La interminable búsqueda espiritual de Kirk Douglas

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La 'montaña judia' del ícono de Hollywood.

La mezuzá en el hogar de Kirk Douglas era un extraño símbolo de su judaísmo. Kirk, ferozmente orgulloso de su identidad judía, siempre tuvo una caja de mezuzá en la puerta de entrada de su casa, pero la caja estaba vacía, sin el pergamino con los párrafos de la Torá escritos a mano que son la esencia de la mitzvá de mezuzá. Asimismo, Kirk, quien abandonó su educación judía después de su bar mitzvá, desconoció la Torá hasta que a los 77 años se sumergió en un ambicioso programa de estudio de Torá, y también colocó los debidos pasajes de las Escrituras en la puerta de su casa en Beverly Hills.

Estudiar Torá afectó de forma tan profunda a Kirk, que en su segundo autobiografía, Climbing The Mountain (Ascender la Montaña, que la escribió a los 80 años) afirmó sentir que era una persona diferente a la que era cuando escribió su primera autobiografía una década antes. “Ha pasado una década desde que escribí mi autobiografía El hijo del trapero. Ya no soy la misma persona. Sólo pasaron diez años, pero las preguntas que me surgieron durante este período… me han cambiado. Sólo en los últimos años comencé a descubrirme a mí mismo”.1

Kirk consideró que el punto clave en su vida fue el accidente de helicóptero en el cual murieron dos hombres jóvenes y él, de 74 años, sobrevivió. Kirk no pudo dejar de preguntarse por qué se había salvado y qué se esperaba que hiciera con los años adicionales que le habían otorgado.

”Pienso que una de las razones por las que me salvé fue porque en verdad nunca llegué a entender realmente qué significa ser un judío”.

No encontró respuestas fáciles. Kirk había protagonizado más de 75 películas y unos pocos años antes del accidente ya había entendido que las ofertas se iban acabando, por lo que se dedicó a escribir como un nuevo espacio recreativo. Él escribió doce libros, incluyendo tres novelas y dos libros para los lectores más jóvenes. Sin embargo entendió que escribir, tal como producir, dirigir y actuar en las películas, no era la respuesta a las preguntas que lo carcomían sobre el significado y el propósito de la vida. ”Pienso que una de las razones por las que me salvé [en el accidente del helicóptero] fue porque todavía tenía que llegar a aceptar mi judaísmo. En verdad nunca llegué a entender realmente qué significa ser un judío”.

La estrella de Hollywood

Kirk Douglas recibió el nombre Isser Danielovitch cuando nació en diciembre de 1916 en Ámsterdam, Nueva York. Sus padres eran inmigrantes judíos rusos. En su hogar hablaban en ídish. Su padre Herschel/Harry, era un trapero, un ropavejero, que no pudo conseguir trabajo en las fábricas textiles locales por ser judío, y pasaba la mayor parte de su tiempo gastando su dinero en una taberna. Isser y sus seis hermanas vivían en la pobreza, a menudo pasando hambre. Su madre, Bryna, tranquila y afectuosa, hacía jalá para Shabat y le dijo a su hijo que cuando ella hacía jalá los ángeles cantaban y bailaban. Ella encendía las velas del Shabat y se pasaba la mañana de Shabat en el pórtico, rezando de su libro de plegarias. Cuando Kirk se separó de los estudios Hollywood y decidió abrir su propia compañía productora, la llamó Producciones Bryna.

El antisemitismo lo afectó desde que era muy pequeño. A menudo lo golpeaban, lo insultaban y lo acusaban de haber matado a Cristo. No podía conseguir un trabajo repartiendo periódicos porque era judío. En la universidad de St. Lawrence no le permitían pertenecer a una fraternidad porque era judío. Al graduarse decidió que quería ser actor y cambió su nombre a Kirk Douglas. Después de eso, con su cabello rubio, sus ojos azules y el nombre escocés, ya no tuvo que enfrentar el antisemitismo, porque pocos se daban cuenta que era judío.

Al envejecer, siento la necesidad de agradecerle a un poder superior.

El hijo del trapero, que llegó a la cima de los libros más vendidos, es la heroica memoria de su llegada al estrellato, su brillante carrera, la decena de películas exitosas y sus amigos célebres. Sin embargo, toda autobiografía requiere cierta medida de reflexión, y en el proceso Kirk comenzó a pensar con mayor profundidad en su vida y en sus elecciones. Hacia el final del libro escribió:

Ahora estoy en un momento de mi vida en el que realmente comencé a pensar que quizás existe un ser superior… Hablo de la calma consciencia interna que dice que debe haber un poder superior responsable por la perfección del universo en el que vivo. Por su belleza. Ahora, más que nunca, tengo una necesidad de creer. ¿Soy demasiado dramático? ¿Un actor? No, sólo estoy comenzando a descubrir cosas sobre las que nunca antes pensé… Al envejecer, siento la necesidad de agradecerle a un poder superior.2

Hizo falta el accidente de helicóptero, un encuentro casi místico en la Muralla Occidental en Jerusalem y conocer a un joven rabino ortodoxo para que esos impulsos internos cristalizaran en lo que fue el “retorno” de Kirk Douglas al judaísmo.

La magia de Jerusalem

En 1994, Uriela Obst, la editora de Kirk y una buena amiga (a quien él llamaba Ushi), visitó Israel y estudió judaísmo en Isralight, un programa de tres semanas de estudio para adultos no religiosos. Ella regresó a Los Ángeles con increíbles relatos sobre el Rabino que había dirigido y enseñado en el programa, Rav David Aarón. Kirk planeaba visitar Israel para la inauguración de dos plazas que había donado. Ushi le sugirió a Rav Aarón que invitara a Kirk a la cena de Shabat en su departamento en la Ciudad Vieja de Jerusalem. Rav Aarón, que nunca había escuchado de Kirk Douglas ni había visto ninguna de sus películas, le envió una invitación por fax. Sorprendentemente, Kirk aceptó.

En la tarde del viernes, Rav Aarón de 36 años fue a buscar a Kirk, de 77, en el Hotel King David. Antes de llevarlo a las plegarias en el hotel, el Rabino llevó a Kirk al techo, donde estaba el instituto Isralight. Kirk observó la vista del Monte de los Olivos, el Monte del Templo y detrás de ellos, el Kótel, donde ya convergían masas de personas. De repente, ante la sorpresa de Rav Aarón, Kirk comenzó a cantar en hebreo la plegaria con la que se le da la bienvenida al Shabat. “Rav, yo conozco mis líneas. Crecí en un hogar ortodoxo. Pero el judaísmo es todo forma y nada de contenido. El judaísmo me perdió a los catorce años”.

Así recordó Kirk este fortuito encuentro:

“Lo que me respondió, me sorprendió. Él señaló que ningún adulto racional tomaría una decisión comercial basada en lo que sabía a los catorce años. Nadie decidiría con quién casarse basado en lo que sabía sobre el amor y las relaciones cuando tenía catorce años. Pero muchas personas parecen estar satisfechas de rechazar la religión basadas en lo que aprendieron (o no aprendieron) a los catorce años".

Él tenía razón, y yo era uno de esos tontos.

Más tarde, en el departamento de Rav Aarón, Kirk disfrutó de la comida de Shabat con sus emotivos cánticos y la atmósfera nostálgica. En la segunda parte de su autobiografía, Climbing the Mountain, escribió: “Esa noche sentí que había llegado a casa”.

El domingo, Ushi había arreglado que una amiga, la guía turística Tova Saúl, llevara a Kirk a los túneles del Kótel. Dos mil años antes, cuando el Rey Herodes expandió el Segundo Templo, él construyó muros de contención alrededor del Monte Moriá para sostener la plataforma que soportaba el grandioso edificio. El Kótel es la parte expuesta de la muralla occidental de retención, pero hay otros 480 metros del muro occidental ocultos debajo de la tierra. Los arqueólogos cavaron los túneles del Kótel a lo largo de la masiva muralla, exponiendo remanentes de diversos períodos. Al final del muro se puede tocar la piedra base del Monte Moriá, donde Dios puso a prueba al patriarca Abraham y le ordenó sacrificar a su hijo, y en donde también le ordenaron no hacerle nada.

Tova Saúl, una experta guía turística, había hecho bien sus deberes. Ella había leído en El hijo del trapero cómo el joven Isser había visto en su libro hebreo “un dibujo de Abraham inclinado sobre un niño asustado con un enorme cuchillo en la mano. El niño se parecía a mí”. Esa imagen lo había alejado del judaísmo. Ahora Tova llevó a Kirk hasta el final de los túneles y anunció: “Esta es la roca fundamental del Monte Moriá”.

Después Kirk relató lo que ocurrió a continuación:

Observé esa piedra negra con tanto significado místico.

“Quieres decir…”

Ella terminó por mí. “Sí, esta es la piedra de la montaña en la que Abraham amarró a su hijo Itzjak para sacrificarlo”.

En mi mente apareció la imagen del dibujo de mi libro de la escuela hebrea. Pero ante mi sorpresa, ya no me asustó. No estaba seguro por qué. Ahí me había pasado algo que no llegaba a entender.

En el túnel había mucho silencio, apenas estaba iluminado, estaba fresco.

La voz de Tova era casi un murmullo: “Aquí es donde todo comenzó”.

Yo no podía hablar. Ella tenía razón.

Ese lugar representaba el comienzo de mis dudas. Y, finalmente, también su final.

Allí, en ese túnel oscuro, tocando la roca del Monte Moriá, crecí.

Tres años después del accidente del helicóptero, cuando Dios por primera vez me sacudió de mi complacencia, había llegado al final del círculo. No me imaginé que ese era sólo el comienzo.3

Después de ese viaje, Kirk dedicó el Teatro Kirk Douglas en Aish haTorá para compartir con el mundo el significado de ese lugar sagrado.

El estudio de la Torá

Kirk aceptó la oferta de Rav Aarón de estudiar con él Torá. Él llevó a Rav Aarón a Los ‘Ángeles durante una semana cada seis semanas y estudió con él durante cinco o seis horas diarias, comenzando con el primer versículo de Génesis. Estudiaron en profundidad, con los profundos e iluminadores comentarios que distinguen al entendimiento judío de la Biblia de su contraparte cristiana. Cuando el rabino partió tras la primera semana, Kirk dijo: “Todav’ia no estamos afuera del Jardín del Edén”.

Kirk se emocionó y se fascinó con el estudio de la Torá.

Kirk se emocionó y se fascinó con el estudio de la Torá, esperaba impaciente que Rav Aarón regresara desde Jerusalem cada seis semanas. Finalmente le pidió a Rav Aarón que se mudara a Los Ángeles para ser su maestro de tiempo completo. Rav Aarón se negó y le dijo que no podía abandonar la Ciudad de Dios por la ciudad de Los Ángeles. Entonces Kirk comenzó a estudiar con Rav Najum Braverman, el director educativo de Aish HaTorá en Los Ángeles.

Rav David Aarón y Kirk Douglas

Kirk y Rav Braverman estudiaron juntos Torá de forma regular. Pero cuando llegaron a Deuteronomio, el último libro del Jumash, de los Cinco Libros de Moshé, Kirk, cuyo sentido de gratitud seguía latiendo, nuevamente llevó a Rav Aarón a Los Ángeles. Él le escribió: “Con usted comencé a estudiar el Jumash, y quiero que terminemos juntos de estudiarlo”.

Después de eso, Kirk comenzó a estudiar con Rav David Wolpe, el Rabino del Templo Sinaí. Ellos se encontraban cada semana, estudiaban la Biblia, luego la Mishná, los escritos contemporáneos. El estudio formal dio lugar a profundas conversaciones, hasta el fallecimiento de Kirk a los 103 años el 5 de febrero del 2020.

Kirk también comenzó a cumplir ciertas mitzvot. Él encendía las velas de Shabat cada viernes a la puesta del sol. Colocó una mezuzá kasher. Comenzaba cada día recitando en hebreo Modé Ani, la plegaria tradicional que se dice al despertarse para agradecerle a Dios por otro día de vida. Cada mañana rezaba “Shemá Israel”. Ocasionalmente se colocaba los nuevos tefilín que le había regalado Rav Braverman. Tras un hiato de 65 años, comenzó a asistir periódicamente a la sinagoga. A los 83 años, tuvo su segundo bar mitzvá.

Pero lo más significativo, es que se reconcilió con Dios. Hasta esa fortuita visita a Jerusalem a los 77 años, Kirk mantuvo su concepto infantil de Dios como una figura enorme y a menudo enojada. Para evitar el término “Dios” con toda su carga emocional, Rav Aarón lo introdujo a “Hashem”, que significa “El Nombre” y es el término hebreo que la mayoría de los judíos religiosos utilizan para referirse al Creador. Kirk aprendió que Hashem es afectuoso, perdona y guía a cada persona por la vida dándole innumerables oportunidades para aprender y crecer. Kirk escribió: “Todavía no soy un judío demasiado bueno, no me encontrarán demasiado a menudo en la sinagoga. Pero Hashem es un Dios que perdona y a menudo me recompensa cuando voy”.

Kirk Douglas firmó su nombre en hebreo en esta inscripción para Rav Aarón.

Al aprender más sobre el judaísmo, Kirk lamentó no haber comenzado el proceso antes y no enseñarles a sus cuatro hijos (quienes él admitió, no son halájicamente judíos):

Ahora, cuando estudio la Torá, me pregunto si algunos de los problemas que tienen mis hijos hubieran podido ser aliviados si yo los hubiera expuesto más a la religión. Quizás todos los niños necesitan la ayuda de alguna forma de guía espiritual. No me refiero a la religión rutinaria y ritualizada que me enseñaron cuando yo era pequeño; eso no tuvo ningún significado valioso para mí. Me refiero a la clase de religión que te ayuda a dejar de lado tu ego y dejar que entre algo espiritual.4

Por supuesto que la preocupación de Kirk con el judaísmo no pasó desapercibida en Hollywood. Otra celebridad se le acercó en una fiesta y le susurró que él también había hecho el bar mitzvá. Pero la mayoría de sus amigos de Hollywood se rieron burlonamente. “Estoy seguro que ellos en verdad no entienden el mayor misterio, el misterio del alma”, escribió Kirk. “Nadie puede responderme cuando pregunto: ¿Qué hay en nuestro interior que guía nuestras vidas? ¿De dónde viene esa voz interior?... Cuando planteo esas preguntas en ‘amable compañía’, a menudo me dicen que baje a la realidad”.

La vida es para crecer

¿Cuál es la cualidad interna que le permitió a Kirk Douglas comenzar a “escalar la montaña” del judaísmo a los 77 años?

De acuerdo con Ushi, “Kirk tenía una curiosidad infantil. La mayoría de los ancianos piensan que lo saben todo. Pero Kirk ansiaba aprender cosas nuevas”. Él no temía recorrer, de hecho precipitarse, por nuevos caminos, y no dejó que su ego lo detuviera por la posibilidad de fracasar. Ushi recuerda que Kirk siempre decía que él quería que el epitafio de su tumba fuera una cita libre de “Uno voló sobre el nido del cucú”: “Lo intenté. Por Dios, lo intenté”.

Su impulso, no sólo a estudiar sino a ser más, lo mantuvo comenzando nuevos proyectos hasta mucho después haber cumplido 80 años. Siendo un octogenario, escribió otros cuatro libros. A los 92 años hizo un show unipersonal: “Antes de que me olvide”. Incluso después de un debilitante accidente cerebrovascular que lo forzó a volver a aprender a hablar, hizo otras tres películas: “Diamantes”, “Cosas de familia” e “Ilusión” a los 88 años.

Uno de los libros que escribió Kirk Douglas – Los jóvenes héroes de la Biblia

Kirk Douglas creía que la vida era para crecer y aprender. Siempre aspirando a ser una mejor persona, más bondadosa, Kirk se dedicó a emprendimientos caritativos. Él construyó plazas de juego por todo el mundo. Finalmente perdonó a su padre errante, fue a su tumba, le rogó perdón y recitó allí el Kadish. Después construyó un centro para aquellos en la industria cinematográfica que sufren de Alzheimer y le puso el nombre de su padre. Sin embargo, él entendió que ser bondadoso en un nivel micro es tan importante como efectuar grandes actos de altruismo. Como él escribió:

Dios me dio una segunda oportunidad para hacer mi recorrido interior. No me encontraran haciendo ningún crucero. Estoy comprometido a ayudar a mis semejantes, a través de la construcción de plazas de juegos y escribiendo libros, y en convertirme en una mejor persona.

No conozco ninguna forma de lograrlo rápidamente, pero estoy trabajando duro para mejorar de formas simples. Cuando manejo el auto, me esfuerzo por dar a los demás el derecho de paso. Me hace sentir bien dejar pasar a otro antes, y a veces levantan la mano en un reconocimiento amistoso. Cuando estoy detrás de otro auto que viaja demasiado lentamente, trato de ponerme en el asiento del otro conductor. Quizás tiene algún problema. Eso me ayuda a ser menos impaciente…5

Además de los grandes donativos de su fondo de caridad, Kirk ayudó generosamente a muchos individuos sin ninguna reducción de impuestos. Cuando llegó a Los Ángeles un nuevo rabino de Aish, él y su esposa invitaron a Kirk a la cena de Shabat. Él vio que la cocina estaba bastante deteriorada y después les envió un cheque para que pudieran renovarla. Hace como dos décadas, Kirk se enteró a través de Ushi del sufrimiento de una mujer norteamericana llamada Phyllis. Phyllis se había divorciado de su esposo que había abusado sexualmente de sus hijos y quebró la ley al llevarse a sus hijos a Fiji y de allí a Israel. Después de ocultarse durante años en un moshav israelí, su ex esposo la encontró y comenzó el proceso para extraditarla de regreso a los Estados Unidos. Phyllis no tenía dinero, pero necesitaba $10.000 dólares para contratar un buen abogado y luchar contra la extradición. Kirk decidió ayudar a Phyllis. Phyllis recibió por correo un cheque personal por $10.000 firmado por Kirk y su esposa Anne. La nota que acompañaba el cheque sólo pedía que ella mantuviera a sus hijos judíos y en Israel.

Al reflexionar sobre su cercana relación con Kirk, Rav David Aarón recordó: “De él aprendí que uno puede ser una superestrella reconocida en el mundo, pero en lo más profundo seguir luchando con lo que hace que su vida tenga sentido. Kirk quería que su vida tuviera sentido”.

Si observamos sus 103 años de vida, parece que tuvo éxito.

Para la aliá de la neshamá de Isser ben Herschel


Notas:

1. Climbing the Mountain, pág. 227

2. The Ragman’s Son, pág. 480

3. Climbing the Mountain, pág. 127

4. Climbing the Mountain, pág. 143

5. Climbing the Mountain, pág. 227

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