¿Por Qué Tuvieron que Morir los Peces?

3 min de lectura

Enseñándole a una chica a entender el grandioso y eterno plan de Dios.

Hoy, una de las chicas de 5 años de mi clase en el jardín infantil me hizo una pregunta para la que no tuve respuesta.

Había estado enseñándole a la clase sobre la primera de las Diez Plagas. Como sabemos, los egipcios antiguos esclavizaron cruelmente a los judíos durante 210 años infligiéndoles torturas atroces. Dios castigó a los egipcios con 10 plagas espectaculares, y luego sacó a los judíos de Egipto con “mano fuerte”, citando la Hagadá.

La primera de esas plagas fue que el Río Nilo se convirtió en sangre. Les conté los hechos a los alumnos.

“Pero todos los peces deben haber muerto”, dijo Dina. “¿Por qué tuvieron que morir los peces?”.

A estas alturas, con ya varios meses del año escolar transcurridos, incluso estos chicos del jardín tenían una idea general de que Dios dirige el mundo. Ellos sabían que, aunque no siempre podamos entender Sus caminos, Dios es bueno, incluso con los peces.

Dina también sabía a partir de la historia de Noaj que los animales “buenos” fueron salvados del Diluvio. Ellos entraron en el Arca de Noaj. Sólo se ahogó la gente malvada y los animales que alteraron sus caminos naturales (Rashi en Génesis 6:12).

Como los peces en Egipto no le habían hecho nada malo a los judíos, Dina pensó: ¿Por qué tuvieron que morir? Responderle que simplemente fue un daño colateral no hubiese funcionado. Ella sabía que Dios es justo con todos, incluso con los peces.

Tres Respuestas

Fui a casa e investigué un poco. Aquí están las respuestas que llevé a la clase al día siguiente:

(1) Sabemos que hay un solo Dios, pero los egipcios no lo sabían. Pesaban que había muchos, y que cada uno controlaba una parte diferente del mundo. Si Dios hubiera hecho un milagro en el que los peces sobrevivieran en esas sanguinolentas aguas del Nilo, seguramente los egipcios hubieran dicho que el Dios de Moisés era fuerte, pero que el de los peces ¡lo era aún más! Se hubiese perdido todo el objetivo de las plagas; Dios las hizo para enseñarle al mundo que hay un único Dios que dirige todo, y punto.

(2) Un pez – como todo en la tierra – tiene una fuerza espiritual de vida que lo mantiene vivo. El “espíritu” de cualquier criatura sólo desea una cosa: hacer la voluntad de Dios. Dios quiso que la plaga fuera tremenda para que los egipcios empezaran a considerar cambiar sus costumbres malvadas. Cuando esos peces murieron en la plaga de la sangre, ¡sus cuerpos muertos apestaban tanto que era insoportable! Al oler tan mal, esos pescados contribuyeron al plan de Dios. De hecho, incluso antes de ser concebidos, ellos ya habían sido designados y creados para ese momento y esa tarea.

Esos peces tuvieron una recompensa por dar sus vidas. ¿Cuál? Yo no soy la administradora de la oficina de Dios, así que no lo sé exactamente; pero sé que una gran parte de la recompensa es simplemente haber hecho lo que tenían que hacer para ser parte del grandioso plan de Dios. Es cierto que debe haber sido muy divertido ser un pez y nadar en un río tan glorioso como el Nilo, pero incluso tal placer no se puede comparar al de ser parte de la gran película de Dios, parte de algo mucho más grande que tu propio pescadoso ser.

(3) La última respuesta no se la dije a los chicos, porque incluso para niños muy inteligentes de cinco años es un poco complicada:

La primera palabra de la Torá es “Bereshit”; que en hebreo tiene seis letras. Cada letra hebrea tiene un valor numérico. Si sumas los valores de la primera, la tercera y la quinta (Bet, Alef y Yud) obtienes 13. Este también es el valor numérico de la palabra “Ejad”, que significa “Uno”.

La segunda, la cuarta y la sexta letra forman la palabra “Reshet”, que significa “red”. La primera palabra de la Torá sugiere un gran secreto – que todos somos parte de Una Gran Red, conectada por un Gran Plan.

Algún día, cuando veamos ese gran plan y estemos maravillados por su asombrosa belleza, estaré feliz de haber sido parte del mismo y de haber conocido a personas tan inteligentes como Dina de 5 años.

Agradezco a la señora Lea Kohn, del Centro Judío Renaissance.

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