiempo que había logrado en mi vida, pero igualmente dos semanas menos que mi objetivo. Podía verlo como un logro o como un fracaso. Me estaba dando cuenta de que nunca dominaría por completo mis deseos sexuales. Tampoco se suponía que llegara a hacerlo. Se suponía que debía casarme. Y créanme, lo intentaba, pero mientras no ocurriera, estaba en una situación difícil.

Estoy subiendo la escalera y a veces caigo, pero al menos estoy en la escalera que apunta hacia arriba, hacia el cielo.

Hay rabinos y oradores que dirán que la Torá tiene la capacidad para cambiar tu naturaleza. Hasta cierto punto estoy seguro de que es verdad. Pero es una vida de trabajo y no creo que alguna vez puedas desarraigar un deseo. Lo importante es estar en la lucha espiritual. Estoy subiendo la escalera y a veces caigo, pero al menos estoy en la escalera que apunta hacia arriba, hacia el cielo.

Es inevitable que, cuando estoy en la "postura mental B", mi conexión con Dios sea más débil. No quiero rezar y, cuando lo hago, es más probable que me apure para terminar. Es menos probable que sea honesto y pida lo que quiero. ¿Por qué hacerlo? ¡No lo merezco!

Pero luego recordé una enseñanza que me dijeron hace un tiempo. La primera oración del primer párrafo del Shemá dice: Amarás a Hashem, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu dinero. La expresión hebrea todo tu corazón tiene algo inusual: se escribe con dos bet. La palabra lev, 'corazón', normalmente tiene sólo una. El Talmud dice que, a causa de la segunda bet, la palabra no debería traducirse como 'corazón', sino como 'corazones'. El judaísmo reconoce que nuestro carácter tiene dos aspectos: el yétzer hatov (nuestra inclinación hacia el bien) y el yétzer hará (nuestra inclinación hacia el mal), y que ambas motivaciones deberían encaminarse para amar a Dios.

Había sabido esa enseñanza durante muchos años, y nunca me había llamado la atención. Sin embargo, poco después de caer del tren de la abstinencia, fui a rezar. Mientras me estaba preparando, sintiéndolo más como una obligación que como algo con lo que me puedo conectar, recordé la idea de los dos corazones. Y luego, a pesar de haber estado identificándome principalmente con la postura mental B, pude conectarme, uniendo ambos corazones en mi rezo.

Fue una experiencia interesante y una calidad muy diferente de plegaria. Sentí que todo mi ser estaba involucrado. No había una parte de mí resentida, deteniéndome, resistiéndose al proceso. Si bien no pude rezar con la intención normal de mis rezos, estuve completamente involucrado.

Sí, es una batalla. Una batalla que nunca creí que aceptaría enfrentar. Y, sin embargo, lo estoy haciendo.

Entonces, en este momento, tengo mi base de "dos semanas". Puedo lograr eso con facilidad. Desde ese punto en adelante, tengo que ser consciente de que puedo continuar, porque lo he logrado antes. Sí, es una batalla. Una batalla que nunca creí que aceptaría enfrentar. Y, sin embargo, lo estoy haciendo. Entonces, a pesar de que el Talmud no permite ninguna libertad siquiera para una indulgencia ocasional, se reconoce que nadie es perfecto. La Torá no fue entregada a los ángeles. Pero la decisión de enfrentar la batalla es muy importante. Y que yo haya crecido tanto es digno de orgullo.

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