Lag BaÓmer y la misión de tu vida

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Lag BaÓmer es un gran enigma.

En el calendario, Lag BaÓmer marca los treinta y tres días de la cuenta del Ómer, los días entre Pésaj y Shavuot. Los días previos se observan como un período de duelo por la muerte de 24.000 alumnos de Rabí Akiva como consecuencia de una plaga espantosa. Para recordar sus muertes y conmemorar este evento trágico, disminuimos las alegrías, las celebraciones, la música. Pero en el día 33 nos regocijamos. ¿Por qué? Porque en ese día falleció uno de los mayores rabinos de la era talmúdica, Rabí Shimón bar Iojai, que vivió en el siglo II de la era común.

La muerte de los estudiantes de Rabí Akiva se recuerda con dolor. Sin embargo, la muerte de un erudito ilustre se continúa observando como una de las principales festividades en la ciudad de Merón, el pueblo en las montañas al norte de Israel donde fue enterrado Rabí Shimón.

¿Cómo podemos reconciliar estas dos respuestas diferentes respecto al fin de la vida de los justos?

Quizás la respuesta se encuentra en un extraordinario pedido que Rabí Shimón dejó con sus discípulos el día que falleció. Él les instruyó registrar el momento en que él partía de esta tierra como “el día de mi alegría” y les explicó que esto significaba el día que podía partir feliz de este mundo porque sabía que había cumplido con la misión que le había ordenado la Divinidad.

Rabí Shimón fue uno de esos pocos individuos que supieron que habían logrado cumplir el propósito de su vida. Para él, la muerte no era nada menos que el “Amén” del cielo a la bendición de su vida.

La verdadera tragedia de la muerte es que representa el cierre de la cortina sobre nuestra capacidad de hacer más para cumplir la razón por la cual Dios envió nuestra alma a la tierra. Sólo lo que llevamos con nosotros en ese momento puede hacernos merecedores de un legado de logros. La muerte pone fin a la historia de nuestra "respuesta" a nuestra misión divina en la vida. Rabí Shimón, el maestro de misticismo judío y de secretos celestiales, fue uno de esos pocos individuos que tuvieron la bendición de saber que habían logrado cumplir con el propósito de su vida. Para él, la muerte no era nada menos que el “Amén” del cielo a la bendición de su vida.

Lag BaÓmer es la festividad que sirve como un recordatorio de la necesidad de cumplir con nuestra misión en la vida.

Hace algunos años, tuve el privilegio de hablar en un encuentro de Gathering of Titans (Encuentro de Titanes). Se trata de un grupo de aproximadamente 100 directores ejecutivos de grandes corporaciones que se reúnen cada año en el MIT o Instituto de Tecnología de Massachusetts para refrescarse intelectual y espiritualmente. En el programa impreso, le pidieron a cada uno de ellos sintetizar en pocas palabras la filosofía, las metas y los objetivos de sus empresas a través de su declaración de misión. La declaración de misión es vital para una compañía exitosa. Ellos definieron lo que la compañía esperaba lograr, cómo creían que lo iba a lograr, cuál era su plan para el futuro, cómo esperaban verse dentro de 10, 20 y 50 años.

Yo les sugerí a estos titanes de la industria que consideraran escribir una declaración de misión para sí mismos, para sus vidas personales, tal como lo hicieron para sus empresas. Eso les permitiría pensar sobre la forma en que definen el éxito y cómo miden su progreso al tratar de equilibrar finanzas y familia, su riqueza y sus valores, la manera en que son juzgados por Forbes y la forma en que serán juzgados por su fe y su Dios cuando dejen esta tierra. Imaginen si tuviéramos la misma claridad que tenemos respecto a nuestros libros bancarios respecto a nuestros objetivos personales y cómo planeamos lograrlos. Imaginen si tomáramos nuestras declaraciones de misión personal con tanta seriedad como un manifiesto comercial. Imaginen si nos tomáramos el tiempo de decidir por qué Dios nos puso en la tierra y luego siguiéramos adelante y cumpliéramos el propósito de nuestra vida.

Muchos de estos titanes después me dijeron que la necesidad de pensar profundamente respecto a su misión en la tierra, algo que nunca antes habían intentado hacer con sus propias vidas, fue un verdadero cambio.

¿Cómo podemos descubrir exactamente cuál es nuestra misión?

El Rey David escribió: “Los pasos del hombre son dirigidos por Dios” (Tehilim 37:23). El Baal Shem Tov, el fundador del movimiento jasídico en el siglo XVIII, explicó este versículo de la siguiente manera: aunque durante el día cumplimos nuestras tareas cotidianas de acuerdo con lo que parece ser nuestra propia iniciativa y voluntad, nuestros pasos son “guiados” por un propósito espiritual más elevado. Al final, terminamos en un lugar específico para que tengamos la oportunidad de hacer lo que debe hacerse desde una perspectiva divina.

Dios orquesta las circunstancias para asegurar que tengamos la posición y las herramientas necesarias para cumplir nuestra misión. El desafío es aprovechar el momento.

Dios nos lleva hacia el lugar en donde podremos cumplir nuestra misión en la vida; no siempre necesitamos "encontrarla". Él siempre orquesta las circunstancias para asegurar que tengamos la posición y las herramientas necesarias para cumplir nuestra misión. El desafío es aprovechar el momento. Cuando nos encontramos en un lugar y en una situación específica, eso habla de nuestras capacidades y requiere nuestra participación; esa es la máxima indicación de que allí hay algo que tenemos que lograr.

Al tratar de determinar la tarea que se nos asignó para nuestra vida, debemos tener cuidado de no confundirnos con los objetivos que otros nos hicieron seguir. El mundo trata de seducirnos para que nos pasemos la vida adquiriendo riquezas y bienes. Su eslogan es: “El que muere con más, gana”. Pero no es para eso que nos pusieron en la tierra, y por esa misma razón nuestros bienes materiales nos abandonan de inmediato cuando fallecemos. Einstein es suficientemente sabio como para que confiemos en su consejo: “Trata de no convertirte en un hombre de éxito, mejor trata de convertirte en un hombre de valor”.

Quienes tienen conciencia de la idea de misión prestan especial atención a los momentos inesperados. Tu vuelo es desviado y de repente te encuentras en un lugar desconocido. Te ves obligado a mudarte para el bien de tu carrera y de repente descubres nuevos amigos que te necesitan. Si aprendemos a ver la vida desde la perspectiva de que nada es mera coincidencia y que, como suelen decir, "la coincidencia es sólo la forma en que Dios permanece en el anonimato”, entonces encontraremos esparcidas en medio de nuestras actividades cotidianas las claves espirituales.

Los eventos más imprevisibles e inesperados son los que más a menudo tienen el máximo significado. Ellos son señales direccionales para nuestras almas. Mientras más nos alejemos de la idolatría de los objetos materiales y nos concentremos en afirmar nuestros valores, más cerca estaremos de cumplir la misión que identifica el significado de nuestras vidas.

Lag BaÓmer es un poderoso recordatorio respeto a que es posible que la muerte no sea una maldición. Si como Rabí Shimón, podemos reflexionar sobre los días de nuestra vida como contribuciones significativas para mejorarnos a nosotros mismos, a nuestra familia, a nuestro pueblo y a nuestro mundo. Nuestra partida puede formar parte de la extraordinaria instrucción del rabino que nos otorgó una festividad destacada. Una festividad que es capaz de convertir la muerte en “el día de mi alegría”.

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