Tevet: Perdido en la traducción

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Tevet es un tiempo de retorno y redefinición.

En el mes hebreo de tevet ocurrieron cambios que han tenido repercusiones a lo largo de toda la historia judía.

El 8 de tevet se completó la traducción de la Torá al griego, la cual fue ordenada por Ptolomeo. El monarca egipcio sabía perfectamente lo complicado que sería el trabajo, y reunió a 70 sabios para componer una traducción utilizando sólo el texto escrito. Él esperaba que la traducción no sólo les diera a los griegos un entendimiento literal de los Cinco Libros de Moshé, sino que también les diese un vistazo de lo que Dios les comunicó a los judíos en el Monte Sinai.

La traducción resultante fue considerada una tragedia. Pero, ¿por qué? ¿Acaso esto es algo inherente en todas las traducciones? ¿Por qué la verdad de la Torá debiese ser inaccesible? En los tiempos modernos la gran cantidad de traducciones existentes han sido un aporte estupendo. La abrumadora ignorancia de la tradición y la liturgia judía con la que crecí ha sido casi eliminada por las traducciones de los libros de rezos y los Jumashim (Cinco Libros de Moshé).

¿Cuál es la diferencia entre la Septuaginta (la traducción de 70 hombres) y las traducciones de hoy en día?

Ptolomeo quería helenizar la Torá; la quería en su biblioteca junto a los otros clásicos de la época. Para él era inconcebible que un documento entregado por Dios y uno escrito por el hombre fuesen tratados de forma diferente.

Ptolomeo quería darle acceso a la Torá a todo el mundo, pero quería hacerlo empequeñeciendo su alcance, de forma tal que encajase en las limitaciones de la mente humana.

El objetivo de la Torá es presentarnos una forma de vida que nos cambiará y nos llevará hacia lo desconocido: la infinidad de Dios. El objetivo de los otros trabajos es darnos un mayor entendimiento de nosotros mismos y del mundo. Unos tratan sobre el mundo y los seres humanos, mientras que la Torá trata sobre un mundo que está mucho más allá de las limitaciones de la visión humana. Los autores de las traducciones de hoy en día intentan que todo el mundo sea capaz de experimentar la Torá a través de engrandecer a la gente. Ptolomeo quería darle acceso a la Torá a todo el mundo, pero quería hacerlo empequeñeciendo su alcance, de forma tal que encajase en las limitaciones de la mente humana.

Fue una tragedia. De hecho, nuestros sabios la compararon al pecado del Becerro de Oro. Los judíos, que creían que el encuentro en Sinai con un Dios incognoscible sería abrumador, asumieron que Moshé ya no estaba con ellos y decidieron hacer ellos mismos un dios. Era un dios que encajaba en su repertorio existente de simbolismo religioso; ellos empequeñecieron a Dios justo cuando tenían la oportunidad de caminar hacia lo desconocido con fe absoluta y de trasformase en gente mucho más grandiosa que lo que hubieran podido ser en cualquier otro momento.

El 9 de tevet es la fecha de la muerte de Ezra y Nejemia, los líderes espirituales que trajeron a los judíos a Israel después del exilio de Babilonia para comenzar el proceso de rejuvenecimiento del pueblo judío. El exilio babilonio fue la expulsión forzada de los judíos de su tierra —la cual habían habitado durante 850 años— hacia Babilonia. Permanecieron allí durante 70 años, durante los cuales los persas conquistaron a los babilonios y los griegos a los persas.

Desde afuera parecía que el trauma de la expulsión sumado a las sutiles fuerzas de asimilación al pueblo conquistador —que representaba el éxito y la victoria— nos destinarían a convertirnos en un grupo anónimo de gente en vez de en una nación. Ezra y Nejemia revirtieron el proceso, y virtualmente le dieron nueva vida a nuestro sentido de nacionalidad. Su éxito fue más allá de lo imaginable; con la ayuda política de Cirus de Persia, el sueño de volver se convirtió en realidad.

A diferencia del retorno presente a Israel, ese retorno no se vio disminuido por la ambigüedad espiritual. Ezra logró lo que ningún líder (ni siquiera Moshé) había logrado en toda nuestra historia. Él inspiró a su pueblo no sólo a volver a su tierra, sino también volver a su Dios. Era realmente una nueva era, pero con la muerte de ellos, dicha era llegó a su fin, y el siguiente paso era mucho más incierto de lo que había sido durante todas sus vidas. Todo el período del Segundo Templo estuvo marcado por una lenta erosión de nuestra identidad. Hubieron momentos dorados y personalidades inolvidables, pero algo estaba faltando: la absoluta claridad de propósito que Ezra nos había traído.

El dicho dice que nadie es irreemplazable. Pero eso es mentira. En realidad, lo cierto es lo opuesto: nadie es reemplazable, y nada prueba esta verdad con más efectividad que el decline que ocurrió inmediatamente después de la muerte de los líderes del pueblo.

El 10 de tevet tuvimos la dudosa distinción de "un nuevo comienzo", cuya huella continúa siendo parte de nuestra identidad nacional. Fue el día en que las fuerzas que llevaron al exilio comenzaron a concretizarse, llevándonos de una diáspora a otra. Son muchos los judíos que definen su relación con el judaísmo en base a la continuidad de tragedias que se sucedieron, culminando con el Holocausto. Visitamos los campos de concentración y cerramos nuestros ojos después de escuchar o ver otro terrible acto de terror. Algunos de nosotros hemos visto sus restos estériles en Europa.

La saga de persecución comenzó el 10 de tevet. ¿Qué pasó exactamente? Jerusalem fue rodeada por las fuerzas babilonias (de las que hablamos previamente en referencia al 9 de tevet); rodearon Jerusalem y comenzaron un sitio de tres años que terminó en la destrucción del Templo y en el comienzo del exilio que aún no ha terminado. Incluso durante el tiempo de Ezra, que fue lo más cercano que estuvimos de una redención nacional, la mayoría de los judíos nunca volvieron a casa. Hicimos nuestra vida en Babilonia, Persia, Grecia y otros lugares para estar cómodos, ser aceptados y, aún peor, ser normales.

Los sabios instituyeron un ayuno el 10 de tevet. El ayuno tiene el objetivo de ser un momento para preguntarnos si deberíamos transitar la historia como viajeros tranquilos mirando por la ventana mientras somos conducidos a lugares desconocidos, o si deberíamos hacer algo para determinar en qué dirección nos encaminaremos. Hoy, más que nunca, todas las puertas están abiertas. Podemos elegir el camino de permitir que otros definan quiénes somos y luego vivir según esa definición. Para mucha gente el liberalismo y el judaísmo se han convertido en sinónimos. La razón de esto es que algunas partes de la Torá encajan mejor que otras en el patrón neogriego de pensamiento occidental; el judaísmo ha sido "traducido" una y otra vez desde la Septuaginta con el objetivo de que su significado se adecue a lo que les resulte más aceptable a los sucesores de Ptolomeo.

Otro camino que podemos elegir es el decaimiento moral, el cual acorta la distancia entre nosotros y quienes desean destruirnos. Este camino llevó a la destrucción de ambos Templos, a la expulsión de nuestra tierra y al odio irracional que vivimos cuando las naciones se vuelcan en nuestra contra si nos convertimos en algo demasiado parecido a lo que son ellas.

Hay una tercera posibilidad. Podemos elegir renovar nuestro compromiso con nuestro propio legado y seguir el camino establecido por Ezra y Nejemia.

Tevet es un tiempo de retorno y redefinición. Espero que todos seamos capaces de utilizar el poder de este mes para descubrir quiénes somos en realidad y quiénes queremos ser. Ésta es la clave de la redención personal, la cual a su vez es la clave de la redención nacional.

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