La Bendición de las Plegarias no Respondidas

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¿Tiene el rezo fecha de vencimiento? ¿Acaso el hecho de seguir con vida era una señal de aprobación?

Han rezado por mí más veces de las que sé. No sabía que palabras estaban siendo dichas, plegarias ofrecidas y fervientes súplicas elevadas para que me recuperase de mi desorden alimenticio y para que tuviese el coraje de luchar una vez más por mi salud; apasionadas peticiones eran realizadas por mi vida. Hubo círculos de extraños que se reunieron para recitar salmos por mí. Rabinos en Israel que susurraron mi nombre mientras se inclinaban en el Muro de Los Lamentos. Mi nombre hebreo, Dafna Ariela bat Miriam, aparecía en la lista de las personas que necesitaban cura. E-mails fueron reenviados y llamadas urgentes dieron vueltas por el mundo mientras la comunidad judía unía sus esfuerzos para salvar una niña.

Traté todo lo demás primero. Fui a doctores, a terapistas, a amigos y a centros de tratamiento. Probé pastillas, meditación, yoga y hospitales. Leí libros e hice preguntas, consulté con expertos que prometían soluciones. Busqué primero en todos los otros lugares, ya que rezar era algo que no cruzaba por mi cabeza. Para mí, el rezo era para los sábados a la mañana y para encender las velas de Shabat, ¿pero como método de cura? Parecía una pérdida de tiempo.

No tenía idea por dónde empezar o cómo descubrir la santidad; ni siquiera sabía si realmente creía que mis súplicas serían escuchadas.

Yo era en parte la culpable por la desconexión que tenía con el rezo. Hay una diferencia entre recitar palabras mientras nos reverenciamos en el momento apropiado y un rezo significativo. Yo podía leer hebreo, pero no entendía ni una palabra y leer las traducciones me resultaba indiferente. No tenía idea por dónde empezar o cómo descubrir la santidad; ni siquiera sabía si realmente creía que mis súplicas serían escuchadas. Pero como tantos que deambulan por las calles en medio de la noche, estaba dispuesta a intentar.

Entonces pedí y recibí. Reuní muchas páginas de rezos escritas por mi familia, por mis amigos, por quienes yo amaba y por quienes los amaban a ellos. Busqué palabras de cura, peticiones dolorosas y súplicas de rodillas, generosas donaciones de alma que intentaban anclarme a este mundo. Fui la beneficiaria de creyentes extraños, círculos de recitación de súplicas e incluso de canciones cantadas para la vida.

¿Pero cómo mides el éxito? ¿Tiene el rezo fecha de vencimiento? ¿Era el poder respirar una nota de aprobación? ¿Significa el hecho de que plegarias por mi vida tuviesen que ser nuevamente propagadas, que los primeros rezos no funcionaron y que no fueron respondidos? ¿O es posible que la respuesta pueda ser descubierta en la ayuda que fue ofrecida, en los hombros sobre los que descansé y en las lágrimas que fueron derramadas? ¿Es posible que los primeros rezos que elevé fueran respondidos junto con los círculos de rezos que vinieron posteriormente? ¿Que el resultado está en el hecho que sigo con vida? ¿Estás dispuesta a dar todo el crédito a los expertos, a la medicación y a la terapia? ¿Alabarías a Dios como el curador de los enfermos? ¿Está quizás la respuesta en alguna parte entremedio?

¿Y para quién fueron las plegarias? Puedo cerrar mis ojos y pedir por lo que creo que necesito, o por tu salud, o por la sanidad mental de alguna persona, pero soy demasiado pequeña para ver las repercusiones. La respuesta que realmente requiero puede que no tenga nada que ver con mi amiga, y todo que ver con mi conexión con lo Sagrado, mi conexión con mi alma. Tal vez mis súplicas son respondidas por los brazos que me llevan cuando estoy cansada, por los amigos que escuchan mis preocupaciones, por la familia que se hace presente incluso si estoy ausente. Quizás los rezos de hace años fueron respondidos como protectores para quienes rezaban, respuestas disimuladas que sostenían a quienes soportaban el peso del miedo.

No puedo entender el poder del rezo y no puedo juzgar las respuestas. No cuestiono los porqués de mi camino ni exijo explicaciones para el dolor. Como una hoja solitaria, estoy cegada por la grandiosidad de mi roble. No sé por quién, ni cómo, ni por qué. No comprendo el poder de las voces ascendiendo juntas, ni del poder de las palabras antiguas para curar. No te puedo convencer con lejanas estadísticas de rezos ni con datos de estudios. Pero yo sí creo. Y tal vez los rezos sí fueron respondidos, ya que finalmente encontré mis propias palabras. Encontré mis propios rezos.

Hay veces en que mis palabras se vuelven letras vacías encadenadas entre sí. Pero me presento de todas formas y digo un rezo de agradecimiento.

Aprendí a apoyarme en las viejas bendiciones y en las palabras comunales. Aprendí a encontrar la santidad en los espacios entre ellas y a leer los versículos desde el corazón. Practico prestar menos atención a las palabras específicas y más a la búsqueda de conexión, al deseo por la santidad. Es en el rezo que encuentro a Dios y que me encuentro a mí misma. Aprendí que los abrazos son bendiciones y que las manos son respuestas. Y encontré la santidad en la risa y en la familia.

Sigo sin saber cómo funciona el rezo ni cuándo mis rezos serán respondidos. No siempre sé lo que necesito ni por quién rezar. Hay veces en que mis palabras se vuelven rutinarias, letras vacías encadenadas entre sí, y hay veces en las que dudo. Pero me presento de todas formas, y cada mañana digo un rezo de agradecimiento. Levanto mi tenedor y saboreo la alegría. Gracias por bendecirme con rezos sin contestar. Gracias por no concederme lo que pedí cuando pedía por un final. Gracias por responder a la súplica detrás de mis palabras, por saber que la respuesta que necesitaba era amor incondicional en vez de un lugar en el cementerio.

Gracias por bendecirme con rezos sin responder. Gracias por la vida.

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