Ser víctima ¿es una condena o una elección?

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No siempre se puede controlar lo que sucede, pero sí se puede decidir cómo reaccionar ante lo que ocurre. Y si bien el dolor es universal, sufrir definitivamente es una elección.

¿Por qué yo? ¿Qué culpa tengo? ¿Qué hice para merecer esto? ¿Por qué me corrieron a mi? ¿Quién decidió que me pase esto? ¿Por qué siempre a mí? Este tipo de preguntas sólo incrementan el tormento y además, no resuelven los problemas.

Muchas veces no hay una razón lógica o justa para explicar lo que sucede. Tratar de buscar explicaciones ante cuestiones que no se pueden controlar sólo perpetúa el dolor y promueve el sentimiento de "víctima".

Cuando una persona decide aferrarse a su dolor, sufre gratis y aprende a justificar su pesar obteniendo licencia para vivir con la condena perpetua y sintiéndose víctima eternamente. Así se puede aferrar al sentimiento de impotencia, enojo, frustración, sintiéndose incapaz, ya que la vida y las personas que están cerca la han defraudado, lo único que le resta será, tener una vida victimizada.

Actuar como víctima y sentir lástima por uno mismo es igual que regalar el poder propio. Otorgar el control personal a otros. Se vive buscando a quién culpar por el daño que han causado.

Cuando se tiene la fantasía de que alguien vendrá al rescate, o se cree que de pronto todo va a cambiar, esperando que la persona que hizo el mal reconozca sus errores, es casi como firmar una condena de infelicidad y de decepción.

Para dejar de sufrir, ser libre y recuperar el valor personal, la persona que tomó el papel de víctima, tiene que desprenderse de las cadenas emocionales que atan a su impotencia y tomar responsabilidad por sus sentimientos, sus acciones y sus decisiones.

Uno puede ser responsable a pesar de que es inocente. Uno tiene el poder de decidir cómo actuar, cómo hablar y cuándo quiere dejar de sufrir por situaciones y acciones que le sucedieron sin preguntar y no se pudieron controlar.

Soltar la culpa, libera. Dejar el enojo, motiva el cambio y diluye el dolor. Es increíble poder reconocer que uno siempre puede hacer algo para sanar. Dejar de sentirse víctima da un sentimiento que empodera y provee fuerzas para vivir.

Dejar de ser víctima abre la posibilidad para tener una buena vida. Una vida plena. La mejor razón para dejar de victimizarse es esa, para tener una mejor calidad de vida.

Mucho se dice que tener una buena actitud cambia todo. Sin embargo, a pesar de que la actitud es importantísima, también hay que reconocer que la persona que quiere tener una mejor vida también tiene que hacer algunos cambios, principalmente debe cambiar su foco, y tiene que reprogramar sus pensamientos con enunciados que incluyan amor propio, respeto personal y sobre todo asumir el compromiso personal de querer vivir y ser feliz.

La receta: Dejar de ser víctima

Ingredientes emocionales:

  • Perspectiva – visión para entender la magnitud en comparación al resto de la vida.
  • Amor propio – reconocer el amor que emana internamente, validación y respeto personal.
  • Optimismo – enfoque al futuro con esperanza de vivir mejor, buscando todo lo positivo.
  • Aceptación – hacer las paces con la realidad y soltar el enojo de lo que no se puede cambiar.
  • Gratitud – Por el aprendizaje de lo que se tuvo que superar.

Afirmación positiva para dejar de vivir como víctima:

Soy responsable por mis acciones, mis pensamientos y mis reacciones. Elijo vivir mi vida con amor, dignidad y me libero de todo lo que me lastima. No tengo que cargar con el dolor que me hace sufrir. Tengo la fortaleza para reconocer mis heridas y las puedo sanar. Me quiero. Me cuido. Me respeto. Soy yo la única persona que puede ayudarme a salir adelante. No busco culpables ni justicieros. Mi vida es valiosa y la cuido con todo mi corazón.

Cómo dejar de ser víctima:

  1. Soltar el pasado y reconciliarse con el presente para vivir un mejor futuro. Cuando se entiende que es imposible cambiar lo que ya fue, se puede tener el valor para dejar lo que lastima, y se puede retomar una nueva vida con amor y dignidad.
  2. Convertirse en un sobreviviente de fortaleza y lucha. Reconocer que a pesar de la injusticia y el dolor que causa la decepción, cada uno tiene el poder de sanar y recuperar las fuerzas para seguir luchando y encontrar mejores caminos.
  3. Cultivar la libertad personal libera, sana y empodera. Abrazar la vida con compasión y amor, motiva a encontrar una vida con un mejor propósito y responsabilidad.

"Cuando aprendes a quererte, puedes parchar las heridas del alma que pensabas que nunca se podrían sanar y surge la posibilidad de reconstruir una mejor vida".

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