Escuchando la Matzá

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Si la matzá pudiera hablar, ¿Qué nos diría?

En el medio de mis preparaciones para el Seder familiar el último Pesaj, mi precoz nieto de cuatro años, Daniel, me informó que él iba a estar "en silencio mientras comiera la matzá en el Seder". Como no respondí entusiastamente a su profunda declaración, él continuó con el tema y dijo: "¿No quieres saber por qué voy a estar en silencio cuando coma la matzá?".

Yo, por estar ocupado con temas tan importantes como elegir los vinos apropiados para el Seder, gruñí despreocupadamente: "Dime por qué, Daniel".

Con una sonrisa de sabiduría que sólo los niños que aún no conocen sus limitaciones pueden gesticular, me dijo: "¡Porque quiero escuchar la matzá!".

"Qué lindo", le dije, con mi típica timidez de abuelo. Lo primero que pensé es que escuchar la matzá significaba escuchar el crujido, los cracs, y los crunchs que sólo la matzá seca, crocante y bien horneada puede producir mientras es masticada en la boca. Puede ser que a eso se refería también mi nieto Daniel, pero yo he repensado el asunto a partir de ahí.

La matzá está acostumbrada a escuchar lo que tenemos para decir. La mayoría del servicio ritual de la hagadá de Pesaj se realiza con la matzá descubierta, sirviendo como el oyente pasivo e inanimado de nuestro cuento de esclavitud y libertad, crueldad y redención, caos y propósito. La matzá oye nuestras palabras y escucha nuestras historias. Pero, ahora pienso, qué significativo sería si de acuerdo a las palabras de Daniel, "escucháramos la matzá". Creo que el diálogo sería algo como esto:

"Todo imperio estaba convencido de ser invencible e inmortal. Pero los he visto pasar a todos".

"Este es el Seder número 3321 (el éxodo tomó lugar en el año 2448 desde la creación) para mí. Yo comencé en Egipto, viajé por el desierto de Sinai, y me arraigué en la tierra de Israel. Estuve en el Templo de Jerusalem, en el palacio de David, con los pastores en el Golán, y en la casa de los mercaderes en la antigua Yafo. Estuve presente en los jardines colgantes de Babilonia, en la Acrópolis de Atenas, y en el foro romano. Estuve en las Montañas Atlas de Marruecos, en los Alpes de Suiza, en las planicies de Cataluña, en los viñedos de Provenza y Champagne, y atestigüé el esplendor de los antiguos bizantinos. He visto Varsovia, Vilna, Kiev, Cracovia, Moscú, Berlín, París, Kobe, Shangai, Chochín y Mumbai. He estado presente en mesas de Seder cubiertas con lino blanco, con la porcelana más fina y utensilios de plata. También he estado en sótanos escondidos y oscuros en Sevilla y Barcelona, he sido expulsada de Londres y de Oxford, y he sido también acusada incontable e injustamente de calumnias sangrientas durante mi preparación. También estuve en Auschwitz y en Bergen-Belsen, bajo sitio en la Jerusalem moderna y en Tzfat, en campos de trabajos forzados en Siberia, y aún me escondo en Damasco y en Teherán. He estado por ahí, y he aprendido mucho..."

"He observado el paso de civilizaciones e imperios. He atestiguado cambios profundos en el orden del mundo y en las creencias de la sociedad. Todo imperio estaba convencido de ser invencible e inmortal. Toda filosofía se presentó como la panacea para las enfermedades del mundo. Aristóteles, Aquinas y Locke, Marx y Nietzsche, Kierkegaard y Russell, todos los postulados y las proposiciones. La monarquía y el feudalismo, el fascismo y el comunismo, todos se elevaron para estructurar la sociedad y mejorar la vida humana. La razón y el renacimiento, el humanismo y el socialismo, el imperialismo y el socialismo, el fundamentalismo y el secularismo, opresiones religiosas y el hedonismo. Todos han tenido sus días. Y yo, como una humilde matzá, no podía comentar en voz alta sobre estos tejes y manejes. Pero yo los he visto pasar a todos. Y aún la lucha por la libertad personal, por significado y compromiso en la vida, por la paz y el entendimiento mutuo, por la santidad del hogar y de la familia, debe ser ganada. Por eso yo estoy tan contenta de haber entablado esta pequeña conversación contigo. Siempre estoy emocionada cuando alguien me escucha".

"Por un tiempo, la gente, incluso mi gente, pensó que yo no duraría mucho. Pero eso no era verdad. Yo ahora estoy en Nueva York y en Beverly Hills, en Santiago y en Buenos Aires, en Bogotá y en Sidney, en Praga y hasta en San Petersburgo (antes Leningrado). Estoy de nuevo en casa, en Jerusalem y en Hebrón, en Tiberias y en Tel Aviv. De hecho, yo estoy presente en donde sea que la gente se preocupa y tiene esperanza. En donde sea que la gente está interesada y es leal a su herencia, que atesora a la familia y a los viejos valores, que ha abolido la violencia del odio y la fascinación por los placeres temporarios y el hedonismo, y en su lugar ha elegido el camino de la tradición y la fe. En resumen, para cualquiera que me quiera escuchar, yo sigo estando ahí".

Por favor Daniel, pasa la matzá. Yo también voy a estar en silencio mientras la coma. Yo también quiero escuchar la matzá.

Reimpreso con permiso de Una Guía para la Vida Judía, por rabino Berel Wein.

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