Libertad, ¿Sin Límites?

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“Deja ir a mi pueblo” es sólo la mitad de la historia.

Odio cuando la gente intenta poner palabras en mi boca.

Eso es exactamente lo que ocurrió cuando me invitaron, en mi rol de experto rabínico, a dirigirme a una clase de último año de secundaria en una escuela pública sobre “El Mensaje Más Importante de La Festividad Judía de Pesaj”.

Antes de que yo pudiera decir algo, la mujer encargada tomó el control efusivamente y le dijo a los estudiantes que yo explicaría que los judíos celebran Pesaj como la festividad bíblica que glorifica la libertad como el más grande de todos los derechos humanos. Ella continuó entusiastamente, y aseguró que éste es el concepto que guía nuestras vidas hoy en día, ya que vivimos en un país que no impone limitaciones a nuestras libertades personales. Somos libres de hacer lo que nos plazca, sugirió ella – todo gracias a una festividad judía.

Finalmente me presentó y me dio la oportunidad de librarla a ella y a la audiencia de tan común error de entendimiento. 

Por supuesto que, en un cierto nivel, Pesaj se trata de la libertad; es una festividad que celebra el final de la esclavitud y el sufrimiento judío. Nos recuerda año tras año que Dios escucha el llanto del oprimido, y que es sensible al dolor de los abusados que buscan alivio de sus crueles amos. Se supone que los seres humanos deben ser libres de la opresión del malvado, del maltrato de los crueles, de la subyugación del más fuerte.

Fuimos esclavos del Faraón en Egipto, y esa clase de restricción es algo que Dios no ve con buenos ojos. “Deja ir a mi pueblo” fueron las palabras que Dios puso en la boca de Moisés en la primera parte de su súplica por la libertad de los hijos de Israel. Pero en esa petición había más cosas, las que convenientemente estamos olvidando. Y es la última parte del llamado bíblico a la justicia la que nos obliga a repensar los parámetros de la libertad y la forma en que nuestra sociedad contemporánea ha distorsionado su mensaje.

País Libre

A primera vista suena grandioso decir que todos deberíamos ser libres de hacer lo que queramos, pero la primera vez que nuestros hijos dicen obscenidades o nos hablan irrespetuosamente con el argumento de que “es un país libre” empezamos a aceptar que libertad sin límites es anarquía, y que la libertad sin conciencia es crueldad.

La libertad de expresión es censurada cuando presenta un peligro claro y contundente.

Las sociedades aprenden rápidamente que nadie puede ser totalmente libre a expensas de los derechos de otras personas. La libertad de expresión es un derecho fundamental de la democracia norteamericana, sin embargo la Corte Suprema ha decretado que algunos intereses públicos – seguridad nacional, justicia o seguridad personal – se sobreponen a la misma. El juez Oliver Wendell Holmes, hablando unánimemente en nombre de la Corte Suprema, dijo: “La pregunta en todos los casos es si las palabras utilizadas son utilizadas de manera tal y tienen una naturaleza tal que crean un peligro claro y contundente que traerá los males que el Congreso tiene el derecho de prevenir”.

La idea de que “es un país libre” es lo que hizo que un estudiante de la Universidad de Rutgers se suicidara después de que dos compañeros de clase utilizaran una cámara oculta para publicar su vida sexual en internet.

Tyler Clementi, un renombrado violinista de escuela secundaria, dejó su billetera en el puente George Washington antes de tirarse al rio Hudson hacia su muerte, después de que un post en Twitter revelara detalles delicados sobre su vida privada.

“Es un país libre”, entonces Megan Taylor Meier, una adolescente norteamericana de Misuri, se suicidó ahorcándose tres semanas antes de su cumpleaños número 14. Ella estaba perturbada después de que los emails que recibía de un chico pasaron de ser emails de amor a emails llenos de odio. En realidad eran una broma dolorosa organizada por una vecina, la madre de una de las amigas de Megan con quien ella había tenido una disputa.

La Ley de Sinaí

El abuso de las libertades puede tener consecuencias trágicas. Es por eso que Pesaj, conocida como la festividad de la libertad, es en realidad sólo media festividad. Desde el momento exacto en que celebramos la liberación contamos los días para llegar a la festividad de Shavuot, cuando el pueblo judío se paró en el Monte Sinaí y recibió la Torá. Las dos festividades están inseparablemente relacionadas. La primera trata sobre la liberación de algo, y la segunda sobre la liberación en algo. Fuimos liberados de la esclavitud física para colocarnos voluntariamente bajo las restricciones de la rectitud moral.

La libertad sin límites puede ser tan destructiva como la esclavitud. “Nadie puede decirme lo que tengo que hacer” – una idea no limitada por los impedimentos éticos – es potencialmente una amenaza al orden social tan grande como la esclavitud.

La libertad sin límites puede ser tan destructiva como la esclavitud.

El Midrash tiene un comentario fascinante sobre el primer encuentro entre Dios y Moisés. A Moisés se le ordenó sacar a los judíos de la esclavitud en Egipto en el arbusto ardiente. En hebreo el arbusto es llamado sné. Dicen los comentaristas que esto fue porque ese mismo lugar eventualmente sería llamado Sinaí; el lugar donde comenzó la misión definió su propósito. El objetivo no era simplemente sacar a los judíos de Egipto, sino traerlos a la montaña donde recibirían la ley. La libertad sin ley es inconcebible.

Es por eso que Moisés no sólo le dijo al Faraón más tarde “deja ir a mi pueblo” sino que agregó la frase crucial “para que puedan servir a Dios”. Esta es la libertad de Pesaj, atarse al pacto moral de la Torá.

Desde una perspectiva judía, hablar sólo del ideal de la “libertad” – ignorando su contraparte obligatoria que es la “responsabilidad” – es distorsionar su verdadero significado.

Esto es lo que Abraham Lincoln expresó tan bien en sus famosas palabras: “La libertad no es el derecho de hacer lo que queremos, sino lo que debemos”.

Y este es el mensaje real de Pesaj: Dios nos concedió el regalo de la libertad física con el objetivo de que seamos verdaderamente libres para ser guiados por nuestras almas.

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