Teshuvá: Un lavado para el alma

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¿Hiciste algo mal? Todos lo hemos hecho. He aquí como arreglarlo, de una vez por todas.

Mucha gente malinterpreta el concepto de pecado. Piensan que alguien que peca es una "mala persona".

En realidad, la palabra en hebreo jet no tiene ninguna relación en significado con la palabra pecado. Jet aparece en la Torá refiriéndose a una honda que "erró en dar al blanco". ¡No hay nada inherentemente "malvado" respecto a esa honda! Más bien, ocurrió un error debido a una falta de enfoque, concentración o habilidad.

Esto mismo se aplica a nosotros. Cuando nos comportamos de forma irresponsable o destructiva, simplemente hemos errado nuestro tiro. Cada ser humano tiene un alma, un pequeño trozo divino que nos diferencia de los animales. Cuando hacemos algo mal, es porque la "voz" de nuestra alma se ha quedado temporalmente muda debido al rugido del cuerpo físico. Esta confusión es lo que nosotros llamamos ietzer hará. Pero nuestra esencia se mantiene pura. Sólo tenemos que hacer algunos ajustes, ¡y estaremos de vuelta en camino hacia nuestro blanco!

Esta es la idea de teshuvá, que literalmente significa 'retorno'. Cuando "hacemos teshuvá", examinamos nuestras formas de ser, identificamos en cuales estamos mal y "retornamos" a nuestro estado previo de pureza espiritual. En este proceso "retornamos" también hacia nuestra conexión con Dios.

El proceso de teshuvá involucra los 4 pasos siguientes:

Paso 1- Arrepentimiento. Darse cuenta de la medida del daño que se ha hecho y lamentarlo sinceramente.

Paso 2- Cesación. Parar inmediatamente la acción perjudicial.

Paso 3- Confesión. Articular el error y pedir perdón.

Paso 4- Resolución. Hacer un firme compromiso de no repetirlo en el futuro.

Ahora vamos a examinar cada uno de los pasos en detalle.

Paso 1: Arrepentimiento

A veces tratamos de justificar nuestras acciones, usando una variedad de excusas:

  •  "Todos los demás lo hacen".
  • "¡Por lo menos no soy como algunas personas que van por ahí, matando y robando!".
  • "¿Quién eres TÚ para decir que está mal?".

El arrepentimiento no es realmente posible, a menos que podamos distinguir claramente entre el bien y el mal. De lo contrario, solamente racionalizaríamos y nos engañaríamos para llegar a pensar que no hemos hecho nada mal. Los estándares de nuestra sociedad, que constantemente van cambiando, contribuyen a esta falta de claridad.

Por ejemplo, imagina que has crecido en una casa en la que el chisme era algo que se hacía constantemente. A menos que tengas conocimiento de la idea judía de Lashón HaRá ("lenguaje negativo") y te hayas dado cuenta de su naturaleza destructiva, ¡Es posible que nunca consideres que hablar así de los demás está mal!

(Por esta razón, es importante estar familiarizado con la Halajá, la ley judía, y tener un rabino que te conozca personalmente y te pueda aconsejar).

¿Cómo debemos sentirnos al reconocer un error propio? ¿Debemos sentirnos culpables, despreciables o malvados? ¡No! "Culpa" es una emoción negativa que dice "Yo soy malo". Mientras que "Arrepentimiento" es el reconocimiento positivo de que, mientras mi esencia sigue siendo pura, he fallado en cumplir con lo que se espera de mi potencial.

Sentir arrepentimiento es una señal positiva de que estamos nuevamente en contacto con nuestra esencia divina. Nuestra conciencia no nos va a dejar tranquilos hasta que hayamos corregido nuestro error. ¿Acaso una persona malvada sentiría arrepentimiento luego de hacer una transgresión?

Este primer paso de teshuvá es, de hecho, el más crucial. – Ya que, a menos que una persona se sienta arrepentida, posiblemente continuará con sus formas erradas.

Paso 2: Cesación

El Talmud dice:

Una persona que cometió un error y lo admite, pero no renuncia a hacerlo otra vez, es comparada con el sumergirse en la mikve sosteniendo un reptil muerto en la mano. Por que a pesar de que se sumerja en todas las aguas del mundo, su inmersión es inútil.
Sin embargo, si lo suelta [al reptil] de su mano, luego al sumergirse en 40 sehas de agua (la medida mínima de una mikve), su inmersión se hace inmediatamente efectiva. (Tahanit 16a).

¿Te imaginas pedirle perdón a alguien mientras continúas haciéndole mal al mismo tiempo? Si no se para la mala acción, ni siquiera todas las buenas intenciones del mundo podrán ayudar.

Paso 3: Confesión y pedir perdón

Al admitir nuestro error, la ley judía prescribe que debemos articularlo verbalmente. El Majzor ArtScroll de Iom Kipur da una hermosa explicación de porqué esto es tan crucial para el proceso de teshuvá.

Al ser inteligente, pensante, e imaginativo, el hombre tiene todo tipo de pensamientos pasando constantemente por su mente. Incluso las reflexiones más sublimes de remordimiento y mejoramiento personal, no le son extraños, sin embargo no le duran. Para que estos pensamientos tengan un sentido duradero, él debe destilarlos en palabras, ya que el proceso del pensamiento culmina cuando las ideas son expresadas y clarificadas.

 

Esto no es tan simple como parece. Por lo general, es terriblemente difícil para la gente admitir explícitamente que han hecho algo mal. Nos excusamos. Nos negamos a admitir la verdad. Le echamos la culpa a otro. Negamos lo obvio. Nos destacamos por racionalizar. Pero la persona que arranca de sí misma la incomoda verdad, "Yo he pecado", ha llevado a cabo un grandioso y significativo acto.

La Torá nos pide ser humildes y estar afligidos mientras pedimos perdón. Esto es crucial para permitir que la "víctima" sane. ¿Alguna vez alguien te ha pedido perdón y te has dado cuenta que no es sincera? No es suficiente con tan sólo murmurar las palabras "lo siento".

Incluso algunas cortes civiles están adoptando este principio; algunos jueces requieren que los criminales demuestren un arrepentimiento verdadero y que pidan perdón formalmente a las víctimas antes de considerar una reducción en la condena.

Paso 4: Decidir no repetirlo

En Iom Kipur, decimos dos plegarias ("Ashamnu" y "Al Jet") la cuales contienen una extensa lista de errores. De hecho, al revisar esta lista, ¡encontrarás que la mención de errores Cubre cada aspecto de la vida! Esto nos lleva a preguntar: Al decir estas plegarias, ¿Estamos realmente haciendo un compromiso de no pecar nunca más? ¿Es esto realista?

Imagina a un niño que está dando sus primeros pasos frente a sus orgullosos padres. Se pone de pie, da un par de pasos – y se cae sin éxito. Los padres aplauden excitados y con regocijo. Pero analicemos la escena, ¿No deberían los padres estar apenados? Después de todo, ¡El niño se cayó!

La respuesta es obvia. Un padre no juzga a su hijo basado en si camina o se cae, sino que según si dio algunos pasos en el camino correcto.

Así es también, con Dios. No estamos compitiendo con nadie más que con nosotros mismos. Lo que a Él le preocupa, es si estamos haciendo un esfuerzo sincero para ir en la dirección correcta. Dios no te pide que cambies en el área que todavía no es viable para ti cambiar. Estamos comandados a ser seres humanos, no ángeles. Esto significa hacer un serio compromiso a cambiar – y dar los pasos correctos en el momento correcto.

Un individuo no tiene que tener todas las respuestas ahora mismo. La clave es el compromiso a cambiar. Debes tener en cuenta las situaciones en las que puedes tropezar, y mantenerte a una distancia segura de ellas. La Torá dice: Fortalece tu voluntad en cierta área y Dios te asegurará el éxito. No hay nada que se pueda interponer en el camino de la persistencia y la determinación. Tal como dice el Talmud (Makot 10b) "En el camino que una persona quiera ir, será guiado".

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