Pésaj y la plaga número 11

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La conexión entre Pésaj y Tishá BeAv nos brinda enorme esperanza y consuelo en este momento trágico.

La Hagadá de Pésaj enumera diez plagas. Hoy nuestras mentes están ocupadas con la plaga número once. De repente nos enfrentamos a la realidad del coronavirus, que nos convirtió en víctimas contemporáneas como los antiguos capataces egipcios de nuestros ancestros.

Cuando recitamos las plagas durante el Séder, derramamos una gota de vino de nuestra copa. Cuando era pequeño, mi padre me enseñó la razón de esta bella costumbre. Aunque los egipcios eran nuestros enemigos y nos esclavizaron de forma brutal, necesitamos recordar que seguían siendo seres humanos; y cuando hay seres humanos que sufren, nuestra alegría no puede ser completa. Tenemos que sentir por lo menos un poco de compasión por el dolor de los demás.

¿Cuánto vino debemos derramar entonces este año, durante esta pandemia global?
Tengo un amigo que puso en clara perspectiva el problema de celebrar Pésaj este año. “Simplemente este año no se siente que llegamos a Pésaj, la sensación es más bien como si nos acercáramos a Tishá BeAv”.

Tishá BeAv es el día más triste de nuestro calendario. La lista de tragedias que conmemora, los terribles eventos que ocurrieron precisamente en esta fecha hebrea, son una improbabilidad estadística de máximo orden, comenzando con la destrucción de ambos Templos exactamente el mismo día. Por otro lado, Pésaj es la festividad más observada de todas las festividades judías. De acuerdo con la encuesta más reciente, el año pasado en Israel el 93% de los israelís participaron en un Séder. El Séder siempre fue sinónimo de alegría, la máxima expresión de amor judío por la familia, el hogar, las glorias de nuestro pasado y las esperanzas para nuestro futuro.

Por cierto, que la plaga actual pueda despertar la sensación de que este año Pésaj se parece más a Tishá BeAv, debería hacernos llorar. Pero sorprendentemente la tradición judía hizo esta misma conexión entre el día más triste y el día más dichoso hace muchos años: ambos tienen lugar el mismo día de la semana. ¿Qué significa este nexo? Que es una conexión que nos ofrece enorme esperanza y consuelo en este momento tan trágico.

La tradición enseña que el Mashíaj, a quien esperamos dar la bienvenida en Pésaj, nacerá en Tishá BeAv. De la tragedia de uno surge la redención del otro.

Pésaj nos recuerda que a pesar de nuestros desafíos, hay un plan superior que se está desarrollando.

Puede ser que no comprendamos los caminos de Dios, que no entendamos el sufrimiento. Podemos sentarnos perplejos en nuestros hogares, incapaces de seguir adelante, mistificados de la misma manera que Iov en la Biblia tuvo que enfrentar desgracias inexplicables. Pero hay una verdad que no podemos abandonar. El nombre del mes en el que ocurrieron nuestras tragedias colectivas es av. Av significa 'padre', y sin importar lo que nos ocurra, continuamos creyendo que nuestro Padre en el Cielo nunca nos olvida. Por eso Tishá BeAv tiene en su interior la semilla de la festividad de Pésaj. En la mesa del Séder colocamos una copa para el Profeta Eliahu con plena confianza de que el 15 de nisán, el mes de los milagros, él llegará personalmente para prepararnos para la llegada del Mashíaj.

En el Séder se acostumbra a comer un huevo duro. Algunos comentaristas explican que esto conmemora la comida de duelo previa al comienzo del ayuno de Tishá BeAv. Una vez más, esto tiene el objetivo de recordarnos que de la tragedia viene la redención.

Lamentablemente no sabemos cuándo llegará el Mashíaj. Pero los Sabios nos dejaron de forma profética una clave para alertarnos de su llegada inminente. Esto quedó registrado en el Midrash a través de una parábola fascinante.

Un estudiante le preguntó a su rabino: “Hace mucho tiempo que esperamos que llegue el Mashíaj, sin embargo todavía no ha aparecido. ¿Cómo sabremos cuando se revelará finalmente? ¿Cuál es la señal que podemos buscar y que nos anunciará su llegada inminente?”.

El rabino le respondió: “Te responderé con una historia. Un padre y su hijo hicieron una larga caminata por el desierto. Su destino era una ciudad lejana. Cansado del camino, el hijo le pidió a su padre que le diera una señal para saber cuando estuvieran cerca de su destino final. El padre le respondió: ‘Esta será tu señal: cuando veas un cementerio, sabrás que la ciudad está cerca’. Esta parábola responde a tu pregunta. Cuando veas un cementerio, sabrás que la redención está cerca. Así también Dios les reveló a Sus hijos que después de ser acosados por una terrible tragedia, muerte y destrucción, Él tendrá misericordia y responderá a las plegarias de los judíos, como está escrito (Salmos 20:2): ‘Y Dios te responderá en el día de tu tribulación”.

Quizás el Tishá BeAv de la plaga actual sea el "cementerio" de la parábola.

La historia cumple un orden dirigido por la Divinidad que nos lleva a un destino profetizado. El último Séder.

Thomas Cahill, el irlandés que escribió el exitoso libro El legado de los judíos, argumentó que a los judíos se les debe dar el crédito por brindarle al mundo la idea de la historia, porque nosotros fuimos los primeros en captar el significado del pasado y la relevancia de la memoria. Lo que debería haber agregado es que los judíos unieron la idea de destino con el significado de la historia. La historia tiene un propósito. La historia tiene un plan. Mejor dicho, la historia cumple un orden dirigido por la Divinidad que nos lleva a un destino profetizado. ¿Cómo se dice orden en hebreo? Séder, el mismo nombre que recibe el importante ritual de Pésaj.

Una de las plegarias más poderosas registradas durante el Holocausto fue la plegaria de un rabino que le suplicó a Dios con estas palabras: “Padre Celestial, yo no te pido que me expliques por qué. Sé que Tus pensamientos no son como nuestros pensamientos. Entiendo que nuestras mentes finitas no pueden captar la forma en que diriges el universo. Por favor, no me digas por qué. Sólo te pido que me asegures que hay un por qué”.

Y de hecho, este es el mayor mensaje de Pésaj. Celebrar Pésaj es reafirmar nuestra creencia en que la historia es Su historia, que incluso los eventos dolorosos son parte de un Séder dirigido por la Divinidad, un orden destinado; que incluso las tragedias como Tishá BeAv de alguna manera son un preludio para el último Pésaj de la redención final.
 

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