Un funeral para Báruj

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En vez de llorar, un motivo para cantar.

Esta es una historia que leí en el Jerusalem Post hace algunos años. Ahora, debes entender que yo soy realmente escéptico de corazón cuando se trata de cosas como esta, y no podía creer que esta historia fuera cierta, entonces fui al Monte Herzl y encontré la tumba de Shapiro. Observando la lápida en el cementerio con la inscripción que coincidía con la información del periódico me convencí de que la historia era verdadera. Y ya que es una historia tan hermosa, la voy a compartir contigo:

Jaim Shapiro pasó por los siete niveles del infierno. Sobrevivió a cuatro campos de concentración sin mencionar el ghetto y las marchas forzadas. Empezó la Guerra con ocho hijos y una maravillosa esposa, y poco después de un año, había perdido a su esposa y a siete de sus hijos, sin ni siquiera la posibilidad de sentarse en shivá.

Cuando finalmente fue liberado de Buchenwald con su único hijo sobreviviente, Báruj, dieron vueltas por los campos de refugiados por alrededor de tres años hasta que finalmente, en 1948, encontraron un lugar en un barco de inmigrantes y llegaron a Israel después de una semana de viaje.

Israel, en medio de la Guerra de Independencia, estaba luchando una batalla desesperada por su supervivencia con obstáculos abrumadores, entonces Báruj Shapiro se ofreció como voluntario para pelear.

Sin entrenamiento previo, fue llevado a un barranco, le dieron un rifle, le enseñaron como disparar algunas balas y lo mandaron a la guerra.

Mientras tanto, con el dinero que había recibido de la Agencia judía, su padre Jaim arrendó un pequeño departamento en las afueras de Tel Aviv.

Báruj Shapiro se distinguió en la batalla como parte de la Brigada de Combate de Harel, bajo el mando de Itzjak Rabin, para romper con el sitio árabe a Jerusalem. Báruj recibió un ascenso temporal como oficial y fue premiado con una medalla por su valentía en el campo de batalla.

Y luego, un día, mientas Jaim Shapiro estaba sentado en su minúsculo salón en Tel Aviv, miró por la ventana y vio una de esas horribles delegaciones camino a su departamento.

Ellos dicen que Jaim Shapiro abrió la puerta antes de que tocaran, y dicen que nunca leyó el telegrama, sólo lo dobló una y otra vez en sus manos…

Cuando muere un soldado en Israel, el ejército se encarga de todo, incluyendo los arreglos del funeral. Jaim Shapiro sólo tuvo un pedido: quería que su hijo que había muerto peleando por Jerusalem, fuera al menos enterrado en Jerusalem, en el Monte Herzl, el Cementerio Militar Nacional.

La tarde siguiente, cientos de personas de duelo se reunieron en el Monte Herzl. La mayoría de ellos nunca habían conocido a Báruj Shapiro o a su padre Jaim, pero habían escuchado sobre la terrible tragedia y querían dar sus condolencias. Después de todo, lo que Hitler no terminó en los crematorios, terminó en las manos de una bala árabe; este era el último hijo Shapiro; el fin de una línea.

Mientras bajaban el ataúd a la tierra, Jaim Shapiro comenzó a cantar.

Igal Yadin en persona, Jefe del Ejército (que después descubriría Massada), se paró al lado de Jaim Shapiro.

Y mientras bajaban el ataúd a la tierra, Jaim Shapiro comenzó a cantar.

La gente pensó que se había vuelto loco, Yadin puso su brazo alrededor de los hombros de Jaim y alguien corrió a buscarle agua. Pero él los alejó a todos y nuevamente, comenzó a cantar. La gente no tenía idea qué hacer, entonces finalmente Jaim Shapiro los miró y les dijo:

“Saben, yo he pasado por un infierno que la mayoría de las personas no pueden imaginar; perdí cerca de setenta parientes en poco más de un año, incluyendo 7 hijos, mi esposa y mis padres. No tengo un lugar donde hacer duelo por ellos, no hay tumbas; ellos son cenizas en los cielos de Europa y yo no tengo idea de por qué tenían que morir.

“Pero este hijo, al menos este hijo, sé por qué murió. Él murió para que nosotros podamos tener una casa para el pueblo judío en la Tierra de Israel y él tiene una tumba, aquí en el Monte Herzl en Jerusalem. Y este no es un motivo para llorar, es un motivo para cantar”.

Cuando Jaim Shapiro terminó de hablar, empezó a cantar una vez más, y tomó las manos de la gente para bailar.

Y mientras el ataúd de Báruj Shapiro cubierto con la bandera de Israel fue bajado a la tierra, trescientas personas de duelo empezaron a cantar y a bailar frente a la puesta de sol en el cielo de Jerusalem…

La próxima vez que visites Israel, anda al Monte Herzl, el Cementerio Militar Nacional de Israel. Y cuando cruces las anchas puertas de piedra, camina hacia arriba y luego hacia abajo a la derecha donde están las tumbas de 1948, y encontrarás la tumba solitaria de Báruj Shapiro. Cierra tus ojos ahí, y tal vez entenderás, por qué el pueblo judío nunca será destruido.

Am Israel jai.


Extracto de “Small Miracles of the Holocaust: Extraordinary Coincidences of Faith, Hope and Survival” de Yitta Halberstam y Judith Leventhal, Globe Pequot Press.

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