9 Lecciones que mi Bebé me Enseñó Acerca de Dios

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Mi nuevo paradigma para relacionarme con Dios.

Después del nacimiento de mi primer bebé, una niña, lentamente he asumido el rol de madre. También he descubierto un nuevo paradigma para mi relación con Dios, el Padre por excelencia.

1. El amor que Dios siente por mí:
Es realmente imposible cuantificar el amor y la devoción que siento por este pequeño bebé. Este sentimiento existe desde el minuto en que nació y aumenta con cada día que pasa. Esto me da un cierto marco de referencia para imaginarme la infinita cantidad de amor que Dios siente por mí y por cada una de sus creaciones.

2. Dios está completamente comprometido con mi bienestar durante las 24 horas del día:
Mi amiga una vez me contó que, desde que se convirtió en madre, ella se dio cuenta que nunca dejaría de estar preocupada. Nunca voy a dejar de sentir preocupación por mi hija, incluso cuando no estemos juntas físicamente. Dios, también, está completamente conectado con sus hijos, las 24 horas del día, los 7 días de la semana.

3. Nosotros somos completamente dependientes de Dios; somos indefensos sin Él:
Los padres primerizos siempre están intimidados por lo vulnerable que es el bebé recién nacido. Son muy frágiles. Uno tiene que ser cuidadoso sosteniendo el cuello y la cabeza, manipulándolo delicadamente y con mucho cuidado. Podrían lastimarse muy fácilmente si no fuera por el cuidado de sus padres. Sus necesidades de alimentación, sueño, cariño, vestimenta, son atendidas por sus padres. Realmente no hay una sola cosa que puedan hacer por si mismos.

Nosotros a veces creamos una ilusión de independencia, pero en realidad, dependemos absolutamente de Dios.

4. Dios siente mi dolor y llora conmigo:
El Talmud dice que el sonido del llanto de un bebé, es físicamente incomodo para su madre. Si el bebé, Dios no lo quiera, se enferma o está incomodo, la madre sufre tanto o más que el bebé.

Así como la madre llora con su precioso bebé, Dios siente el dolor de sus hijos y llora con ellos, millones de veces más fuerte.

5. A veces Dios debe dejarnos llorar por nuestro propio bien:
Estoy en medio de hacer dormir a mi bebé durante la noche. Ella se despierta frecuentemente y llora. Cuando voy a verla, me mira con sus grandes ojos, pidiéndome que la tome en brazos, y yo sólo quiero rodearla con mis brazos y abrazarla. Sé que puedo calmar su llanto en un instante, y quiero tanto hacerlo. (Y generalmente lo hago).

Pero también sé lógicamente que cuando hago eso, ella continua despertándose repetidamente hasta que amanece, cansada y con ojos de sueño. A veces un pequeño llanto de mi bebé es para su bien. Ella va a aprender a auto-consolarse, y a dormirse sola para tener una reparadora noche de sueño.

Aunque todavía no soy una experta en esto, creo firmemente en el concepto que está detrás. Dios a veces necesita dejarnos llorar. Eso lo lastima, pero Él no siempre puede darnos lo que pedimos.

6. Dios desea que lo busquemos.
Es el sentimiento más hermoso del mundo cuando tu bebé empieza a desarrollar su conciencia y movilidad, y es capaz de llevar sus manos hacia ti cuando te ve. Los padres supuestamente son desinteresados, pero deseamos el reconocimiento de nuestros hijos y nos gratificamos cuando lo recibimos.

Dios también desea nuestro reconocimiento. Él quiere que lo busquemos, para que sintamos que podemos volver a Él cada vez que lo necesitemos.

7. Dios nos da el poder de recrearnos a nosotros mismos todos los días.
Los bebés siempre están descubriendo algo nuevo. Un día son las maravillas de sus manos, otro día es la flexibilidad de sus pies. Ellos pueden fijarse en algo aparentemente ordinario por horas, encontrarlo asombroso y disfrutar con eso. Y a través de esos descubrimientos crecen y desarrollan tremendamente sus capacidades visuales, cognitivas y motoras.

Nosotros también tenemos la capacidad de realizar descubrimientos y de superarnos a nosotros mismos todos los días. Tenemos el poder de recrearnos y de obtener grandes ganancias en nuestro desarrollo espiritual.

8. Dios debe dejarnos encontrar nuestro propio camino:
Cuando mi bebé empezó a agarrar objetos por primera vez, extendió su mano hacia un juguete que estaba un poco fuera de su alcance, estuve tentada de ponerlo en su mano. Pero necesitaba dejar que ella sola lo alcanzara, incluso si era frustrante para ella.

Dios debe dejarnos encontrar nuestro propio camino, dándonos el espacio para tomar nuestras decisiones, incluso si eso significa que a veces nos frustremos. A veces me imagino a Dios rondando sobre nosotros y viendo cada paso que damos en el camino, con sus brazos extendidos y observando para agarrarnos si nos caemos.

9. Dios nos da un potencial ilimitado:
Cada padre ve a su pequeño bebé, y desea el mundo entero para él. Desea que logre todos sus objetivos y que alcance su potencial ilimitado.

Me imagino como Dios nos ve de la misma manera. Todos nosotros tenemos un único propósito en este mundo. Hay tanto para lograr. ¡El cielo es el límite! Con el amor y la guía de nuestro Padre desde arriba, luchemos para alcanzarlo.

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