¡Soluciónalo!

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Todos cometemos errores. Pero no tenemos que seguir cometiendo el mismo error.

Tuve que someterme a un pequeño procedimiento médico recientemente y me dijeron que llegara media hora antes para la preparación. Mientras la enfermera se organizaba y esperábamos a que llegara el doctor, ella empezó a conversar conmigo. Aprendí mucho de su historia de vida, su penosa infancia, sus creencias religiosas, las exitosas carreras de sus tres hijos mayores y las más lánguidas —y frustrantes para ella— actitudes de sus dos hijos menores. El tiempo pasó volando y fue un interesante vistazo a su vida. ¡Casi lo lamenté cuando llegó el doctor!

Hubo una cosa en particular que ella me dijo, una expresión que ella usó, que me tocó una fibra sensible. Ella me estaba contando de los diferentes errores que sus hijos y otros parientes habían cometido y su respuesta ante ello. Cuando algo pasaba ella les decía, “Tienes que solucionarlo”. Esta no era una expresión con la que yo estaba familiarizada y sentía que tenía una vaga connotación “mafiosa”, pero a medida que continuaba la conversación, entendí más claramente a lo que ella se refería y me impresioné.

Ella les estaba diciendo a sus hijos que ellos tenían que hacer algo para asegurarse de que no cometerían el mismo error nuevamente. Ella no los estaba castigando por cometer un error. Ella entendía que a todos nos pasa. Pero lo que ella no iba a tolerar era cometer el mismo error dos veces, lo que ella no iba a soportar era no tener un plan para asegurar un futuro éxito.

Su consejo definitivamente tiene respaldo en nuestra tradición y ciertamente tiene sentido. Si cometemos un error, no es suficiente decir “lo siento”, especialmente si seguimos cometiendo el mismo error una y otra y otra vez (¿en cuantos matrimonios pasa esto?). Tenemos que tomar decisiones que aseguren que no cometeremos este error nuevamente. Tenemos que determinar un plan de acción que prevenga que repitamos nuestro error. Tenemos que “solucionarlo”.

Esto es algo que debiéramos enseñarles a nuestros hijos. No debiéramos solamente enumerar consecuencias cuando nuestros hijos no actúan de forma apropiada; debiéramos enseñarles cómo prevenir la futura reincidencia. Tenemos que decirles que lo solucionen y tenemos que explicarles qué significa eso y cómo hacerlo.

Esta idea no es solamente para nuestros hijos; es para nosotros también. Cuando lo arruinamos, tenemos que aprender a “solucionarlo”.

Nunca vamos a dejar de cometer errores. Pero sí tenemos la oportunidad de dejar de cometer los mismos errores. Todos podemos tomar decisiones y hacer elecciones que prevengan esto. Podemos evitar situaciones que son “peligrosas” y personas que son influencias destructivas y podemos encontrar formas alternativas de actuar y hablar cuando estamos tentados a cometer el mismo error. Pero tenemos que tener nuestras alternativas listas y a la mano. No podemos esperar hasta que el error “ocurra” para intentar pensar cómo solucionarlo. Tenemos que estar preparados de antemano.

Una vez que reconocemos las áreas en las cuales tenemos problemas, podemos planificar nuestras propias estrategias. Quizás seremos engañados una vez, quizás tropezaremos esa primera vez, pero, si realmente lo “solucionamos”, entonces una vez será más que suficiente.

El procedimiento médico salió bien, fue rápido y sin eventualidades y yo estaba agradecida de que acabó. Pero el tiempo y la conversación con la enfermera, eso realmente hizo que valiera la pena.  

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