Mi Android y Yo

3 min de lectura

Decidí dar un salto y compré el último teléfono Android. De ahí en adelante todo fue cuesta abajo.

No soy una persona a la que le gustan los aparatos electrónicos. Mi cerebro tiende a desconectarse cuando las personas intentan discutir el último producto conmigo. Pero no soy inmune a la presión de los pares y a algún suprimido deseo de verme genial (!). Así que cuando mi Blackberry empezó a mostrar su edad (como su dueña) decidí dar el salto y comprar el último teléfono Android.

Me arme con toda una lista de racionalizaciones de por qué era necesario: primero que nada me correspondía un “upgrade” (¡esa inteligente herramienta de marketing que en mi caso parece haber funcionado tal como lo planearon!), esos cortes que se producían en mi Blackberry estaban dificultando mi eficiencia y sería un buen ejercicio para mi cerebro aprender algo nuevo (¡la mecánica cuántica estaba descartada!).

Adicionalmente caí con el viejo argumento sobre “el tiempo que ahorraría” (¿por qué realmente nunca funciona así?) y – lo mejor de todo – realmente quería la aplicación de Sidur (libro de oraciones) y la aplicación de Tehilim (Salmos) para nunca estar sin ninguna de esas dos cosas. ¡Intenta superar ese argumento!

Así que me armé de valor y caminé hacia la tienda. Creo que era la persona de mayor edad ahí – equipo y clientela incluidos. Y probablemente la más tecnológicamente inepta (mis hijos adolescentes están leyendo por sobre mi hombro y asintiendo con la cabeza). Me encontré diciendo cosas como "Mis hijos creen que debería comprar…" después de las cuales sentí ganas de salir rápidamente de la tienda. Sin embargo, perseveré y traje a casa mi nuevo juguete, eh... digo, mi importante aparato electrónico para el trabajo que me ahorrará mucho tiempo.

Luego procedí a perder horas (literalmente) en las tiendas (la original y unas más cercanas a casa), en línea con ayuda "en vivo" en el teléfono con servicio técnico, enviando emails a personal de IT – todo para poder hacer funcionar mi correo electrónico. Dos días y muchas horas de fastidio después, finalmente estaba funcionando.

No dispuesta a permitir que todo el tiempo que invertí haya sido en vano (reconociendo que mucho de él sí se perdió realmente y reconociendo mi propia culpabilidad en esa área), he estado reflexionando sobre qué aprendí de la experiencia.

El descubrimiento más trivial de todos fue el hecho de confiar un poco más en mí misma. Había recibido instrucciones que las personas de servicio seguían insistiendo que eran solamente generales y no específicas. Finalmente, luego de repetidos viajes a la tienda, fui a casa y probé las instrucciones. Ahí fue cuando yo (sí yo, lo crean o no) hice funcionar el correo electrónico. Es muy difícil cuando estás operando en áreas completamente fuera de tu pericia, pero parecía ser que yo había dejado de pensar y le había dado esa tarea a otros. Si no hubiera hecho eso, habría hecho funcionar el correo electrónico antes y no hubiera perdido tanto tiempo.

El segundo descubrimiento fue cuánto tiempo estamos dispuestos a dedicar (léase: perder) para lograr que estas cosas funcionen y cuánta frustración les permitimos que causen (digo, por Dios, ¡Irán está a punto de volverse nuclear y yo estoy concentrando todas mis fuerzas en un teléfono!). Me avergüenza haber dedicado tanto tiempo que podría haberse utilizado mejor en otras cosas y me humilla la frustración y el fastidio que le permití que me causara, especialmente cuando hay tantos problemas reales ahí afuera mucho más dignos de mis emociones y esfuerzo.

Y finalmente, y quizás más importante, descubrí que realmente es posible vivir sin constante acceso a los correos electrónicos - ¿¡Quién lo hubiera pensado!? De verdad mejoró mis conversaciones porque no estaba distraída y en realidad no dificultó mi eficiencia dado que mi hábito anterior era leer la mayoría de los correos dos veces – una vez en el auto como entretención en una luz roja, y una frente a la computadora cuando podía realmente responder. Solamente cuando estaba de viaje (¡y no soy exactamente una persona de la alta sociedad!) esta posibilidad parecía hacer una real diferencia.

En cuanto a aprender todos estos nuevos trucos – instalar nuevas aplicaciones, crear un increíble protector de pantalla – bueno, ¿quién tiene tiempo? Yo estoy demasiado ocupada con lo básico e intentado mantenerme al día con mi trabajo.

El teléfono se ve genial – pero yo, yo solamente me veo como una abuelita intentando utilizar un teléfono creado para una generación diferente – y dejando de lado las tareas más importantes que debería estar realizando.

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