No judíos siguiendo la Torá en los Andes

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Somos peruanos, pero todos nos llamaban ‘los judíos’.

Gamliel Shiloh tiene un característico nombre judío. “Mis padres me dieron ese nombre por Gamliel, el presidente de la Tribu de Menashé que es mencionado en el libro de Números”.

Lo destacable de esto es que sus padres eran peruanos no judíos, descendientes de tribus indias y residentes de los Andes.

“Todos los miembros de mi familia recibieron nombres de la Torá”, explica Gamliel. “¡Hasta tengo un tío que se llama Esav!”.

¿Cómo hizo una familia peruana de los Andes para llegar a sentir una conexión tan profunda con la Torá? Shiloh explica que todo comenzó con sus abuelos, que eran católicos devotos hasta que, junto a unos amigos, comenzaron a estudiar el Viejo Testamento y descubrieron muchas contradicciones entre los mandamientos bíblicos y la fe cristiana.

Pronto empezaron a considerarse a sí mismos el pueblo de Israel, dado que se esforzaban para cumplir todos los mandamientos dados al pueblo judío.

“Dejaron la Iglesia Católica Romana e intentaron con una iglesia protestante tras otra”, dice Shiloh. “En Cajamarca, la región rural en la que vivíamos, las personas más religiosas eran todas protestantes, muchas de ellas mormones o adventistas de la Iglesia del Séptimo Día. Eventualmente mis abuelos concluyeron que ninguna iglesia cristiana era fiel a la biblia original, por lo que decidieron seguir la Torá, la biblia judía, lo mejor que pudieran. Pronto comenzaron a considerarse a sí mismos el pueblo de Israel, dado que se esforzaban para cumplir todos los mandamientos dados al pueblo judío”.

Adultos y niños celebrando Sucot en los Andes.

Gamliel Shiloh creció en una pequeña aldea en Cajamarca, una región del norte de Perú, en la Cordillera de los Andes. Su familia, junto a dos familias más de la aldea, estaba entre los líderes del grupo de seguidores de la Torá. “Siempre supimos que éramos distintos”, dice. “Todos nos llamaban los judíos, pero no recuerdo ninguna hostilidad. La incomodidad comenzó recién en la escuela secundaria, donde toda discusión con mis compañeros terminaba en ‘¡ustedes mataron a Jesús!’”.

Para ese entonces, Gamliel y el resto de los hombres del grupo ya habían sido circuncidados. Cuando él tenía 13 años, los líderes del grupo decidieron que la circuncisión era esencial para personas que deseaban cumplir la voluntad de Dios. “Los doctores locales se rehusaron a hacerla”, dice. “Tuvimos que contactar a la comunidad judía de Lima. El mohel que encontramos nos explicó que la circuncisión, por sí sola, no nos convertiría en judíos de verdad, sino que necesitábamos convertirnos como corresponde, a través de una corte rabínica”.

Gamliel Shiloh.

Establecer una relación con la comunidad judía de Lima requirió de tiempo y esfuerzo. El grupo sintió la necesidad de tener una guía rabínica que les interpretara los mandamientos que no podían entender. “Recuerdo que celebrábamos las festividades judías de acuerdo a la traducción al español de la Torá”, dice Shilo. “Durante Sucot, construíamos cabañas, porque eso era lo que decía la traducción. Para Pésaj horneábamos matzot parecidas a pitas. Y había cosas que no teníamos idea lo que eran: la palabra totafot (tefilín, filacterias) por ejemplo. Nadie sabía lo que significaba”.

Sin acceso a la indispensable cadena de tradición que comprende la Torá Oral y todas sus elucidaciones, se dieron cuenta que no podrían observar correctamente las mitzvot y seguir la ley judía.

En un principio, el rabino de Lima desconfiaba. Trataba de persuadir a los padres de Shiloh y a sus amigos para que no siguieran los mandamientos que recibieron los judíos. Sin embargo, la sinceridad de ellos lo terminó convenciendo. El rabino les dio un Kitzur Shulján Aruj en español (un libro de ley judía) y aceptó responder sus preguntas.

Éramos como personas sedientas que finalmente habían encontrado agua.

“El día en que conseguimos el Kitzur Shulján Aruj estábamos tan felices”, dice Shiloh. “Éramos como personas sedientas que finalmente habían encontrado agua. ¡Por fin sabríamos qué debíamos hacer y cómo hacerlo!”.

El proceso de conversión comenzó oficialmente después de que la información sobre la extraña comunidad de peruanos observantes de Torá llegó al fallecido rabino Eliahu Avijail, quien dedicó su vida a buscar a las Tribus Perdidas de Israel. Envió a un colega a visitar la comunidad. “El hombre se quedó con nosotros durante dos semanas y nos filmó todo el tiempo”, dice Shiloh. “A esta altura ya teníamos una sinagoga y un rollo de Torá, aunque no era de verdad, ya que estaba impreso en lugar de escrito a mano”.

Una celebración de Bar Mitzvá en Perú.

Los videos y el reporte que recibió convencieron a Rav Avijail de que estos peruanos tenían un sincero interés en convertirse al judaísmo. “Nos enviaron tres rabinos ortodoxos. Actuaron como Beit Din (corte judía) y convirtieron a algunos de nosotros”.

Sólo los más devotos se convirtieron con ese primer Beit Din, estando entre ellos Gamliel Shiloh y su familia. “Eso ocurrió hace 26 años”, recuerda. “Fuimos el primer grupo que se convirtió. Desde entonces, se convirtieron cuatro grupos más”.

Gamliel dice: “La conversión fue mi éxodo personal. Sentí que estaba abandonando Egipto para siempre. Finalmente, sabíamos que ahora éramos judíos de verdad”.

Al igual que la mayoría de los recién convertidos, la familia de Shiloh hizo aliá a Israel casi de inmediato. “Somos personas de Torá. Queríamos vivir en el lugar mencionado en toda la Torá, en Éretz Israel”. La conexión bíblica también los inspiró para asentarse en Samaria, en Alón Moré.

Convertirse es un gran honor, pero también una gran responsabilidad.

Sus vidas en su nuevo país no siempre fueron fáciles. “Para mis padres fue particularmente difícil”, dice. “Mis abuelos ya eran grandes. Sólo querían estar en la Tierra Santa antes de morir. Pero mis padres tenían una muy buena posición económica en Perú, y aquí mi padre tuvo que dedicarse a hacer trabajos de baja categoría para ganarse un sustento. Pero nunca se quejaron. Mi padre siempre dijo que la espiritualidad es lo primero, y que su calidad de vida espiritual aquí es mejor”.

Encendiendo la Menorá en Cajamarca.

Gamliel, que tenía 22 años de edad cuando arribó a Israel, estudió ingeniería y se casó con una mujer criada en Israel. Sus hijos están orgullosos de su legado único y, con el apoyo de ellos, Gamliel comenzó a dar charlas sobre la historia de su vida.

“En Sudamérica juegan mucho fútbol”, dice. “Cuando les hablo a mis estudiantes, les digo que para mí, para todos nosotros, fue como ser aceptados en la selección nacional. Es un gran honor, pero nunca puedes dejar de esforzarte, porque también es una gran responsabilidad”.

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