Cordura Para el Regreso a Clases

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Sabiduría judía para mantener a tu familia cuerda, feliz y sana en esta temporada de regreso a clases.

La temporada de regreso a clases es, para efectos prácticos, un periodo de completo caos parental. Desde buscar la mochila más linda de Batman o Barbie de la cuadra, hasta buscar ese escurridizo cuaderno de cinco materias, con renglones anchos y perforado que nuestro hijo necesita para la clase de hebreo; nuestra lista de cosas por hacer parece virtualmente interminable.

Aún para muchos padres modernos, el estrés de preparar a nuestros hijos para su regreso al ámbito académico palidece en comparación a la presión que sufrimos una vez que llegan ahí realmente. Después de todo, en nuestra sociedad obsesionada con el logro, se siente a menudo que nuestra eficacia como padres está directamente relacionada con los resultados de nuestros hijos en los exámenes estandarizados. No es sorpresivo que el solo hecho de pensar en deberes, reportes de notas y reuniones con los profesores tiene a nuestro estómago dando vueltas.

Y si toda esta presión académica es difícil para nosotros como padres, a nuestros hijos, les causa absoluta confusión. Las investigaciones revelan todo tipo de tendencias preocupantes apareciendo masivamente en niños de edad escolar del siglo XXI – desde ansiedad y depresión a enfermedades psicosomáticas y consumo de drogas y alcohol. De hecho, la presión de rendir en la escuela es tan intensa, que una reciente historia de portada de la revista Newsweek titulada “Depresión en Cuarto Grado” reportó un desenfrenado e inaudito malestar académico – caracterizado por el decadente interés en la lectura y un gradual desinterés en la escuela – eso es lo que está aquejando a los niños hoy en día.

Uno de los aspectos más maravillosos de la tradición judía es la habilidad de guiarnos, protegernos y fortalecernos en los momentos en que más lo necesitamos. Como si nuestros antepasados hubieran mirado hacia el futuro – sabiendo que sus sucesores algún día se enfrentarían a un estrés de regreso a clases de proporciones bíblicas – ellos enviaron sabios consejos hacia nosotros. Las siguientes pepitas doradas de antigua sabiduría judía prometen mantener a tu familia cuerda, feliz y sana en esta temporada de regreso a clases – y durante muchos años de escuela por venir.

Estudiar por el valor en sí mismo

La Mishná dice que la Torá debe ser estudiada lishmá, por su propio valor. En otras palabras, no debiéramos estudiar Torá con segundas intenciones (es decir, estar primeros en la lista de Dios, cautivar a otros con nuestro dominio bíblico, etcétera). Deberíamos en vez, dejarnos llevar por la belleza y majestad del texto – disfrutándolo por su valor en sí mismo.

De igual modo, no deberíamos presentar el acto de estudiar Torá a nuestros hijos como un medio para un fin (es decir, tú estudias ciencia para que puedas sacarte buena nota en el examen para que puedas entrar a una universidad muy buena algún día). En vez, debemos ayudarlos a reconocer y abrazar la magia inherente, entusiasmo y privilegio de descubrir el mundo que los rodea.

Hay una hermosa costumbre judía de rociar miel sobre las letras la primera vez que un niño aprende el Alef-Bet. El propósito de la miel no es disfrazar el arduo trabajo que se avecina inevitablemente, sino servir como un recuerdo para saborear su dulzura. Similarmente, si después de la rutina nocturna de deberes continuamos con una caminata familiar por la naturaleza – o dedicamos una hora durante una noche para acurrucarse en el sillón con un plato de palomitas de maíz (pochoclos) para un tiempo de lectura – podremos recapturar la inherente delicia de aprender sin socavar la importancia del trabajo para la escuela.

Y en el séptimo día Dios descansó

Enfrentémoslo. Por más que intentemos reducir el estrés académico de nuestros hijos, no podemos hacerlo desaparecer por completo. La escuela es, después de todo, un trabajo difícil. Mientras que estudiar es instructivo y entrega capacidades, puede ser también demandante y riguroso. Y esa es exactamente la manera en que debe ser. El judaísmo le da gran valor al trabajo y a la diligencia, y por supuesto, al estudio.

Pero nuestra religión también cree en el tiempo de descanso. “Seis días trabajarás y harás todo tu trabajo”, dice el Libro de Éxodo “y el séptimo día es el Shabat para el Señor tu Dios [en el cual] no harás ningún trabajo”.

Nuestros hijos necesitan desesperadamente un tiempo para recargarse y reabastecerse. Y en Shabat, lo tienen.

Nuestros hijos pasan sus semanas de escuela en constante movimiento, corriendo de las clases a las prácticas de béisbol, a lecciones de violín, a clases de hebreo. Ellos necesitan desesperadamente un tiempo para recargarse y reabastecerse. Y en Shabat, lo tienen. Pero Shabat es mucho más que una sesión de descanso para nuestros hijos. En los rituales de Shabat nuestros hijos encuentran la consistencia y la previsibilidad que necesitan para prosperar a pesar del paso frenético de la vida. Ellos encuentran la espiritualidad y la esperanza que los mantendrá emocionalmente sanos en un impredecible mundo del siglo XXI.

Educa al niño a su manera

Hoy en día en los Estados Unidos, encerrar a los niños en limitantes casillas construidas por la sociedad, se ha convertido en un deporte para los padres. Pero la realidad es que no todo niño está pre-programado para ir a la mejor Universidad. El sabio Rey Salomón reconoce esta verdad en el Libro de Proverbios cuando nos enseña que debemos “educar al niño a su manera”. Noten que él no dice nada de nuestra manera; o la manera del sistema escolar; o la manera de la junta universitaria. Él dice simplemente la manera del niño.

En un nivel, estas palabras implican una aceptación básica de las realidades académicas de nuestro hijo – es decir, llegar a aceptar el hecho de que nuestro hijo puede tener ciertos desafíos de aprendizaje que requieren un enfoque educacional especial, o que nuestra hija será simplemente – a pesar de una abundancia de clases particulares – una estudiante de matemática promedio.

Reconoce y nutre los regalos y talentos únicos de tu hijo.

Pero el mandamiento de educar al niño de acuerdo a su manera requiere también que vayamos un paso más allá al reconocer y nutrir los regalos y talentos únicos de nuestros hijos – sean o no considerados “regalos” y “talentos” por los estándares sociales modernos. En su Libro de Valores Judíos, el Rab Yosef Telushkin comparte su interpretación acerca de las palabras de Salomón. “Como padre estás obligado a ser conciente de las habilidades e intereses intelectuales y artísticos especiales de tu hijo. Sin embargo he conocido padres que tienen visiones definitivas acerca de que tipo de persona debe ser su hijo, y no toman en consideración los intereses personales del niño. Una actitud como esa niega la misma individualidad del niño”.

Una de mis herramientas favoritas para revelar los regalos únicos de los niños es la altamente aclamada teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner (1983, 1999) en la cual él define al menos ocho tipos distintos de inteligencias de valor para la sociedad, que existen en los seres humanos. Ocho esferas diferentes en las cuales descubrir las chispas de genialidad de nuestros hijos.

Los niños que son maestros en puzzles y Legos, por ejemplo, exhiben lo que Gardner llama inteligencia espacial, mientras que niños que aman leer y contar historias poseen inteligencia lingüística. Los chicos que aman a los insectos tienden a exhibir inteligencia naturalista, mientras que los niños que se divierten con los juegos de estrategia a menudo tienen inteligencia lógico-matemática. Niños con habilidades de liderazgo naturales muestran tener inteligencia interpersonal; mientras que los niños introspectivos y espirituales tienen inteligencia intrapersonal. Niños con inteligencia corporal-cinestésica son ágiles y físicamente coordinados, mientras que aquellos con inteligencia musical tienen una habilidad para cantar y tocar instrumentos.

Y si eres especialmente afortunado en tu trayectoria de padre, llegarás a conocer a un hijo con inteligencia menschlij - una chispa de dulzura y compasión entregada por Dios que trasciende las buenas calificaciones en los exámenes estandarizados.

Pero incluso si concluyes que tu hijo no es un Albert Einstein en potencia, estás en buena compañía. Al final la mayoría de nuestros hijos son, bueno, niños normales – buenos para algunas cosas, no tan buenos para otras. Y están contando con nosotros para que los amemos y los apoyemos en toda su maravillosa gloria de niños normales.

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