Sheryl Sandberg y el matrimonio después de la viudez

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Cuando falleció mi esposa, pensé que nunca más volvería a encontrar la felicidad completa. Al igual que Sheryl Sandberg, yo estaba equivocado.

Treinta días después de perder a su amado esposo, Sheryl Sandberg escribió:

Cuando la gente me dice: “No te preocupes, tú y tus hijos volverán a encontrar la felicidad”, mi corazón me dice: "Sí, yo creo que es así, pero sé que nunca volveré a sentir una alegría plena". Cuando otros me dicen en cambio: “Encontrarás una nueva normalidad, pero nunca será lo mismo”, eso me da más consuelo, porque ellos saben y dicen la verdad.

Bueno, ya han pasado cinco años y Sheryl acaba de anunciar su compromiso con Tom Bernthal. Recientemente ella dijo sobre su prometido: “Él es todo para mí. No podría amarlo más”.

Un segundo matrimonio después de la viudez es un desafío, y yo rezo para que tenga éxito. Si bien cada experiencia es diferente, entiendo cómo se sintió cuando escribió esas palabras después del fallecimiento de su esposo, porque yo sentí lo mismo cuando perdí a mi esposa Elana. Estaba seguro de que nunca más volvería a encontrar la felicidad completa.

Pero también al igual que Sheryl Sandberg, sé lo que significa encontrar a otra persona, alguien diferente pero igualmente amado. Hay una sombra que pende sobre los segundos matrimonios después de la viudez. Pero no me cabe duda que es posible “volver a sentir alegría plena”.

Mi primera esposa murió de cáncer cuando ella tenía treinta años y yo treinta y cinco. No podría haber pedido doce años de matrimonio más increíbles. Sí, hubo altibajos como en todos los matrimonios, pero cuando observo la relación como un todo, puedo decir que sin ninguna duda ella era mi pareja perfecta, la otra mitad de mi alma. Tuvimos la relación más profunda y afectuosa que podría haber soñado. Perfecta, con la imperfección como una parte integral de su perfección.

¿Acaso alguna vez volvería a encontrar un amor similar? No sabía cómo iba a poder vivir el resto de mi vida sintiéndome completamente vacío.

Por eso, cuando ella falleció, estuve seguro de que nunca podría encontrar eso en otra pareja. Uno sólo tiene tanta suerte una vez en la vida, ¿verdad?

El dolor de perder a Elana fue multifacético. El dolor de perder a un ser querido; el dolor de perder una esposa; el dolor de que mis hijos perdieran a su madre; el dolor de que ella no pudiera bailar en las bodas de sus hijos; el dolor de tener que vivir el resto de mi vida sin ella… y mucho, mucho más. Una de las preguntas a las que me llevó mi dolor fue: ¿Acaso alguna vez podría encontrar un amor similar? No sabía cómo iba a poder vivir el resto de mi vida sintiéndome completamente vacío.

Conversé con un rabino que también había perdido a su primera esposa a causa del cáncer, y se había vuelto a casar. Él me dijo que su segundo matrimonio era completamente diferente al primero, pero igualmente satisfactorio. Él amaba de una forma diferente a su segunda esposa, pero la amaba en la misma medida. Pensé que sólo trataba de ser amable, que intentaba darme algo a lo que pudiera aferrarme, alguna esperanza para mantenerme en movimiento a través del oscuro y frío invierno de mi soledad. No creí que fuera posible que me estuviera diciendo la verdad. Había dos opciones: o no era cierto, o su relación con su primera esposa no había sido tan buena. Estaba seguro de que nunca podría encontrar en un segundo matrimonio lo que había encontrado en el primero.

Bueno, ya llevo diecisiete años casado con mi segunda esposa Jana. Parece que sólo ha pasado un instante. Ella es completamente diferente a Elana, lo que significa que fui bendecido con la imposibilidad de compararla. Para mí la comparación sería un anatema, sin embargo al mismo tiempo sé que soy humano y probablemente compararía si pudiera hacerlo. Es un gran regalo no tener que someternos a eso. Mi relación es completamente diferente y, sin embargo, completamente satisfactoria, igualmente placentera, igualmente valiosa.

Mi relación es completamente diferente y, sin embargo, completamente satisfactoria, igualmente placentera, igualmente valiosa.

El rabino con el que hablé en ese momento quedó completamente reivindicado. +El no trataba simplemente de darme esperanzas, sino que me dijo una verdad que yo sólo pude entender cuando la experimenté de forma personal. La verdad de que el corazón humano —que es parte de Dios mismo— tiene lugar para una cantidad infinita de amor, y que ningún amor disminuye a otro. Esto se asemeja a lo que ocurre al encender una segunda luz en una habitación, la que sólo realza, pero no disminuye a la luz que ya estaba encendida.

Para el beneficio de aquellos que enfrentan desafíos similares —y conocí a muchos— pensé compartir algunos de los temas que tuve que enfrentar. Cada relación es diferente y debe encontrar su forma singular, pero de todos modos es útil ver que siempre hay un camino que espera ser descubierto.

Para los hijos de Elana, Jana es su madre. Esto fue posible porque ellos eran pequeños. Nos mantuvimos firmes en este sentido. Sentimos que ellos necesitaban una madre, no una madrastra. Ellos necesitaban por completo el amor de una madre, no un amor sustituto. Y Jana fue capaz de hacerlo sin reservas. A menudo cito a mi hijo Akiva en su jupá. Jana se negó a acompañarlo conmigo por el pasillo. Ella deseaba desesperadamente hacerlo, pero en su humildad sintió que no era su lugar. Akiva le dijo que desde que era un niño pequeño ella lo hizo sentir que tenía una madre completa como cualquier otro. ¿Ahora, en el momento más importante de su vida, lo iba a abandonar? Por supuesto que lo acompañamos juntos a la jupá.

Yo saqué todas las fotos de Elana antes de que Jana llegara a la casa y cuando ella vino las volvió a poner. A lo largo de los años, encontramos un equilibrio. Queríamos la presencia de Elana en nuestro hogar, pero la queríamos de fondo, especialmente cuando tuvimos hijos que no eran de ella. Por eso tenemos de adorno una sola foto muy bella de Elana.

Nuestros hijos no son “medios” hermanos y hermanas. Ese término no tiene lugar en el léxico de nuestra familia.

Nuestros hijos no son “medios” hermanos y hermanas. Ese término no tiene lugar en el léxico de nuestra familia. Nuestros hijos mayores y menores no sienten ninguna diferencia entre ellos. De hecho, al observar los nexos entre mis hijos, el más fuerte es entre uno de los hijos de Elana y uno de los hijos de Jana. No puedo describir cuánto significa eso para mí.

Una de mis experiencias favoritas, que ocurre con bastante regularidad, es cuando Jana conoce a alguien nuevo y presenta a uno de los niños mayores como su hijo o hija. Disfruto observar cómo la mente de esa persona trata de entender cómo es posible. Con Akiva, por ejemplo, Jana sólo tiene nueve años de diferencia, así que claramente no puede ser su madre biológica. La mayoría de las personas se quedan cortésmente calladas en su confusión. Por lo general Jana prefiere dejarlo así, y siempre soy yo el que los saca de su intriga.

Nadie desea un segundo matrimonio. Eso significa que "algo salió mal". Pero las cosas salen mal. Es parte de la vida y mientras más lo aceptamos, mejor podemos sobreponernos a esos “males” de la vida. Por supuesto, en definitiva no hay nada “malo”; todo lo que Dios hace es perfectamente correcto y bueno, incluso si no podemos reconocerlo de inmediato.

Hace falta mucho trabajo para que un segundo matrimonio funcione tan maravillosamente como el primero, pero es posible. Jana es la otra mitad de mi alma, al igual que Elana. ¡Y yo pensaba que sólo podía pasar una sola vez en la vida!

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