La asimilación y el aceite de Januca

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Entendiendo el significado de la batalla de Januca, una guerra como ninguna otra.

El aceite es quizás el líquido más políticamente incorrecto de todos. Simplemente se rehúsa a resignar su singularidad.

Si el aceite fuese una persona, de seguro sería condenado por su necia renuencia a mezclarse con los demás. Prefiere permanecer distante, separado y distinto. Mézclalo con agua y se mantendrá separado, conservando su identidad propia.

No importa cuánto trates, el aceite se mantendrá siempre fiel a su esencia y nunca se asimilará.

Quizás es por eso que mereció ser el símbolo principal del milagro de Januca.

Cuando celebramos la victoria de los macabeos sobre los griegos, debemos recordar lo que estaba realmente en juego en esta gran confrontación. Esta guerra fue distinta a cualquier otra guerra; no fue para conquistar más territorio, ni tampoco para capturar más riquezas o cuerpos. Esta guerra fue, principalmente, un conflicto entre dos formas completamente diferentes de entender el mundo.

La historia de Januca es sobre un choque de culturas. Los griegos no querían matar a los judíos. Su intención no era el genocidio de un pueblo, sino que era en cambio una batalla en contra de quienes amenazaban su compromiso al hedonismo, su amor por el cuerpo y su obsesión por las competencias atléticas para probar quién valía más. En estas cosas los griegos encontraban la belleza – y el significado mismo de la vida.

Keats describió muy bien el ideal griego en su magnífico poema ‘Ode On a Grecian Urn’:

Porque la belleza es verdad y la verdad es belleza, eso es todo lo que sabes y todo lo que necesitas saber.

Lo que los griegos adoraban era la santidad de la belleza. En cambio lo que los judíos querían enseñarle al mundo era la belleza de la santidad.

Los griegos adoraban la santidad de la belleza. Los judíos le enseñaron al mundo la belleza de la santidad.

Fue la batalla entre estos dos ideales lo que definió la guerra de los macabeos. Es triste, pero hubo judíos que fueron seducidos por las seductoras artimañas del secularismo y abandonaron su antiguo legado. Vendieron sus bendiciones por un ‘plato de lentejas’. Renunciaron al mensaje de los profetas por la gloria de los juegos. Eligieron la recompensa pasajera del cuerpo por sobre las bendiciones eternas del espíritu. Son conocidos como los helenistas. Se asimilaron – y no se volvió a oír sobre ellos desde entonces.

La victoria de los macabeos fue el triunfo de quienes ejemplificaron la característica única del aceite y se rehusaron a asimilarse, eligiendo en cambio permanecer fieles a nuestra misión de traer al mundo la visión moral del judaísmo.

Eso es lo que hace que la historia de los Macabeos sea tan importante en nuestros tiempos.

Hace un tiempo hubo un amargo debate sobre una provocativa campaña publicitaria promocionada por un ministerio israelí. Parece que el Ministerio de Absorción pensó que sería buena idea convencer a los expatriados israelíes que viven en Estados Unidos de volver a su país, dramatizando el riesgo de asimilación de sus hijos y nietos en la diáspora. Los avisos promovían la idea que vivir fuera de la tierra judía amenazaba su lazo con el pasado, la tradición y la cultura judía.

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Eso generó grandes discusiones. Un importante orador judío declaró: "No creo haber visto nunca una demostración israelí de desprecio hacia los judíos norteamericanos tan obvia como esos avisos". Los críticos atacaron la campaña, considerándola un ataque vicioso "al judaísmo" de todos los que están fuera de Israel.

La ira era tan fuerte que la campaña fue retirada de inmediato. Obviamente estos avisos tocaron un nervio muy delicado. Perfectamente podría ser visto como una gran calumnia sobre la posibilidad de una vida judía fuera de Israel; la reacción, sin embargo, demostró claramente el gran miedo que genera la idea de la asimilación.

Y si los avisos estaban equivocados por la forma en que parecían diferenciar entre la vida en Estados Unidos e Israel, su mensaje igualmente debería ser reconocido como una advertencia para todos los judíos, independiente de dónde estén viviendo.

Porque al final de cuentas, después de más de 2.000 años, el espíritu de los macabeos pareciera estar perdiendo su batalla para evitar que los judíos se asimilen abrazando fervientemente la cultura secular y su ideología.

Los griegos nos dieron las olimpíadas. En una ironía que desafía toda lógica, los macabeos, que pelearon por la supremacía del Templo sobre el estadio deportivo, fueron elegidos como el nombre para las Macabiadas, el evento judío internacional similar a las olimpíadas que se realiza en Israel cada cuatro años.

Las competencias atléticas son una opción excelente para la recreación física. Pero dejan de ser admirables cuando se apoderan de nuestras vidas, como tantas veces lo hacen, no sólo en el ámbito profesional sino que incluso en los contextos universitarios.

Por favor no malentiendas lo que estoy diciendo. Los eventos deportivos están bien si son entendidos como complementos de una vida espiritual. Pero cuando se convierten en un fin en sí mismo, adoptamos un valor ajeno y nos asimilamos.

La asimilación hoy en día tiene muchas formas.

Nos hemos asimilado cuando lo único que queremos hacer es salir de fiesta, y nunca rezar

Nos hemos asimilado cuando lo único que nos importa es cómo nos vemos por fuera, y no lo que sentimos por dentro.

Nos hemos asimilado cuando nuestros objetivos más grandes son la fama y la fortuna, en lugar del amor y el aprendizaje.

Nos hemos asimilado cuando lo que más queremos es ser envidiados por los demás, en lugar de ser valorados por Dios.

Nos hemos asimilado cuando nuestro objetivo principal es acumular más bienes, en lugar de simplemente ser buenos.

Nos hemos asimilado cuando estamos mucho más interesados en nuestra herencia que en nuestro legado, en lo que obtenemos del pasado que en lo que le damos al futuro.

Nos hemos asimilado cuando vemos a nuestros hijos como cargas en lugar de bendiciones, y cuando creemos que lo mejor que les podemos dar son bienes en lugar de valores.

Nuestra tradición nos enseña que debemos reverenciar la belleza de la santidad. Es por eso que los macabeos lucharon, confrontando una cultura ajena que enfatizaba el cuerpo por sobre el alma, lo material por sobre lo espiritual. Ese sigue siendo nuestro desafío.

Al igual que el aceite en la historia de Januca, por ningún motivo debemos asimilarnos.

Al traer una luz aún más brillante a nuestros hogares cada noche con su respectiva llama, afirmamos nuestra creencia de que tendremos éxito. Conservamos la singularidad que nos permitió no sólo sobrevivir, sino también ser quienes transportan la antorcha de la moralidad y la civilización para toda la humanidad.

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