El secreto de la belleza de Ester

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¿Cómo fue que de repente Ester se convirtió en la “estrella”? No fue sólo por su apariencia física.

Como falta poco para Purim, repasemos la historia de la festividad con una rápida sinopsis de los principales actores de este drama:

El Rey Ajashverosh: el rey de Persia busca una nueva esposa después de haber ordenado matar a su mujer, Vashti, por negarse a presentarse ante él luciendo sólo su corona, cuando Ajashverosh quería mostrarles a sus “amigotes” la belleza de su esposa.

Mordejai: El líder judío que se niega con tenacidad a prosternarse ante Hamán y en consecuencia pone en movimiento una serie de eventos que eventualmente llevaron a que Hamán hiciera un 'sorteo', en hebreo pur, de donde viene el nombre Purim. El sorteo fue para fijar la fecha de un genocidio contra el pueblo judío.

Hamán: Un malvado absoluto que tenía complejo de inferioridad. Él desea exterminar a todo el pueblo judío porque uno de ellos no acepta brindarle el respeto que piensa que se merece. Él le dice a su esposa y a sus amigos que tiene riqueza, hijos y poder, pero que todo eso no vale nada mientras ese judío, Mordejai, se niegue a prosternarse ante él.

Ester: Nuestra renuente heroína. La pobre no desea participar en la versión persa de La nueva top model del mundo que creó el Rey Ajashverosh para encontrar una nueva esposa. Cuando llega su turno de encontrarse con el rey, ella es la única que no está interesada en que le regalen una bolsa de cosméticos para maquillarse. Todas las otras jóvenes reciben una "tarjeta de crédito" y un día en el centro de compras. Ester les dice: “No, gracias”. De todas maneras, ella ganó el concurso.

Entre todas esas bellas jovencitas, ¿cómo fue que de repente Ester se convirtió en “la estrella” y llegó al palacio? ¿Acaso era tan increíblemente bella que incluso sin nada de maquillaje seguía viéndose mejor que el resto de las concursantes?

El Libro de Ester revela su secreto al mencionar que el rey la amó más que a cualquier otra mujer porque “ella tenía gracia y bondad por encima de todas las demás”. Al parecer no fue sólo su apariencia sino su “gracia y su bondad” lo que le aseguró la victoria.

Y aquí se encuentra el secreto de la verdadera belleza. No podemos negar que la belleza física pura tiene cierto poder y magnetismo que hace girar las cabezas. Pero eso por sí solo no es suficiente para hacer que alguien sea una persona extremadamente atractiva que pueda capturar el corazón y la imaginación de un rey a primera vista. De hecho, todos conocimos a personas que se ven muy bien y que apenas abren la boca se vuelven horribles.

El Talmud cuenta que todos los que conocían a Ester pensaban que ella pertenecía al pueblo de ellos. Si eras de los Estados Unidos, pensabas que ella era norteamericana. Si eras de Inglaterra, pensabas que ella era británica. Eslovacos, rusos, africanos, no hacía ninguna diferencia… todos pensaban que Ester pertenecía a su pueblo. Esto es difícil de entender: las personas de diferentes países se ven distintas, tienen otro lenguaje, otras costumbres y otros matices. ¿Cómo lograba esto Ester? ¿Cómo hacía para parecer un camaleón?

Ester era una de esas pocas personas que tienen el singular talento de permitir que los demás sientan que es "uno de ellos" al conectarse de forma instantánea y relacionarse con todos los que se encontraba. Ella sabía cómo escuchar, cómo entender las necesidades del otro, intuía rápidamente los puntos sensibles de la otra persona y se concentraba en el otro y no en sí misma. Al darle al otro su atención completa y absoluta, cada persona con la que tenía contacto sentía que Ester la conocía y la entendía tan bien que ella debía ser de su propio pueblo.

En hebreo, 'encanto' se dice jen. Esta palabra tiene la misma raíz que jinam, que significa 'gratis'. Si al interactuar con los demás te enfocas en ellos y no en ti mismo, entonces le caerás bien a la gente sin ninguna razón aparente, gratuitamente, por así decir. Esta es la “gracia y la bondad” que el Rey Ajashverosh y todos los demás sentían de inmediato ante la presencia de Ester.

Asimismo, la renuencia de Ester a ser la reina fue un factor crucial para ganarse al rey. Ella no quería, ni siquiera necesitaba, ser reina, porque ella sabía que no es necesario tener ese título y ese puesto. Ella transmitía tal confianza en sí misma porque ya sabía que su verdadera nobleza dependía de sus talentos, de su moral, de su integridad y de su liderazgo, que era completamente innecesario cualquier reconocimiento de ello. Ella no estaba en absoluto interesada en ser declarada formalmente reina, porque ella ya sabía que lo era.

En completo contraste con Ester encontramos a Hamán, que deseaba por completo ser como un rey. El problema era que él no contaba con nada de la gracia ni el encanto de Ester, una cualidad crucial para que un rey se pueda relacionar con todos sus súbditos. Como reconocía sus propios defectos, su inseguridad era tan grande que incluso cuando había logrado tener enorme poder, todo perdía significado si una sola persona no lo reconocía. Sólo hizo falta que un individuo se negara a prosternarse ante Hamán para quebrar su frágil ego y exponer el hecho de que todo el amor y la obediencia que le manifestaban era falsa y forzada, porque la había obtenido a través de engaños, mentiras y favores. Esa es la fragilidad del ego de una persona que sabe que todo su éxito, admiración y riqueza son falsos.

La ironía es que aquellos cuyos egos son sensibles y necesitan constante validación nunca obtienen realmente el respeto que tanto desean. Sin embargo, los que están seguros y felices con lo que saben que son, que no necesitan elogios, que tienen suficiente amor y confianza en sí mismos como para poder compartir fácilmente con los demás, esas personas siempre terminan siendo honradas como reyes y reinas ante los ojos de la familia, amigos y cualquiera que pueda tener la buena suerte de estar en su presencia.

Como dice el Talmud:

Cuando alguien persigue el honor, el honor se le escapa.

Cuando alguien se escapa del honor, el honor lo persigue.

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