Cómo Alabar a Tus Hijos

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Cinco reglas fundamentales para dar elogios sanos y constructores de autoestima.

Jonatán volvió a casa de la guardería con su primer dibujo: una “abstracta” casa roja. Mamá no sólo lo colgó, sino que también esperó ansiosamente cada una de sus obras maestras, convirtiéndose en una especie de Mamá de Chagall. “¡Qué talento!” exclamaba mientras le enviaba copias escaneadas de sus obras de arte a la familia, amigos y vecinos. Después de gastar una pequeña fortuna en insumos artísticos y dar vueltas alrededor del “creativo” Jonatán, imagina el horror de mamá cuando un día su “pequeño Chagall” abandonó su "carrera" a los cuatro años y medio. Jonatán no sólo se rehusó a volver a dibujar, sino que también se comió cinco crayones (no tóxicos) – y fueron los rojos.

Rebeca ganó un concurso de belleza para bebés. Era adorable. La familia, los amigos, incluso los extraños le decían “¡Eres la niña más bella que jamás he visto!” Y los elogios seguían y seguían. Hasta que llegó la adolescencia y sus rizos se volvieron en su contra, haciéndola ver "demasiado pequeña". En la escuela secundaria Rebeca no logró ser parte del grupo de los populares, y pasó por tanto casi todo el tiempo deprimida en su cuarto, obsesionándose frente al espejo con cada defecto que veía.

Durante un viaje en auto, el pequeño David se ofreció a compartir un caramelo con Eva, su hermana menor, que estaba llorando. Era primera vez que David realizaba un gesto de este tipo. “¡Eres el mejor hermanito del mundo!” exclamaron sus padres, excitados por la repentina muestra de generosidad de su hijo. Eso fue hasta que David tomó la Barbie de Eva y le torció la cabeza.

Después de todos esos elogios, ¿Dónde quedó la feliz autoestima? “¿Por qué mi hijo se está convirtiendo en Bart Simpson?”, se preguntan estos padres.

Miremos el tema de cerca, en términos adultos.

Una noche, en una inusual explosión de energía, te encargas de las tareas usuales de tu esposa. Emocionada, dice: “¡Eres el mejor esposo del mundo!” ¡Qué elogio! Sí, ¡Soy un esposo espectacular! Piensas inflando el pecho. Pero luego te preguntas: Un momento. ¿Ella quiere que yo sea “grandioso” todo el tiempo?

¿Qué harás mañana? Sé honesto. Probablemente harás un poco –o mucho- menos de lo que hiciste esa noche inspirada.

Ahora veamos al pequeño Jonatán, “el pintor”. Incluso a los cuatro años sabía que su trabajo estaba “bien”, pero ¿y qué? Disfrutaba dibujar con su pintura roja – hasta que fue “promovido” con alabanzas al puesto de “pequeño Chagall”. En ese momento se frenó. Al estar bajo toda esa inmerecida e indeseable presión, él opto por comerse los crayones.

La autoestima se desploma bajo el peso de una alabanza inútil.

Veamos a nuestra “bella” Rebeca. Toda esa alabanza que ponía en el altar aquel superficial “regalo” que Dios le dio causó que ella ignorase su verdadero valor: los logros por los que ella se había esforzado para conseguir. Rebeca no sólo se alejó del tema en cuestión – en este caso el concurso de belleza – sino que lo hizo en medio de vergüenza y depresión.

Con respecto al “gran hermano” David – cinco minutos antes él había deseado en secreto que sus padres dejaran a su pequeña hermana llorona en la gasolinera. Qué ‘buen hermano’ que soy, pensó con culpa. Sólo le di el caramelo para callarla. Luego él hizo una lobotomía a su Barbie para probar el error de sus padres.

La autoestima, en lugar de crecer, se desploma bajo el peso de una alabanza inútil. El chico crece con una imagen ficticia de sí mismo, una imagen muy difícil de lograr y que puede conducirlo a darse por vencido o convertirse en un adicto a la adulación.

Cinco Reglas Fundamentales de una Alabanza Sana

El poder positivo de la alabanza es muy reconocido. A medida que los chicos crecen, ellos necesitan que los retroalimenten con información que les muestre quiénes son. La alabanza es una de las formas en que pueden aprender sobre sí mismos. Cuando escuchan elogios positivos específicos y honestos, desarrollan la confianza en sí mismos y la autoestima.

Pero la alabanza general y exagerada a menudo tiene el efecto opuesto, haciendo que el niño crezca con expectativas irrealistas y engañosas. Decirle a un niño: “Eres un hijo maravilloso”, “Eres la persona más honesta que conozco”, “Eres el angelito de mamá”, “Siempre es un placer estar contigo”, “Eres un gran artista, escritor, [rellena el espacio vacío]”. “Eres tan inteligente, no hay nada que no puedas hacer”; todos parecieran ser impulsadores de autoestima, pero en realidad son recibidos como “desafíos”.

El elogio es como un medicamento: La medida justa en el momento correcto.

Esos desafíos establecen estándares imposibles. Los padres pueden esperar que sea verdad, pero nuestros hijos saben que no es así. Después de todo, ¿quién podría vivir a la altura de semejantes estándares?

El elogio es como un medicamento. La cantidad y el tipo necesarios, en el momento justo, pueden restaurar y contribuir al bienestar de nuestros hijos; pero demasiado del tipo equivocado, o el adecuado en el momento equivocado y tendremos un pequeño para quien el elogio:

  1. Es inexacto y no encajará con la imagen que tiene de sí mismo.
  2. Aumenta la ansiedad porque no sólo se siente un fraude sino que, como le pasó al pequeño David, puede rápidamente perder su aureola si es “descubierto”.
  3. Puede generar auto-expectativas imposibles. “Soy perfecto o no soy nada”, lo que se convierte en una brújula emocional.

Entonces, ¿Cómo podemos elogiar sin “castigar”?

1. Elogia los logros realistas de forma específica

“Gracias por ayudarme a limpiar el sótano, se ve como nuevo”, o “Seguiste la receta y estamos disfrutando mucho tus galletas” en lugar de “Eres un limpiador o cocinero fantástico” expresan que nuestros hijos hicieron un buen trabajo sin aumentar la ansiedad porque esperamos que sean estrellas mundiales de las tareas hogareñas. Hacer que los niños sepan lo que verdaderamente están logrando ofrece un espejo emocional realista. ¿Qué mensaje escuchan? “¡Mi trabajo sirvió! Hice algo nuevo, puedo aprender, escuchar, seguir instrucciones. Fue divertido, mi familia me aprecia. Me siento taaaaan maduro y no veo la hora de hacer más”.

2. Elogia con medida

La proporción es crítica en cualquier buena receta. Demasiado dulce (elogio) es tan insalubre como demasiada sal (crítica). Nuestro hijo limpia bien su cuarto; es su trabajo y su desafío. Merece el reconocimiento simple y honesto, no una celebración con una banda musical. Todos queremos que nuestros hijos tengan sus propios logros reales y que no se conviertan en “adictos a los dulces”.

3. Elogia el aquí y ahora sin profetizar ni preparar la repisa para un premio Nobel

En el sidur decimos cada mañana: “Una persona siempre debe admitir la verdad y hablar verdad en su corazón”. Adular en demasía es una “falsedad” y, a pesar de que sea una alabanza bien intencionada, nuestros hijos saben que no merecen toda esa gloria. No sólo sienten el estrés, sino que también comienzan a dudar de sí mismos y de nosotros. Irónicamente, el elogio exagerado puede causar que nuestros hijos se inhiban o que se conviertan en competitivos a toda costa. Por otro lado, el elogio específico y proporcionado los alienta a creer en el valor de una tarea bien hecha.

4. El elogio útil le permite al chico deducir la verdad sobre sí mismo y su carácter

Decir: “Aprecio mucho que me avisaras que te di un billete de cinco en lugar de uno de uno” es mejor que “¡Siempre eres tan honesto!”, porque el primero deja que los niños capten la idea – por sí mismos – que la honestidad es una cualidad positiva que ellos pueden y deben fomentar como un estándar ético que es importante, notable y respetado.

5. Elogia un buen intento tanto como el logro

“¡Wow! Un 85% en matemática. Fue una prueba difícil, sé que te preocupaba. Esta nota muestra que te esforzaste mucho y que valió la pena” le dice al niño que el esfuerzo y la perseverancia son más importantes que el éxito instantáneo.

El elogio útil sustenta la realidad positiva, actúa como un espejo emocional adecuado y permite que el chico se conozca a sí mismo y que desarrolle un sentido de ética. Con esos rasgos de carácter, los chicos pueden crecer y madurar confiando en sí mismos – una confianza que se han ganado y con la que pueden contar.

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