El mejor consejo para padres: Ser buenos esposos

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Al tratar a los demás con amor y respeto les damos a nuestros hijos el mejor regalo que podemos imaginar

Una joven recuerda el siguiente incidente de su infancia:

“Una noche, luego de un día muy agotador, mi madre preparó la cena. Colocó frente a mi padre un frasco de dulce y una tostada bastante quemada. Yo esperaba ver si mi padre se daba cuenta de la tostada quemada, pero él simplemente la comió y me preguntó cómo me había ido ese día. No recuerdo cuál fue mi respuesta. Pero en ese momento mi madre se disculpó por haber quemado la tostada, y nunca olvidaré la respuesta de mi padre: ‘Cariño, ¡me encantan las tostadas quemadas!’

“Más tarde, antes de irme a dormir, le pregunté a mi padre si a él realmente le gustaban las tostadas quemadas. Me abrazó y me dijo al oído: ‘Tu madre tuvo un día largo y difícil, realmente estaba muy cansada. Las tostadas quemadas nunca pueden hacer daño, pero las palabras sí’”.

La manera en que tratamos a nuestra pareja no sólo impacta sobre el matrimonio, sino que también tiene un impacto duradero sobre nuestros hijos.

Desde una edad muy temprana, nuestros hijos son los observadores más astutos que existen sobre todo lo que hacemos. No se les pasa nada. El Talmud enseña que todo lo que un niño dice fuera de la casa viene de las palabras que se dicen en su hogar.

Esto llega todavía más lejos: la manera más efectiva de educar niños sanos, bien adaptados y felices no es ocupándonos de ser el mejor padre del mundo, sino en ser el mejor esposo.

Los niños que crecen en un hogar en el cual los padres se tratan con absoluto amor y respeto, en el cual cada uno es la prioridad principal del otro, han recibido el mejor regalo imaginable.

Ellos se sienten seguros.
Sienten amor.
Sienten calidez.
Aprenden qué es el respeto.
Aprenden sobre la entrega no egoísta.
Aprenden a no ser haraganes.
Aprenden a contener las palabras que pueden lastimar.
Aprenden a ser leales y comprometidos.
Aprenden qué significa ser un buen amigo.
Aprender a reírse.
Aprender a ser compasivos y cuidar al otro.
Aprenden a escuchar con atención.
Aprenden cómo comunicarse.
Aprenden a comprometerse.

Pero más que nada, aprenden qué significa ser un ser humano digno.

Los padres que consistentemente colocan a sus hijos antes que a sus esposos, tienen que reevaluar sus prioridades.

Por supuesto que debemos trabajar para ser los mejores padres que seamos capaces de ser. Tenemos que invertir en nuestros hijos tiempo y energía, amor y paciencia. Pero si invertimos sólo en nuestros hijos y descuidamos nuestro matrimonio, inevitablemente nuestros hijos reconocerán nuestra dualidad.

¿Por qué papá me habla con tanta amabilidad pero todo el tiempo le habla mal a mamá?

¿Por qué mami tiene tanta paciencia para mí pero parece que no le importa nada de papá cuando él regresa a casa luego de un largo día de trabajo?

¿Por qué papá sólo me sonríe y me dice cosas agradables a mí?

¿Por qué mamá me prepara a mí la cena pero no le prepara nada a papá?

Cuando un hijo siente esta dualidad, en un primer momento se siente confundido y eventualmente termina perdiendo el respeto. El niño pierde a su héroe y el padre pierde su legado.

En síntesis: trabajar para ser el mejor esposo que puedas es la manera más efectiva de ser un padre bueno y responsable. Tus hijos te lo agradecerán eternamente y te considerarán de la mejor manera.

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