La Libertad de la Simplicidad

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El significado paradójico de la matzá.

El Seder de Pesaj expresa en sí mismo dos temas opuestos. Están las hierbas amargas y el jarozet que simbolizan las dificultades y la amargura de la esclavitud en Egipto. Por otro lado, las copas de vino, la hermosa comida y el acto de reclinarnos simbolizan la libertad y el bienestar de nuestra liberación.

Reconciliar esas dos características opuestas de la noche del Seder es simple. Necesitamos recordar tanto los duros tiempos antes de la liberación como los buenos tiempos que le sucedieron. Los tiempos duros sirven para acentuar la excitación de la liberación y la recompensa de la riqueza posterior, y el hecho de promulgar las dos, nos da la medida completa de la benevolencia de Dios.

¿Cómo puede la matzá ser el símbolo tanto de la esclavitud como de la liberación?

Pero la matzá misma, el elemento más importante del Seder, continúa siendo una paradoja. Por un lado, la matzá sirve para simbolizar la libertad. La Torá misma la describe así: “Siete días comerán… porque saliste de la tierra de Egipto con gran prisa” (Deuteronomio 16:3). La matzá por lo tanto simboliza el escape hacia la libertad. También se nos ordena comer la matzá reclinados, al igual que tomar las copas de vino, porque es un acto de libertad, a diferencia de las hierbas que simbolizan la esclavitud.

Pero sin embargo la matzá es llamada “léjem aní” (usualmente traducido como “el pan de la aflicción”). La matzá es tan simple como puede ser - harina y agua. Punto. Cualquier adición de sabor y/o edulcorante invalidaría su utilización en el Seder. No es procesada (es decir, fermentada) de ninguna manera. Sólo harina y agua, metidas así nomás en el horno. ¿Cómo puede eso expresar la emoción de la libertad y la riqueza? ¿Cómo es integrada a la mesa servida tan espléndidamente, la reclinación digna de reyes y las embriagadoras copas de vino?

El Maharal (siglo 16) responde la pregunta mediante la reinterpretación de las palabras “léjem aní”, que él traduce como “el pan de la pobreza”, y no como el “pan de la aflicción”. No es pobreza en el sentido de sufrimiento, sino pobreza como una “falta de algo”.

¿Cómo es que esta “falta” simboliza libertad? La respuesta es que el opuesto de libertad es dependencia. Cuando alguien ha impuesto su dominio sobre nosotros y nosotros necesitamos pedir permiso para hacer algo, no somos libres. Y una dependencia interna es aún peor que una dependencia de un elemento externo. Una persona que no puede sobrevivir el día sin un paquete de cigarrillos ya no es un hombre completamente independiente. Está restringido por la necesidad de cigarrillos.

Pero los cigarrillos todavía son un elemento externo. ¿Qué me dices de nuestras “necesidades”? Cuanto más grande son nuestras “necesidades”, más subordinados estamos. Si nuestras “necesidades” incluyen comer afuera, entonces debemos ganar lo suficiente para comer afuera, vivir cerca de buenos restaurantes, invertir el tiempo para pensar y encontrar esos restaurantes, etc.

La esencia de la libertad, a nivel personal, es la simplicidad de nuestras “necesidades”.

Hasta emocionalmente, nuestra libertad está restringida por nuestras “necesidades”. Cuanto más necesitamos “aprobación social”, menos podemos hacer lo que es correcto. Cuanto más necesitamos controlar a otros, menos genuinas son las amistades que podemos mantener, y así sucesivamente.

Así, la esencia de la libertad, a nivel personal, es la simplicidad de nuestras “necesidades”. Consecuentemente, el pan (que es el sustento básico de la vida) de Pesaj es el más simple de todos. Es harina y agua, nada más. Y cuando la base de la existencia es lo más simple que puede ser, su libertad es la más grande. El mochilero tiene un rango de viaje mucho más amplio que el que sólo viaja en avión.  

La Torá refuerza este punto al explicar que la matzá es ingerida porque “dejaste Egipto con gran prisa”. Hay grandes momentos de oportunidad en la historia que no son utilizados porque la ventana de esa oportunidad es extremadamente angosta. Dios eligió redimir a Israel en un momento determinado de tiempo. Si Israel hubiese elegido entretenerse con sus posesiones y su lista de cosas por hacer, ese momento se hubiese cerrado para siempre. Fue solamente porque tomaron sus panes a medio hornear y corrieron que encontraron la ventana del tiempo abierta, por así decir.

Aún en la historia contemporánea hemos atestiguado este fenómeno. Algunos judíos no escaparon de Alemania y de otros países porque no tenían los medios para hacerlo. Esto fue una terrible tragedia. Pero la tragedia más grande fueron los judíos que no escaparon por las propiedades que poseían. Ellos no podían simplemente dejar todo y huir. Sus posesiones y riquezas se convirtieron en cadenas de esclavitud en lugar de recipientes de libertad (esto se ha repetido también en países árabes).

¿Por qué el lujo?

 Pero las preguntas todavía están. Si la libertad es sobre la simplificación de las necesidades, ¿Por qué tantas celebraciones de libertad del Seder están marcadas por el despliegue de confort y plenitud? ¿Por qué la hermosa mesa, las copas de vino, el reclinarse, la ropa nueva?

Utilicemos una analogía para explicar este punto. Una persona adquiere un auto. ¿Esto aumenta o disminuye su movilidad? La respuesta es que si la persona se torna tan dependiente del auto que ya no puede caminar siquiera unas cuadras sin él, entonces el auto lo ha esclavizado. Pero si continúa caminando cuando es posible, y utiliza el auto para aumentar su rango de movilidad, entonces el auto ha extendido su libertad de movilidad.

Lo mismo pasa con los bienes que Dios nos da. Si se convierten en “necesidades”, entonces estamos esclavizados. Si son vistos como oportunidades, entonces extienden nuestra libertad y nuestra posibilidad de elección.

Como seres humanos, la libertad es nuestro atributo más apreciado. El libre albedrío es la esencia de ser humano. Para alcanzar nuestro grado máximo de libertad, debemos evitar encadenarnos a nuestras necesidades “artificiales”. A menor cantidad de necesidades, mayor es nuestra libertad para actuar de acuerdo a nuestros principios y para hacer lo correcto.

Y cuando alcanzamos la libertad absoluta, la riqueza y los bienes que Dios nos ha dado se convierten en herramientas para el crecimiento y para alcanzar logros, en lugar de cadenas de “necesidades” que deben ser satisfechas.

Mientras comamos la simple y sencilla matzá en la noche del Seder, reflejemos que estamos ‘reseteando’ nuestro nivel básico de subsistencia llevándolo al punto más elemental posible. Miremos alrededor y observemos la mesa, la comida, el vino, y aprendamos a tomar parte, no como hedonistas esclavizados, sino como hombres libres.   

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