Mi hijo no me escucha

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Una forma simple de llegar a tus hijos: empatía.

Mi hijo tiene problemas con sus deberes. Él dice que es tonto, yo le digo que no lo es, y él solamente se molesta más. Mi hijo se queja porque todos sus amigos tienen iPods, X-Box y televisores de pantalla plana, pero él no. Cualquier cosa que le diga lo hace mirar para otro lado y alejarse enojado. Para mi hija, todo es una gran tragedia: su cabello, sus amigas, sus calificaciones. ¿Cómo les enseño a entender qué es importante en la vida?

Rav Israel Salanter, un gran rabino del siglo XIX, explicó que un niño cuyo juguete se rompe se siente de la misma forma que un mercader cuando su barco se hunde en el mar con todas sus sofisticadas mercancías. Los niños y adolescentes tienen fuertes sentimientos por los problemas en su mundo. Parece tan intrascendente (es solamente un barco de juguete, es solamente una calificación, es solamente un día de pelo desarreglado) pero es desgarrador para ellos. Ellos no tienen la habilidad de pasar por alto sus (aparentemente) pequeñas dificultades; ellos no pueden ver el bosque más allá de los árboles.

Ahí es donde entramos nosotros en escena. Nosotros podemos ayudarlos a ver el panorama general.

¿Cómo?

Debemos entrar completamente en el mundo de nuestros hijos y por un momento, ver las cosas de la forma en que ellos las ven. Debemos utilizar empatía. Sólo cuando utilizamos empatía ayudamos a nuestros hijos a superar sus problemas y a idear soluciones propias.

Puede que no nos demos cuenta, pero en nuestro rol de padres, a menudo negamos los sentimientos de nuestros hijos en vez de escucharlos y reflexionar; dos ingredientes claves para comunicar empatía.

Cuando un niño dice, "Tengo calor", un padre a menudo dice, "Hace frío aquí, déjate puesta esa chaqueta". Un niño dirá, "Odio mi cabello", y su padre dirá, con buena intención, "Tu cabello es precioso". Cuando un niño tiene problemas con sus deberes y dice, "No soy bueno para las matemáticas", un padre amoroso dirá, "No es así, ¡eres muy inteligente!". Todas estas afirmaciones son ejemplos de cómo los padres sin saberlo niegan los sentimientos de sus hijos.

La negación de sentimientos puede ser despectiva y dura, "No necesitas un iPod, es demasiado caro". Pero también puede ser amable, con la mejor de las intenciones: "Tú tienes muchos amigos y estudias tanto, ¡ni siquiera tendrías tiempo para usar tu iPod!". Puede ser también una inoportuna lección de moralidad: "Los iPods son para personas egocéntricas, y la música fuerte puede dañar tu audición".

Pero de cualquier forma que lo hagas, sigue siendo una negación de sentimientos. Esto causa rabia y frustración, y cierra los canales de comunicación. ¿El resultado final? Miradas desviadas, conversaciones cortadas, mal humor o gritos.

Piensa en la última vez que tuviste un día difícil y se lo contaste a un amigo y él respondió, "No puede haber sido tan difícil", o, "Te estás molestando por nada". Lo que necesitabas era empatía, no filosofía, consejo o negación de tus sentimientos.

Aquí hay cuatro excelentes técnicas que nos enseñan cómo demostrar empatía. Puedes utilizarlas en cualquier relación:

  1. Escucha con completa atención (no puedes pretender), y utiliza siempre contacto visual. Responde en intervalos con señales de que estás prestando atención (di por ejemplo: “¿En serio?” “Muy interesante”). No los interrumpas cuando están hablando; déjalos sacar todo para afuera.

  1. Asigna un nombre a sus sentimientos: "Suenas tan: frustrado / molesto / cansado / irritado / avergonzado", o "Eso debe doler mucho".

  1. Verbaliza sus deseos: "¡Te gustaría tener todos los juguetes del mundo", "Te gustaría que la escuela fuera dos días a la semana y el fin de semana cinco días".

  1. Utiliza palabras de empatía, como "es tan triste" o "que mal" y pregunta "¿Qué vas a hacer al respecto?".

Estas técnicas te enseñan a escuchar. Además, le otorgan a los niños palabras con las cuales describir sus realidades internas y las fuertes emociones que están experimentando.

Por ejemplo, en el caso de un niño que está teniendo problemas con sus deberes de la escuela, podemos darle un nombre a sus sentimientos: "Suenas frustrado. Parece que este trabajo es realmente difícil". Verbaliza sus deseos: "Te gustaría que esta materia fuera más fácil para ti". Sé empático y pregúntale qué hará al respecto: "Esto es difícil. ¿Qué te gustaría hacer para mejorar la situación?". Él podría pensar en una respuesta productiva: "Quizás le pediré a Levi que me ayude, él sabe de estas cosas".

Al principio, cuando comienzas a utilizar estas técnicas, se siente un poco extraño. Pero una vez que te acostumbras, verás que las diarias luchas de poder con tus hijos desaparecerán. Te asombrará cómo los niños asumen responsabilidad por su propia conducta y son capaces de resolver sus propios problemas.

Basado en técnicas de Faber y Mazlish.

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