Los judíos y los árboles

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El día 15 del mes de Shvat del calendario judío se celebra “Tu BiShvat”, el 'Año nuevo de los árboles'. Esta fecha es una buena excusa como para juntarse en familia y cumplir con la costumbre de comer muchos tipos de frutas. Pero más allá de la cuestión gastronómica (algo nada menor en nuestro pueblo), todos sabemos que en el judaísmo no hacemos cosas sin pensar, o sin que tengan un impacto práctico en nuestras vidas. Siendo así, ¿qué sentido tiene para nosotros festejar el 'Año nuevo de los árboles'?

La respuesta más inmediata nos lleva a la ley judía. Saber desde cuándo contamos los años de los árboles nos permitirá llevar cuentas claras en cuanto a leyes como “Orlá” (la prohibición de comer los frutos de un árbol durante sus primeros 3 años) o de “Maaserot” (la obligación de sacar anualmente el diezmo de la cosecha).

Yendo un poco más en profundidad, ríos de tinta han sido dedicados en los libros dedicados a la Cábala sobre este tema. Los estudiosos de la parte oculta de la Torá han destacado lo elevado que es este día y cuánto impacto espiritual tiene la celebración de Tu BiShvat. Al día de hoy, en el mundo jasídico, los Rebes hacen grandes encuentros con sus seguidores y la celebración de esta fecha tiene una importancia destacada.

Pero sin ingresar en cuestiones cabalísticas (principalmente por mi propia ignorancia), debemos saber que en el judaísmo se compara al hombre con un árbol; y los frutos del árbol, con las generaciones venideras.

Analizando esta comparación, tal vez podamos ver en los árboles un mensaje que nos brinde un nuevo significado a nuestras vidas.

Uno de los más grandes desafíos a los que se enfrenta nuestro pueblo hoy es la incertidumbre respecto a las futuras generaciones. Los índices de asimilación son alarmantes, y muchos son los que se preguntan qué pueden hacer para que sus hijos, sus "frutos", se mantengan como orgullosos representantes del pueblo judío. Este dilema es tan complejo que cada caso y caso debe ser analizado de manera individual. Además, debemos comprender que Dios maneja el mundo y sólo Él sabe las razones por las cuáles las cosas suceden de la forma en que lo hacen.

Sin embargo, podemos ver cómo en el árbol el cuidado de los frutos no empieza en los frutos mismos, sino mucho antes. Para que un árbol pueda dar frutos, debe contar con raíces fuertes, cuidadas y protegidas. Sólo si hay una buena conexión entre el tronco y sus raíces, se podrán esperar frutos destacados.

Muchas veces caemos en el error de identificar un problema como algo que no tiene nada que ver con nosotros. Pensamos en “qué harán las futuras generaciones”, sin pensar en qué podemos hacer nosotros como para facilitarles la elección.

Nuestra generación no posee de profetas o de visionarios como para saber qué nos deparará el futuro. Lo que sí podemos hacer es dar nuestro máximo esfuerzo por mejorar nuestro presente.

Nosotros somos hoy el "tronco" del pueblo judío. Y, si en verdad queremos ocuparnos de nuestras futuras generaciones, debemos aprender el mensaje que nos dan los árboles: reforzar nuestra conexión con nuestras raíces, desempolvar la riqueza de nuestro pueblo, y asegurarnos de ser transportadores adecuados de los “nutrientes espirituales” para proveer alimento a los frutos venideros.

¡Tu BiShvat saméaj!

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