Detén el Sarcasmo

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Es cruel e indigno.

Adolescentes de todos lados cuídense. Escuché recientemente una idea preciosa que va a restringir su habilidad de comunicarse (no, ¡no tiene nada que ver con los mensajes de texto!). El tema es que no hay sarcasmo en ninguna parte de la Torá.

Todos los preeminentes comentaristas concuerdan que la misma idea de hablar sarcásticamente fue odiosa para nuestros antepasados. Era tan completamente inconsistente con su recto carácter que era inconcebible que ellos hablaran de esa forma. El sarcasmo es tan despectivo e irrespetuoso, que refleja una gran falta en el sentido de dignidad propia, una falta de reconocimiento de que somos creados a imagen de Dios.

El sarcasmo es tanto cruel como indigno. No es una forma digna de un sabio de Torá o un individuo justo (o incluso alguien que aspira a ser un individuo justo). Esto incluye voltear los ojos, encogerse de hombres, murmurar en un suspiro y todas las otras formas en las cuales los adolescentes expresan su despectiva actitud hacia sus padres.

Pero por supuesto esto no está limitado solamente a los adolescentes.

Como la blasfemia, el sarcasmo es una risa barata o un menosprecio fácil. Fuera de la relación padre-hijo, compra estatus social a expensas de las víctimas. Es poco atractivo sin embargo se ha convertido en algo demasiado común. Los programas de televisión requieren conductores sarcásticos para obtener índices de audiencia mayores y los comediantes recurren al sarcasmo cuando la conversación ingeniosa les falla. Y por supuesto, los adolescentes piensas que ellos están tan a la moda cuando dominan un particularmente inteligente (o eso piensan ellos) menosprecio sarcástico. Como "Yo sé que tú eres ¿pero acaso yo soy...?" o algo así.

Es un reflejo, creo yo, del adormecimiento de nuestra sociedad. Y es un reflejo también de la pérdida de dignidad, de respeto por el otro, de un sentido del vasto potencial del ser humano y de la grandeza disponible. Si realmente anduviéramos con la apreciación de que fuimos creados a imagen de Dios, si realmente entendiésemos el regalo de vida que Dios nos ha dado y la inmensidad de posibilidades que yacen en ella, no nos sentiríamos obligados a recurrir al sarcasmo. Y con certeza no lo haríamos por algunas risas baratas. O a expensas de otros.

Si entendiésemos lo que implica haber sido creados por Dios hablaríamos de una forma que es cultivada y considerada, que es tanto articulada y sensible a las necesidades de los otros.

Cometemos el error de pensar que el sarcasmo es un signo de precocidad, un inteligente y sofisticado uso del humor. Si fuésemos realmente sabios, sabríamos que el sarcasmo es una herramienta limitada y finalmente inefectiva para la comunicación. Si fuésemos realmente sabios, comprenderíamos la necesidad de usar las palabras adecuadamente – para nutrir a otros, para alentar a otros, para crear lazos con otros – y para preservar nuestra propia dignidad a través de escoger nuestras palabras cuidadosamente.

Los adolescentes pueden ser perdonados por su fascinación con lo sarcástico. Ellos son jóvenes. Pasará. Ellos se sienten sin poder y esto parece ser una de las únicas herramientas en su arsenal contra sus padres todopoderosos.

Pero no debiera ser un hábito que se mantiene. Nosotros sabemos más. Nosotros somos mejores. Nosotros merecemos más. Y así también todo el mundo a nuestro alrededor.

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