Ser un padre imperfecto

11/02/2024

3 min de lectura

Los perfeccionistas están viviendo en el mundo equivocado. Enseña a tus hijos como evitar este debilitante hábito.

Hay sólo una cosa invariablemente perfecta en este mundo: los copos de nieve. Son hermosos, únicos, de perfecta forma... pero se derriten rápidamente.

La imperfección es el sello de este mundo. Eso vale para la educación de los hijos también.

Reconocer que no existe tal cosa como un padre perfecto es un paso importante para acercarnos a ser buenos padres.

Los buenos padres ayudan a sus hijos a entender y aceptar la imperfección en el mundo y en ellos mismos. Y sin embargo, muchos padres bien intencionados, sin quererlo le enseñan a sus propios hijos a ser perfeccionistas.

¿Qué es el perfeccionismo?

Los perfeccionistas no pueden separar quienes son de cuán bien les va.

Cada vez que un perfeccionista tiene una tarea o una prueba que realizar, es de vida o muerte. Son buenos solamente si les va bien. Si les va mal, algo está mal con ellos mismos.

Esto es una receta para el desastre.

Condenados a infinitas pequeñas fallas (ya que, después de todo, el perfeccionista está viviendo en un mundo imperfecto), los niños desarrollan una baja autoestima y falta de confianza en su habilidad para hacer cosas – porque hacer cosas implica hacerlas de forma perfecta, y eso casi nunca ocurre.

Si eres un perfeccionista, tu hijo está destinado a aprender a relacionarse con el mundo de la misma manera. El aspecto más importante de enseñar a tu hijo a aceptar la imperfección es modelando esa conducta en ti mismo.

Cuando tu hijo llega a casa y te dice que obtuvo una calificación promedio en un examen, no le digas "¿Y por qué tuviste esas respuestas mal?" Eso es homicidio.

Construye sobre lo correcto

Los niños tienen que ser "atrapados" haciendo lo correcto. La educación adecuada de tus hijos – en materias de la escuela o en la vida – construye sus éxitos. Piensa en la forma en que los niños aprenden a hablar:

No te sientas con tu hija de 16 meses de edad para familiarizarla con los sonidos de las 26 letras del abecedario y sus combinaciones, y luego le indicas que practique poner la lengua en la posición adecuada para cada letra.

¡Ella simplemente habla!

En Latinoamérica, los padres y madres son llamados "mamá" y "papá"; en Israel, son llamados "ima" y "aba".

Un niño de 16 meses sentado en una silla en Israel, balbuceando "ma, ma, ma..." está solamente haciendo ruidos de bebé. En América Latina, la madre del bebé salta de alegría, aplaude y llama a su madre para decirle que su hijo comenzó a hablar "¡Trató de decir mamá!".

En Israel, "ma, ma, ma" no significa nada, pero si el bebé hubiera dicho "im, im, im..." la abuela recibe una llamada telefónica. Y al ver la emoción de su madre, el bebé aprende a decirlo nuevamente.

Entonces, ¿por qué no insistimos en una sintaxis perfecta desde el principio? Porque entendemos que un día "wawa" se convertirá en "agua". Aceptamos la imperfección que nos permite acercarnos a la perfección.

La imperfección es lo que nos permite acercarnos a la perfección.

Tu hijo no es una máquina

Hace unas décadas, los medios comenzaron a hablar de una "brecha generacional" porque los niños sentían que sus padres no los entendían. En la comunidad judía, mi maestro, de bendita memoria, Rav Simja Wasserman, dijo que esto se debía en parte al extraño fenómeno llamado Síndrome de "mi hijo el doctor".

Los padres querían lo que los judíos llamamos nájat —orgullo y placer— de sus hijos, lo cual es natural. Y definían eso como tener un niño que es un profesional médico.

El problema es que se relacionaban con su hijo como una máquina de nájat: mi hijo está aquí para darme placer. Bueno, no lo está. Esa actitud hace que el niño sienta que las decisiones de sus padres no son necesariamente para su bien. Obtener un "logro" no es necesariamente para su bien sino para el nájat de sus padres.

Tu definición de éxito debe ser lo suficientemente amplia como para permitir logros no académicos y para representar quién es realmente tu hijo. Tienes que descubrir en qué son buenos. Eso significa que tienes que conocerlos profundamente.

Cualquier logro es grande

Siéntete bien por tus logros y los de tus hijos, por muy pequeños que estos logros sean. Ese es el antídoto al perfeccionismo. Deléitate en la felicidad del logro. Y no menosprecies los logros pequeños.

Ningún logro es demasiado pequeño por dos razones: Primero, ¿de qué crees que están hechos los grandes logros de todos modos? De muchos logros pequeños.

Segundo, ninguna buena acción se pierde. Así como en la física la materia ni se crea ni se destruye, así también en el mundo espiritual, todo es para siempre. Incluso la cosa más pequeña que hagas debería darte placer para siempre. Ninguna buena palabra pronunciada se pierde jamás. Ninguna sonrisa que des se pierde jamás. Así que alégrate y deléitate en ella.

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