Iom Kipur y el secreto para una vida feliz

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La conexión entre la envidia y el día más sagrado del año.

¿Quieres saber cuál es el secreto para tener una vida feliz?

Extrañamente, podemos derivar la respuesta de Iom Kipur, el día que parece estar dedicado a privarnos de todo placer. Pero para entender bien la respuesta, debemos entender primero el propósito fundamental de este último día de los 10 días de arrepentimiento.

No es coincidencia que la cantidad de días designados por la tradición judía para la introspección y el crecimiento se corresponda exactamente con la cantidad de mandamientos que Dios esculpió en las Tablas de la ley que nos dio en el Monte Sinaí. Recordemos que estos 10 mandamientos son el resumen perfecto de la receta para vivir con rectitud.

Los 10 días desde Rosh HaShaná hasta Iom Kipur nos brindan la oportunidad de separar un día para cada una de las categorías a las que se alude en el Decálogo.

Comenzamos nuestra travesía espiritual en los dos primeros días de Rosh HaShaná, enfatizando nuestro compromiso con los dos primeros mandamientos. Enfatizamos nuestra dedicación a la existencia de Dios, así como a su unicidad: “Yo Soy Hashem tu Dios” y “No tendrás otros dioses delante de Mí”, al tocar el shofar y reconocer su reinado y juicio Divino.

Con cada día que pasa continuamos la progresión de los 10 mandamientos hacia niveles cada vez más altos. La secuencia del Decálogo —explican nuestros rabinos— está basada en la hipótesis divina de que cada paso que damos en un programa espiritual de perfeccionamiento, nos permite elevarnos cada vez más. Así como el entrenamiento físico lleva al dominio de tareas más arduas y extenuantes, nuestro código moral avanza con desafíos cada vez mayores y más exigentes.

El décimo y último mandamiento “No codiciarás”, que requiere que controlemos no sólo nuestras acciones y palabras sino también nuestros pensamientos, es claramente el más intimidante y difícil de todos. Sin embargo, dado que nos insta a eliminar la envidia y dado que intenta convencernos de lo tonto que es que pasemos la vida acumulando más y más de las cosas que otros poseen, es casi con seguridad el más relevante de los mandamientos en nuestro tiempo.

“No codiciarás” corresponde a Iom Kipur, el décimo y último día de los 10 días de arrepentimiento. Y merece ser el centro de nuestra atención durante Iom Kipur, porque sólo dominando su mensaje podemos ansiar alcanzar la autorealización y la felicidad.

¿Qué es, después de todo, lo que hace que tanta gente se sienta fracasada? En un nivel superficial, la conjetura es que estamos deprimidos porque necesitamos cosas que no poseemos. La verdad es que no es así. Nuestra obsesión por adquirir riqueza tiene mucho menos relación con nuestros deseos personales que con nuestro rechazo a tener menos que los demás. Tenemos que enfrentar la verdad de que, como lo expresa Frank Ross, “no es tanto lo que no tenemos, sino lo que tienen los demás lo que genera la infelicidad”.

Un estudio sicológico fascinante prueba el punto. La siguiente pregunta se le planteó a una muestra representativa de personas: ¿Preferirías ganar $100.000 dólares cuando todos ganan $50.000 o $200.000 cuando todos los que te rodean ganan $400.000? El estudio dejó en claro que la pregunta asumía que el costo de vida y de los bienes era el mismo. Una persona racional elegiría la segunda opción, en la que ganaría más dinero pero menos de lo que ganarían quienes la rodean. Así, ¡tendría el doble de dinero para gastar! Pero la mayoría de las personas eligió la primera opción. ¡El factor más importante era simplemente ser más rico que el resto!

Esa es la razón por la cual una industria que mueve miles de millones a nivel mundial tiene como objetivo la propagación sistemática de la envidia, la aceptación del décimo mandamiento, que ahora es “Codiciarás”. El nombre de la industria es la publicidad. Su objetivo, como lo admite con franqueza el gurú B. Earl Puckett, es este: “Nuestro objetivo es hacer que los hombres y las mujeres sean infelices con lo que tienen”.

Las modas cambian después de unos meses. Lo que en un momento está de moda, al siguiente ya es viejo. Una semana eres un paria si no usas un cierto tipo de zapatillas. A la semana siguiente eres obsoleto y raro si no te pasaste a otra marca. ¿Por qué tienes que tener siempre otra cosa? Porque las grandes empresas necesitan consumidores. Entonces, los consumidores tienen que aprender a necesitar cosas en lugar de tener que satisfacer sus necesidades reales.

No es ningún secreto a qué emoción apelan los anuncios comerciales. Gucci tuvo el coraje suficiente para admitirlo cuando llamó “Envidia” a un nuevo perfume que introdujo al mercado. Es destacable que lo que la Torá identificó como la causa humana básica del sufrimiento —el pecado de la envidia— se haya convertido en el sentimiento que la era de la publicidad desea que abracemos.

¿Cuántas veces al día se nos dice que “no seamos felices con lo que tenemos” porque los demás tienen más? Thomas Clapp Patton, en su libro Envy Politics, nos revela la asombrosa cifra. Un norteamericano promedio ve aproximadamente unas 3.000 publicidades al día. Los periódicos de las grandes ciudades tienen entre un 70 y un 90 por ciento de publicidades en lugar de noticias. El mensaje subliminal es siempre el mismo: tanto si lo necesitas como si no, no dejes de tener lo que tienen los demás.

Si el deseo de algo está basado en una necesidad, entonces la satisfacción de ese deseo trae alegría. Sin embargo, si el objetivo es simplemente poseer lo que tienen los demás, entonces, estamos destinados a la desilusión y a una insatisfacción aún mayor. Siempre hay alguien que tiene un poco más, lo suficiente al menos para despertar en nosotros una cantidad de envidia que no nos deja estar satisfechos con lo que tenemos.

Un estudio publicado en Psychological Science confirmó algo que deberíamos haber reconocido intuitivamente. “Las cosas que nos enseñan a creer que nos harán felices, como tener un carro nuevo cada año y comprar los últimos gritos de la moda, no nos hacen felices realmente. Por el contrario, comprar artículos de lujo tiende a ser un ciclo infinito de competitividad en el que los vecinos tienen un carro bonito y ¡BUM!, de repente tú también quieres uno.

Entonces, ¿cuál es el secreto de la verdadera felicidad? La fe en un poder supremo está bien arriba en la lista. El optimismo basado en la creencia en Dios, vale más que un millón de dólares en el banco. El sentimiento de valor propio enraizado en un compromiso a una vida vivida con valores, brinda mucha más satisfacción que cantidades ilimitadas de cosas que llenan nuestros armarios.

¿La conclusión? Las recompensas espirituales obtenidas a través de una visión religiosa son mucho mayores que los beneficios expuestos seductoramente ante nosotros en los comerciales con los que somos bombardeados a diario, con sus encantadoras y falsas promesas.

Es por eso que necesitamos tanto a Iom Kipur, para reacomodar nuestras prioridades. Es un día en el que demostramos que podemos dominar nuestras necesidades físicas. Elegimos rezar en lugar de comer. Elegimos la comunión con Dios en lugar de más dinero. No usamos nuestras joyas ni adornos para que nadie envidie las posesiones de los demás. No nos concentramos en las cosas que deseamos y no nos pertenecen, sino en las bendiciones que Dios ya nos ha dado y que pueden brindarnos tanta alegría si tan sólo las apreciamos.

Es por eso que, irónicamente, el día de Iom Kipur, con todas sus privaciones, nos enseña el significado real de la felicidad y la satisfacción.

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