Pésaj: la noche de protección

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¿Por qué en el Séder abrimos la puerta para Eliahu?

En el Séder se acostumbra a abrir la puerta de la casa, supuestamente para el profeta Eliahu. Pero esta no es la razón real, sino que más bien esto representa la unión de dos costumbres previas: servir la copa para Eliahu y abrir la puerta. Servimos una copa para Eliahu, quien dará comienzo a la era mesiánica. Abrimos la puerta simbolizando que la noche del Séder es un leil shimurim, una noche en la que disfrutamos de una protección especial.

Después de beber la tercera copa de vino, recitamos el párrafo shefoj jamateja (vierte Tu ira), en el que le pedimos a Dios que nos vengue de las naciones que nos oprimieron en el exilio (el cual, históricamente, fue mucho más palpable y violento de lo que la mayoría hemos experimentado en el siglo XXI). Abrir la puerta al recitar estas palabras es un acto simbólico que demuestra que a pesar de las intenciones malvadas de nuestros opresores, creemos que la noche del Séder es un momento de protección extra y que Dios recompensará nuestra fe en Él trayendo nuestra redención. Esta costumbre data del siglo XV; el Ramó (que vivió en el siglo XVI) la cita en nombre de Rav Israel Bruna.

¿De dónde surge la idea de que la noche del Séder tiene una protección especial? De un versículo que lo dice no una sino dos veces, en Éxodo 12:42: “Es una noche cuidada para Dios, para sacar [a los judíos] de la tierra de Egipto, esta noche será una noche para Dios cuidada para todos los hijos de Israel en todas las generaciones”.

A pesar de que los judíos sacrificaron frente a los egipcios al animal que estos consideraban sagrado, los egipcios no los molestaron.

En Egipto, esa noche tuvo una protección especial de diversas formas. Primero, los judíos reunieron carneros para sus ofrendas de Pésaj a pesar de que los egipcios consideraban que se trataba de un animal sagrado. (Algunas personas cuestionan la veracidad de esta afirmación, pero los antiguos egipcios tenían por lo menos siete dioses carneros, incluyendo a Amún, Khnum, Banebdjedet y Heryshaf). A pesar de que los judíos sacrificaron frente a los egipcios al animal que estos consideraban sagrado, los egipcios no los molestaron.

A continuación los judíos pintaron los marcos de sus puertas con la sangre de los carneros, y Dios no permitió que el destructor entrara a sus hogares durante la última plaga, la muerte de los primogénitos. (Vale la pena recordar que la Hagadá explica ampliamente que Dios mismo llevó a cabo la redención y no actuó a través de un ángel como Su agente. Por lo tanto tenemos que entender qué es este destructor al que Dios no le permitió entrar a los hogares judíos. Las personas mueren a diario por varias causas, tales como accidentes, enfermedades, actos de violencia, etc. En la noche del primer Séder en Egipto, Dios ni siquiera le permitió al ángel de la muerte entrar a los hogares judíos para cumplir sus “tareas normales”. En esa noche no murió ningún judío, por ninguna causa).

Finalmente, no sólo los egipcios no atacaron a los judíos cuando salieron de Egipto, sino que ni siquiera les ladró un perro (Éxodo 11:7).

Pero Éxodo 12:42 también nos dice que la noche del Séder será una noche protegida en todas las generaciones. Una de las explicaciones a esto es que así como en esa noche los judíos fueron redimidos de Egipto, también en ella serán redimidos en el futuro. El Midrash (Éxodo Rabá 18) da varios ejemplos de estas redenciones: la del Rey Jizkiahu de los Asirios, la de Janania, Mishael y Azariá del horno ardiente y la de Daniel de la guarida del león. Asimismo, el poema litúrgico Ómetz guevurateja (Tú manifestaste Tu poder), escrito por Elazar HaKalir y que muchos recitan en la segunda noche del Séder, relata muchas de esas redenciones a través de la historia: el derrumbamiento de Sodoma en la época de Abraham; la redención de los judíos de Egipto; la conquista de Jericó por Iehoshúa; la derrota de Midián en la época de los Jueces; la destrucción de Asiria profetizada por Isaías; la escritura en el muro que se relata en el libro de Daniel y que predijo la caída de Babilonia; Ester pidió que el pueblo ayunara y Hamán fue colgado en Pésaj, etc.

También es interesante notar que muchas veces Dios trajo la redención a través de equipos cuyas iniciales son las letras hebreas mem y alef: en Egipto, a través de Moshé y de Aharón; en Shushán, a través de Mordejai y de Ester y, en el futuro, a través del Mashíaj y Eliahu. Hay razones para creer que la redención futura también será durante Pésaj, justificando la copa que mencionamos para Eliahu.

Si podemos ponernos en manos de Dios durante una noche, podemos aprender que, en realidad, esa es nuestra situación en cada instante de cada día.

Que la noche del Séder prometa protección extra tiene ramificaciones en la ley judía, más allá de la costumbre de abrir la puerta durante el Séder. El Talmud (Pesajim 109b) pregunta por qué debemos beber cuatro copas de vino durante el Séder, algo que normalmente sería desalentado debido a sus potenciales efectos negativos. Una de las razones dadas es que la noche del Séder es leil shimurim. Además, buena parte de las plegarias que se dicen habitualmente antes de ir a dormir se omiten por ser innecesarias en la noche del Séder, por la protección extra que recibimos.

Algunas personas acostumbran a no cerrar con llave sus puertas en la noche del Séder, porque es leil shimurim, una noche de protección, pero esta práctica no se recomienda porque no debemos confiar en milagros. Sin ninguna duda no tenemos que salir a caminar por barrios peligrosos ni provocar peleas con bandas callejeras confiando en un entendimiento equivocado de que en esta noche somos de alguna forma indestructibles. Protección extra no es lo mismo que invulnerabilidad.

En Jovot Halevavot (Los deberes del corazón), una obra clásica de literatura judía, en toda la sección Sháar habitajón (El portal de la confianza en Dios), se nos alienta a reconocer que ningún ser humano tiene el poder para dañarnos salvo que Dios así lo desee. Es difícil interiorizar esta idea. Reconocer la noche del Séder como leil shimurim es un buen primer paso para cultivar la confianza en Dios. Si podemos sentirnos cómodos poniéndonos en las manos metafóricas de Dios durante una o dos noches al año, podemos aprender que, en realidad, esa es nuestra situación en cada instante de cada día.

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