La guerra de la belleza

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La batalla de Janucá aún no ha terminado.

Mónica, a los 15 años, era música y poeta con una personalidad intuitiva e ingeniosa y un CI de 165. Ella tenía padres amorosos, ambos profesores, quienes adoraban a su hija única. Sin embargo, Mónica estaba suficientemente deprimida como para empezar un tratamiento de psicoterapia.

¿Por qué estaba deprimida? Su apariencia. "Soy una ballena llena de granos", se describía a sí misma. "Cuando camino por los pasillos de la escuela me siento como un monstruo espantoso".

Todos los niños rechazaban a Mónica porque tenía sobrepeso. "Soy una buena música", ella declaraba con añoranza, "pero no muchos chicos buscan a una chica que toque excelentes preludios de Bach". También las chicas, obsesionadas con el ideal de la belleza, no querían ser vistas con Mónica. "Puedo ver a las personas inspeccionarme, evaluándome como no atractiva y mirando hacia otro lado", Mónica se quejó con su terapeuta. "No soy una persona para ellas".

Mónica es un caso de estudio en el libro récord de ventas Reviving Ophelia de la psicóloga Mary Pipher. La Dra. Pipher escribe sobre la dura prueba que enfrentan la mayoría de las chicas adolescentes contemporáneas:

    No hubiese escrito este libro si no hubiera sido por estos últimos años en que mi oficina se ha llenado de chicas con problemas. Chicas con trastornos alimenticios, problemas de alcohol, reacciones de estrés postraumático a asaltos sexuales o físicos… heridas auto-infringidas, extrañas fobias y chicas que han intentado suicidarse o huir. Una encuesta del departamento de salud mostró que 40% de todas las chicas en mi ciudad de la región centro-oeste de Estados Unidos consideró el suicidio el año pasado. [página 27]

La Dra. Pipher identifica uno de los principales culpables en esta actual catástrofe como la "presión de ser hermosa". Ella acuñó el termino "lookism", el cual definió como "la evaluación de una persona exclusivamente en base a la apariencia". La Dra. Pipher escribe: "En la temprana adolescencia, las chicas aprenden cuán importante es la apariencia física para la aceptación social. Ser atractiva es tanto una necesidad como una condición básica para el éxito de una chica. Este es un problema muy, muy viejo. Helena de Troya no lanzó mil barcos porque era una dura trabajadora". [página 40]

El conflicto de Janucá

La Dra. Pipher tiene razón; la belleza como valor supremo es un "problema muy, muy antiguo". De hecho, podemos rastrear sus raíces a la antigua cultura griega. Los griegos introdujeron el ideal estético. Mientras que otras culturas embellecían sus edificios y sus artesanías, los griegos introdujeron la idea de la belleza como un valor en sí mismo o, como decimos hoy en día, "arte por el bien del arte".

El valor supremo de los griegos era la belleza; el valor supremo de los judíos era la santidad.

El historiador Will Durant, en su libro, The Life of Greece, se refiere al "encaprichamiento con la belleza física y la salud" de la antigua Grecia, excluyendo "el estudio del carácter y el retrato del alma".

De hecho, la Torá identifica al ancestro de los antiguos griegos como Yefet, el hijo de Nóaj. Yefet en hebreo significa 'belleza'.

Janucá celebra la victoria de los judíos sobre los griegos. El conflicto no fue solamente una guerra militar, sino más bien una kulturkampf entre valores opuestos. El valor supremo de los griegos era la belleza; el valor supremo de los judíos era la santidad. Incluso una mirada superficial a la sociedad occidental contemporánea revela que la batalla de Janucá aún no ha terminado.

El judaísmo no desprecia la belleza, pero la relega a un segundo plano. La belleza vale la pena solamente cuando es utilizada para realzar lo santo. De este modo, los sabios del Talmud alabaron al Santo Templo de Jerusalem por su belleza, declarando que "alguien que nunca vio el Templo, nunca vio un edificio hermoso en su vida". El arte judío consiste de antiguos pisos de mosaico en sinagogas y menorot de Janucá polacas del siglo XIX. Incluso el cumplimiento de mitzvot, el punto crucial del judaísmo, incluye un concepto llamado hidur mitzvá, el 'embellecimiento de la mitzvá'. Esta es una de las razones por las cuales los judíos no encienden solamente una vela de Janucá por familia cada noche, sino que cada persona enciende un número creciente de velas cada noche.

El concepto de que la belleza debería ser secundaria a la santidad corresponde a la bendición que Nóaj le dio a su hijo Yefet de que él debería "morar en las carpas de Shem". Shem, otro de los hijos de Nóaj, fue el ancestro del pueblo judío. Cuando la belleza sirve a la santidad, realza. Cuando la belleza se convierte en su propio amo, tiraniza.

Si el sentido de identidad de una persona se basa en la belleza externa, cada grano provocará una crisis de identidad.

Esta es la tragedia de Mónica y de las chicas traumatizadas sobre las que escribe la Dra. Pipher. Si el sentido de identidad de una persona se basa en la belleza externa, en la delgadez de su cuerpo o en lo brillante de su pelo, su sentido de identidad será tan frágil como una estatuilla de yeso hueca. Cada grano provocará una crisis de identidad, cada kilo ganado un cataclismo personal. La Dra. Pipher escribe el triste caso de una chica sencilla con el pelo crespo que dijo de sí misma "soy un perro".

La respuesta del judaísmo a ese "lookism" es: Tú eres un alma. Tu autoestima es intrínseca e inmutable. Tú fuiste creado a imagen de Dios, lo que significa que tu esencia es santa. Y mientras mas te identifiques con tu esencia espiritual en vez de tu físico exterior, más liberada estarás de la tiranía del dios griego de la apariencia externa.

La deferencia a lo externo tiraniza porque nunca es suficientemente bueno. Ninguna chica anoréxica está suficientemente flaca; ninguna mujer atractiva puede competir con las modelos famosas; incluso una hora aplicándose maquillaje diligentemente no alcanza para emular los rostros que aparecen en las revistas.

Aquellos que valoran lo santo, por el otro lado, siempre son suficientemente buenos, porque la santidad es una cualidad esencial e incorruptible de cada ser humano. Puede ser oscurecida, pero nunca erradicada. Más aún, a diferencia de la belleza física, la santidad es la provincia de todos. Solamente algunas personas nacen hermosas, pero todas las personas nacen santas.

¿Cómo se vería el valor judío de la interioridad traducido en términos contemporáneos? Se manifestaría como: personas de mediana edad no traumatizadas por arrugas y pelo gris porque ellos saben que a medida que se hacen más viejos se hacen más sabios; chicas adolescentes equilibradas quienes pasan más tiempo rezando que arreglándose; esposos que adoran a sus esposas por sus cualidades internas en vez de sus tallas de vestido; y esposas seguras que no están preocupadas de que sus esposos vayan a divorciarlas por mujeres más jóvenes y esbeltas. Así se vería en la práctica una verdadera victoria sobre los griegos.

Aceite puro versus Menorá de oro

El Rav Avigdor Nebenzahl enseña una incisiva lección de Janucá. Encender la menorá requería dos componentes: aceite puro y la menorá dorada. La hermosa menorá de oro en el Templo había sido saqueada por los griegos. Cuando los macabeos reconquistaron el Templo, tuvieron que improvisar una tosca menorá fabricada a partir de sus propias lanzas, de hierro cubierta con lata. Pasaron años hasta que los judíos pudieron costear una linda menorá de plata, y décadas antes de que pudieran remplazar la bella menorá dorada.

¿Si Dios produjo aceite puro milagrosamente, porque no produjo también milagrosamente una hermosa menorá de oro?

Rav Nebenzahl contesta que el aceite puro de oliva, cuya pureza era más bien espiritual que física, representaba aquello que es interno. La hermosa menorá dorada representaba aquello que es externo. El milagroso hallazgo del aceite —pero no de la menorá— fue la declaración de Dios a los victoriosos macabeos de que lo interno es más importante que lo externo. Y el entendimiento de esto es la verdadera victoria sobre los griegos.

El helenista en cada uno de nosotros

Históricamente, la batalla de Janucá fue una guerra civil. La mayoría de los judíos en los centros urbanos se habían convertido en helenistas, o aficionados a la cultura griega. Aunque los macabeos sí tuvieron que pelear contra el ejército griego, los verdaderos enemigos de los judíos leales eran los helenistas entre ellos.

Mary Pipher sostiene que los culpables que engendran auto-imágenes falsas son la cultura, la música y la industria de la publicidad. Por supuesto, ella tiene razón. Pero el enemigo real es el helenista en cada uno de nosotros, esa parte de nosotros que se deslumbra y es fiel a la apariencia externa: los hombres a los que les atrae más la belleza que la bondad, las mujeres que pasan más tiempo ejercitando su cuerpo que su interior; los individuos que gastan una fortuna en ropa pero dudan si dar cien dólares a caridad; los padres que traspasan valores falsos a sus hijas e hijos; y aquellos que juzgan a otros de acuerdo a cómo se ven en vez de cómo actúan.

El Rey Shlomó resumió el sistema de valores judíos hace casi 3000 años: "La gracia es falsa y la belleza es vana; la mujer que venera a Dios, ella es digna de alabanza".

Y eso es algo en lo que pensar mientras encendemos las luces de Janucá, conmemorando el milagro del aceite, el cual representa la primordial importancia de lo que está adentro por sobre la apaiencia externa.

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