Uno de los miedos más grandes que tenía al irme a vivir a Israel era el de no poder expresarme. Que por culpa de mi ineptitud para los idiomas yo no pudiese articular ideas serias o profundas en hebreo. Seguramente ese era un terror heredado de mi bisabuela, que incluso después de décadas en Argentina sólo se comunicaba en idish, por lo que llegué a Israel con una preocupación en forma de ADN importada de Polonia hace dos siglos.
Los primeros años fueron difíciles. Abrir una cuenta en el banco me exigía la misma concentración que un examen de astrofísica y al terminar el trámite no podía estar segura de haber abierto una cuenta de ahorro o un plazo fijo.
Hacer las compras era otro desafío: si el dueño del almacén ese día estaba de buen humor, me tenía paciencia e interpretaba mis pedidos; pero si el negocio estaba lleno y él no tenía tiempo, no le importaba si yo me confundía y decía "abatiaj" en lugar de "agvania" y me daba tres sandías sin detenerse a pensar que seguramente me había equivocado y había querido pedir tres tomates.
Cada vez que recibía una nota del jardín de infantes, transpiraba mientras la traducía ayudada por el diccionario. Cuando pidieron que mi hijo llevase treinta y cinco "bananiot" (una pequeña golosina recubierta con chocolate), yo entendí "bananot" y lo mandé con tres bolsas repletas de bananas.
Lo que más me costaba era no poder demostrar mi ingenio. Me distingo por una lengua filosa que siempre tiene el comentario justo. Puedo ser ácida, irónica, graciosa o punzante, según la situación lo requiera. Soy capaz de rematar una charla como en una escena de sitcom.
De golpe me encontraba sin posibilidad de hacerle un chiste aleccionador a la secretaria del pediatra acerca de su incapacidad para organizar los turnos. No podía discutir los derechos del consumidor cuando el taxista se quejaba porque no le pagaba con cambio, ni me detenía a preguntarle a la vecina si su hija era daltónica cuando la veía con una media de cada color.
Sufría mucho por esa clase de cosas.
Hasta que dejé de sufrir.
La boca que habla
Sabemos que Pésaj es una fiesta que se relaciona con la libertad en todos sus aspectos. Quizá sea menos conocido que es una festividad que también se relaciona con la cualidad del habla. El Arizal, el gran sabio cabalístico, explica que la palabra Pésaj puede ser dividida en dos: pe (boca) y saj (habla). Pésaj se puede entender entonces como "la boca que habla".
El Arizal dice que la profundidad del exilio en Egipto se manifestaba porque el pueblo no hablaba su propio idioma y la redención les dio la posibilidad de comenzar a hacerlo. Por supuesto no se refería a si el pueblo hablaba hebreo, egipcio o chino mandarín, sino que al decir "hablar su propio idioma" se refería a manifestar su verdadera naturaleza.
El habla es la manera en que las ideas abstractas toman forma concreta. Es un proceso que requiere atención porque se pueden interponer muchos obstáculos. Invadida por estímulos externos, por la exigencia de inmediatez o por la falta de atención, la idea muchas veces pierde su naturaleza antes de salir por la boca.
En Pésaj, el pueblo judío pasó de ser una nación en potencia a ser una nación en acto gracias al compromiso y al esfuerzo de rescatar su propia esencia. En Egipto no podían hacerlo porque estaban rodeados de influencias que acallaban sus propias voces y justamente eso es el exilio, dice el Arizal: vivir desconectado del verdadero ser.
En la punta de la lengua
Irónicamente, empecé a salir del exilio personal cuando me vi obligada a cerrar la boca. Gracias a no poder hablar con facilidad, en Israel encontré mi verdadera voz. No saber el idioma escondía una bendición y, sobre todo, muchas enseñanzas.
Bla bla bla bla, hablaba mucho pero no decía nada. Lo hacía impulsada por condiciones externas: decía lo que creía que querían escuchar, lo que me haría parecer inteligente o directamente decía lo primero que se me cruzaba por la cabeza, pero expresar mis propias ideas, poco y nada.
Gracias a no saber el idioma tuve que callar un poco esa voz —que no era la mía— y pude empezar a escucharme realmente.
Por ejemplo, si una vecina me hacía notar que mis hijos habían hecho ruido a la hora de la siesta, sometida a una lengua automática, yo me hubiese mandado una larga diatriba defensiva en la que señalaba que sus hijos también molestaban constantemente y que era extremadamente inapropiado exigir un comportamiento que ella misma no cumplía. Sin embargo, cuando tuve tiempo de pensar lo que quería decir y elegir las palabras justas para hacerlo, mi verdadera voz pudo expresarse, pedir perdón y asegurarle que de ahora en más sería más cuidadosa.
Después de catorce años en Israel hablo bien hebreo. Ya podría discutirle a la anciana que se mete de contrabando en la cola del supermercado. También podría redoblar la apuesta y contestar sarcásticamente cuando alguien me hace una indirecta que me desagrada.
Pero no lo hago. En ningún idioma.
Me he liberado de la necesidad de avivar el fuego de las charlas sin sustancia. Me he liberado de la urgencia de interrumpir, corregir u opacar a mi interlocutor. Me he liberado de creer que hablar es mover los labios.
Uno de los miedos más grandes que tenía al irme a vivir a Israel era el de no poder expresarme. Hoy mi miedo es que lo que diga no coincida con mi verdadera esencia. Después de todo, si Dios hizo tantos milagros para sacar al pueblo de Israel del exilio, lo mínimo que puedo hacer yo —en hebreo o castellano— es intentar expresarme con sentido.
(5) Myriam Julieta, April 20, 2019 2:12 AM
Como manejar el habla
Muchas gracias por esta reflexión, me llegó al corazón, realmente también ése es un miedo que comparto y ahora entiendo el porqué
(4) Viki, April 28, 2016 10:48 PM
?❤?
Shalom Judi lerner! No pude evitar finalizar tu enseñanza con lágrimas en los ojos, lo justo que precisaba en este momento.
(3) MARTHA ISABEL PIZARRO, April 22, 2016 2:58 PM
Lo he vivido en Canada
Judi Lerner, muy buenos dias!...Que bella forma de expresar, los temores vividos y la manera como Dios ha sembrado en usted, la sencillez de espiritu. Esa que nos hace grandes, delante de D-ios y de los hombres. De una u otra manera, yo los he vivido y los vivo, a partir del momento que decidi vivir en Québec. Comencé hace unos 7 años aprender francés. He llorado, he reido. Lo màs duro, en el comienzo era, querer expresar cariño y que esa necesidad, no fuera aceptada,por el hecho de no hablar bien el francés y aun lo vivo, con personas duras de espiritu. Que no conocen, el esfuerzo mental y academico, que implica un aprendizaje. Pero por sobre todo, ese silencio de mi lengua, ese nudo en mi garganta y ese corazon contraido; me ha enseñado a no querer ganar conversaciones fofas, sin sentido, sarcasticas y sin amor a D-ios.
Martha Isabel Pizarro
(2) David Holz, April 21, 2016 11:16 AM
Estado propio
Hola una consulta ?Porque nosotros los judíos por tradición o por religiosos no tenemos un rabino , como el papa en la religion catolica ,que sea nuestro líder ,que nos sintamos identificados ,que ante el mundo tenga nombre y apellido ,que demuestra a todas las comunidades del mundo, como realmente vivimos y todas nuestras buenos pensamientos y nuestras buenas obras ???no quiero ser denso , gracias por leer esta consulta. Saludos a toda la comunidad.
(1) manuel, April 20, 2016 7:01 PM
el exilio de la lengua.
me gusta el artículo , no enseña a ser prudentes , discretos y moderados al expresar nuestra ideas a través del lenguaje oral..
así como evitar el parloteo y expresarnos con sentido