Una Luz en la Oscuridad

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Un relato personal acerca de un acto de bondad recibido por 600 soldados Israelíes.

Un año ha pasado, pero el Teniente Primero M. no ha olvidado aún la Segunda Guerra del Líbano ni su visita a Migdal Ohr.

"Recuerdo las dos semanas de combate cara a cara, las ordenes confusas y el equipo de combate insuficiente, el hambre intensa, el agotamiento físico y emocional, y lo mas difícil de todo, el silencio auto-impuesto y la disociación con nuestro alrededor. "Ahora no es tiempo para quejarse, pero cuando se termine", pensábamos para nosotros mismos, "cuando las sirenas rojas de ataque sorpresivo paren y estemos fuera de estos trajes de combate, podremos hablar y se conocerá la verdad".

Cuando llegaron las noticias de que recibiríamos un día libre, nuestros corazones se elevaron. Sufrimos tanto estrés y dificultades. ¿A dónde iríamos? ¿Cómo podríamos sacar el mayor provecho de este regalo?

Comenzaron a circular rumores de que iríamos a una escuela en Migdal HaEmek. "¡Esto debe ser una broma! ¿Quién pidió diez buses para que nos lleven a una ieshivá con algún Rabino que lo único que intentará hacer es lavarnos el cerebro?".

Entonces algunos muchachos recordaron. "El Rabino Grossman, ese es el Rabino de las Discotecas, ¿no? Todos los muchachos lo respetan mucho". ¿Pero que saben ellos? Él es solamente un rabino.

Cansados y emocionalmente agotados, nos bajamos de los buses y quedamos frente a frente con un judío que se veía como del Viejo Mundo, con una barba blanca, peyot y una chaqueta larga. "Así que aquí viene", pensé, "la presión para ponernos Tefilin o decir plegarias juntos. Que día libre".

"Chicos", resonaron las palabras del rabino, "les sugiero que lo primero que hagan sea darse un chapuzón en la piscina para refrescarse. Mientras tanto, les prepararemos algo de comer".

"¿Cuál es el problema? ¿600 soldados? Todos deberían venir, ¡por supuesto que tenemos espacio!".

Con una sorprendente simplicidad el Rabino Grossman escuchó a la pasada que la brigada estaba buscando un hogar por un día, e inmediatamente ofreció su campus. "¿Cuál es el problema? ¿600 soldados? Todos deberían venir, ¡por supuesto que tenemos espacio!".

Con los ecos de guerra del campo de batalla aún en nuestros oídos, parecía una ilusión o una alucinación. Una música suave venía de todos lados y estábamos rodeados de agua corriente y verde. En cuestión de minutos las mesas estaban preparadas con sandias frías y refrescantes, tortas y bebidas, seguidas de quesos, vegetales frescos y suaves burekas.

Entonces escuchamos, "Salgan de la piscina, vístanse y coman algo". Vimos montañas de ropa interior nueva. 600 camisetas y calzoncillos nuevos aparecieron como de la nada, puestos en mesas para que nosotros eligiéramos.

El Rabino Grossman se sentó con nosotros y se rió, "¡Pásenlo bien muchachos! Esta noche, les tendré el entretenimiento más espectacular que hayan visto alguna vez".

No soy una persona religiosa en ningún caso, pero no puedo evitar imaginarme al primer judío, Abraham, atendiendo personalmente a sus invitados, naturalmente, y sin la más mínima gota de condescendencia. El respetaba a cada individuo y se preocupaba por todas sus necesidades. Como Abraham, el Rabino Grossman vio en esto un obvio acto de bondad, una oportunidad de mitzvá que había caído en sus manos. A medida que continuaba la noche aprendimos rápidamente que esta era la esencia de quién es el Rabino Grossman. Él quiere a todos y acepta a todos como son, con toda su alma y corazón.

"Díganme amigos", dijo el Rabino Grossman, "escuché que les faltan ciertas piezas de equipo militar. Háganme un favor. Aquí tienen papel y lápiz, sólo escriban todo lo que les hace falta y dejen el papel sobre la mesa".

Esa noche, disfrutamos del entretenimiento y luego, dormimos en blandas camas y piezas con aire acondicionado. Como en un cuento de hadas, despertamos por la mañana y no podíamos creer lo que vieron nuestros ojos. Montones de equipo militar, que necesitábamos desesperadamente, habían llegado a Migdal Ohr. Junto con ello había una pequeña nota del Rabino Grossman, "A mis queridos soldados, ¡de todo corazón!".

El Rabino Grossman había reunido personalmente más de $60.000 dólares en equipo militar de entre sus amigos, ¡literalmente en una noche! El equipo esencial incluía chalecos antibalas de cerámica, cascos, cantimploras, rodilleras, mochilas cantimplora, lentes de visión nocturna, cepillos de dientes, calcetines y más.

Unos meses antes de que comenzara la guerra, un generoso amigo francés le había ofrecido al Rabino Grossman un nuevo rollo de Torá para el centro de estudios principal de Migdal Ohr. Por alguna razón el Rabino Grossman pidió posponer el evento hasta una fecha posterior no determinada. El Rabino Grossman hizo los arreglos inmediatamente y nosotros participamos de la ceremonia en que se completó de escribir la Torá. Mientras el rollo estaba cuidadosamente puesto sobre la mesa junto a una pluma y tinta especiales, el Rabino Grossman se dirigió a los soldados.

"Cada uno de ustedes deberá rezar para que el mérito de la letra que ha completado en este rollo de Torá lo proteja en la batalla".

"¡Mis santos amigos!, voy a concederles el mérito de una santa mitzvá, que puede ser considerada una oportunidad única en la vida. Cada uno de ustedes completará una letra en este rollo de Torá. Mientras ustedes están ejecutando esta santa tarea, cada uno deberá rezar una plegaria desde su corazón y pedirle a Dios que el mérito de la letra que ha completado lo proteja en la batalla. Chispas benditas emanaran de estas sagradas letras y se dispersaran a su alrededor, creando un escudo protector que los mantendrá a resguardo y los regresará a casa sanos y salvos".

Esos momentos fueron los más emocionantes y emotivos de mí vida. Temblando por la intensidad de la inconmensurable experiencia, y aun sin creer, sostuvimos los bordes del rollo de Torá, mientras sentíamos nuestros corazones latir rápidamente. Había un completo silencio alrededor. Uno tras otro, sumergimos la pluma en la tinta y completamos una letra en el rollo de Torá.

Un espectador hubiera visto una escena asombrosa de regocijo increíble y exuberancia espiritual. El mundo parecía como si se hubiera cubierto con silencio. Cada fibra de nuestros corazones sintieron la emoción y las lágrimas cayeron libremente por nuestras mejillas.

Luego de haber completado la Torá, la ceremonia continuó. Guiando la procesión iba un auto decorado con luces multicolores colgadas por todos lados, y con una corona de luces girando en el techo. Siguiendo al auto marchaban los portadores de un toldo decorado, mientras la gente bailaba a su alrededor. Bajo el toldo, otros sostenían el rollo de Torá, que estaba vestido en blanco y carmesí, con una corona plateada en su parte superior.

600 soldados y miles de los residentes del pueblo marchaban y bailaban en la procesión, mientras un altavoz tocando música judía tradicional los acompañaba.

Cuando se acercaba el final de la ceremonia el Rabino Grossman se acerco a cada soldado y lo besó, mientras ponía una moneda de medio shekel en su mano y decía "Los mensajeros de una mitzvá no son dañados". El Rabino Grossman concluyó, "Cuando regresen, si Dios quiere, sanos y sin daños, cumplirán esta misión que estoy entregando a ustedes, y donarán este dinero a caridad". Un momento antes de que regresáramos a Líbano el Rabino Grossman nos dijo, "En el mérito de que dijeron Shemá y se pusieron Tefilin, escribieron una letra en la Torá y son mensajeros de una mitzvá, yo les prometo que regresarán sanos y salvos. Ninguno de ustedes será herido o muerto".

El Rabino Grossman les dijo a los soldados que el primer lugar al que deben regresar – antes de ir a casa – es Migdal Ohr. "Agradeceremos juntos a Dios y luego nos despediremos", dijo. "Piensen en esto como un llamado de emergencia. ¿Aceptan?" preguntó el Rabino, y el oficial al mando respondió afirmativamente.

Llegó la noche. Doce buses se abrieron camino hacia la cima de las Montañas de la Galilea. Una pesada oscuridad nos envolvió, y sin embargo, atrás en la creciente distancia, una brillante llama perforaba el cielo nocturno. En medio de la guerra y la violencia, encontramos amor y una compasión humana inagotable en Migdal Ohr, en los acogedores brazos del Rabino Itzjak David Grossman.

Nota al Pie

Dos semanas más tarde, cerca de la medianoche, el Rabino Grossman recibió una llamada. "Rabino, ¡sus bendiciones se han cumplido!" exclamó el comandante por el teléfono. "Todos están a salvo y vamos en camino hacia usted. Estaremos ahí a las dos de la madrugada." El Rabino Grossman contactó inmediatamente al personal de la cocina y les pidió que prepararan una comida mientras él trabajaba para organizar una banda.

"Me sentí como nunca antes me había sentido", recuerda el Rabino Grossman. "Cada uno me contó su milagro personal".

A las 2:30 a.m. los soldados bajaron de los autobuses, cada uno cargando 60 kilos de equipo militar en su espalda. La banda comenzó a tocar y los soldados se acercaron al Rabino Grossman, cada uno fue recibido amorosamente con un abrazo y un beso. Esto continuó durante horas. "Me sentí como nunca antes me había sentido", recuerda el Rabino Grossman. "Cada uno me contó su milagro personal".

Luego de la calurosa recepción, los soldados recitaron la plegaria de agradecimiento que es dicha por alguien a quien le han salvado la vida, y junto con el Rabino Grossman, cantaron y bailaron hasta el amanecer. "Hasta el día de hoy", dice el Rabino Grossman, "mantenemos contacto con cada soldado y nos hemos convertido en una familia".

El Rabino Grossman recibió el "Premio al Reconocimiento" por sus Acciones en Beneficio de los Soldados del Ejército de Defensa de Israel en la Segunda Guerra del Líbano.

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