El siete de Adar: Hamán y la muerte de Moshé

9 min de lectura

Un análisis profundo sobre la conexión entre Purim, Moshé y la Ley Oral.

Hamán será siempre recordado como la primera persona de la historia que planeó matar a todos los judíos: hombres, mujeres y niños, jóvenes y ancianos.

En el mes de nisán, Hamán hizo un sorteo, "purim", para elegir el momento más propicio para llevar a cabo su misión. El sorteo señaló el mes de adar, once meses más tarde. Nuestros Sabios dicen que en vez de desilusionarse por la demora, Hamán se alegró. En su sorteo había salido el mes en el que había fallecido Moshé, el gran líder del pueblo judío. Moshé falleció el siete de adar. Hamán consideró que esa era una señal de que iba a tener éxito.

El nacimiento niega la muerte

Pero había un dato importante que Hamán desconocía: Moshé no sólo falleció el siete de adar, sino que ese era también el día de su nacimiento. Nuestros Sabios explican que el nacimiento de Moshé era suficiente para expiar y contrarrestar su muerte.1

Moshé no sólo falleció el siete de adar, sino que ese era también el día de su nacimiento. ¿Qué significa esto?

A primera vista, es difícil entender que el foco esté en Moshé. ¿Por qué le importaba a Hamán el mes en que murió Moshé? Además, pareciera que había algo real en la premonición de Hamán. El mes en que murió Moshé debería haber sido un mal momento para el pueblo judío. Y lo más llamativo: ¿de qué manera el hecho de que Moshé hubiera nacido en adar contrarresta que muriera en adar? Lógicamente hubiéramos pensado que la verdad es la opuesta. ¿Acaso la muerte no concluye la vida a la que dio lugar el nacimiento?

Claramente, tiene que haber un significado más profundo en el hecho de que Moshé naciera y muriera en adar. Una mirada más profunda nos lleva a una explicación que brinda mucho más que una simple explicación a un comentario enigmático de los Sabios. Este análisis revela un principio clave que sigue siendo tan actual hoy en día como lo fue en Persia hace unos 2.500 años.

El significado de Moshé

Moshé fue mucho más que un líder carismático que guio al pueblo judío de la esclavitud a la libertad. Recibimos la Torá a través de Moshé, al punto en que incluso esta es llamada Torat Moshé – la Torá de Moshé.

Moshé representa a todo el pueblo judío. El Midrash relata que Rabí Iehudá Hanasí, el sabio que compiló la Mishná, una vez dio una clase en la cual sus alumnos comenzaron a quedarse dormidos. Para despertarlos, los desafió con una declaración enigmática: En Egipto hubo una sola mujer que tuvo 600.000 hijos en un solo parto. ¿Quién fue? Iojeved, la madre de Moshé.2 El número 600.000 se asocia con la cantidad de personas que formaban el pueblo judío. Moshé fue ese niño, la persona que incluía a todos los judíos. De hecho, después del pecado del Becerro de Oro, Dios propuso reconstruir a toda la nación a partir de Moshé, quien incluía a todos los judíos.

Moshé representa el eslabón que nos conecta con la revelación en el Sinaí. Allí, la nación estuvo unida como una sola persona con un solo corazón.

Atacarnos cuando somos vulnerables

Hamán sabía esto muy bien. Él entendió cómo nuestra unidad y fortaleza nacional estaban ligadas a la Torá de Moshé. Hamán era descendiente de Amalek, la primera nación que enfrentó a los judíos. Ellos nos atacaron en el desierto después de que salimos de Egipto con el objetivo de debilitar nuestra conexión con la Torá. La batalla tuvo lugar en Refidim, y nuestros Sabios revelan que el nombre del lugar alude a que rafu iadeijem min haTorá - el pueblo judío había aflojado su aferro a la Torá.

Hamán entendió que somos vulnerables cuando perdemos nuestra conexión con Moshé y nuestro vínculo unificado con la Torá.

Hamán entendió que somos vulnerables cuando perdemos nuestra conexión con Moshé y nuestro vínculo unificado con la Torá. La fórmula calculada de la exitosa petición de Hamán a Ajashverosh para que le permitiera aniquilarnos demuestra cuánto lo entendía.

Nuestros Sabios revelan las sutiles implicaciones de las palabras acusatorias de Hamán. Él sugirió que éramos una nación dispersa y dividida, habíamos perdido nuestro estado de una nación unificada como una sola persona con un mismo corazón, lo que habíamos logrado en el Sinaí. Él sugirió que nos habíamos quedado dormidos y que ya no cumplíamos con los estatutos del Rey, es decir del Rey de reyes.

Los esfuerzos de Hamán fueron exitosos y obtuvo permiso para aniquilarnos. Ese decreto testifica que las palabras de Hamán tenían una dolorosa verdad.

Un punto oscuro en nuestra historia

El contexto histórico de la historia de Purim no es una coincidencia y Hamán tenía plena consciencia de eso. La nación que Hamán deseaba aniquilar estaba exiliada y dispersa por todo el mundo civilizado. Mordejai mismo había sido expulsado de Jerusalem. Habíamos perdido nuestro reino y nuestra soberanía y éramos huéspedes no deseados en una tierra extraña.

Aunque eventualmente esto se convirtió en nuestro estado predeterminado durante los siglos siguientes, en ese momento la idea del exilio era algo nuevo. Como nación, no sabíamos lo que ocurriría a continuación. ¿Era posible que nuestra conexión con Dios hubiera terminado? De hecho, con la llegada del exilio, los ancianos judíos presentaron esta misma pregunta al profeta Iejezkel. "Cuando un amo echa a su siervo, cuando un hombre divorcia a su esposa, ¿siguen teniendo una obligación el uno con el otro?".

El vínculo entre Dios y el pueblo judío es inquebrantable, sin importar lo que suceda.

La respuesta de Iejezkel fue inequívoca: el vínculo entre Dios y el pueblo judío es inquebrantable, pase lo que pase. Pero todavía no habíamos experimentado cómo funcionaría esto en el oscuro contexto del exilio. ¿Cómo llegaríamos a salvarnos?

Forjar un nuevo nexo

Aquí reside el secreto del nacimiento y la muerte de Moshé, un secreto que Hamán desconocía. En verdad habíamos perdido un nivel de conexión con la cadena inquebrantable que nos unía con el Monte Sinaí. Pero algo más, un fenómeno mucho más sutil, se convirtió en parte de nuestra identidad nacional. Para valorarlo, es útil enfocarnos en un incidente particular luego del fallecimiento de Moshé.

El Talmud enseña que durante el período de duelo tras la muerte de Moshé, se olvidaron unas 1.700 leyes que él había enseñado. Pero no estaba todo perdido. Otniel ben Kenaz logró restaurarlas derivando cada ley a través de un meticuloso análisis de lo que sí sabían.3

Esta historia revela mucho más que un detalle histórico sobre lo ocurrido tras la muerte de Moshé. Es un paradigma para la historia judía y los diferentes medios a través de los cuales nos relacionamos con la Torá de Moshé.

Mientras Moshé vivía, podíamos acceder a la Torá directamente a través de él. La claridad de su nivel de profecía no fue igualada por ningún otro profeta judío. Moshé podía resolver cualquier ambigüedad y responder a todas las preguntas. Cuando Moshé falleció, aunque la profecía siguió existiendo durante cientos de años, perdimos la singular claridad de Moshé. Debido a esta pérdida, surgió la necesidad de sumergirnos en nosotros mismos, de analizar todo lo que podíamos recordar, en un esfuerzo para llegar a entender la Torá.

Aunque a primera vista pareció que las leyes olvidadas se habían perdido para siempre, pronto descubrimos que podíamos seguir teniendo acceso a la Torá de Moshé, sólo que a través de nuevos medios. En vez de confiar tan sólo en la revelación profética, necesitábamos entender que el estudio de la Torá requería introspección y esfuerzo para llegar a encontrar la Torá en lo más profundo de nuestro entendimiento. Era una forma nueva y más sutil de conectarnos con la Torá.

Sólo la muerte de Moshé nos permitió descubrir esta nueva conexión.

Aunque ningún otro profeta llegó nunca al nivel de Moshé, en los años siguientes la profecía siguió existiendo en el mundo y siguió siendo posible conectarnos con la Torá a través de cierto nivel de revelación Divina. Sin embargo, la destrucción del Primer Templo marcó el fin de la era profética.

Una vez que salimos al exilio, la autoridad sobre la ley judía pasó a un cuerpo de Sabios conocido como Anshei Kneset HaGuedolá, los Hombres de la Gran Asamblea. Mordejai era miembro de esta Asamblea. Los Anshei Kneset HaGuedolá incluían a varios profetas entre sus miembros originales, pero ellos murieron al comienzo de la era del segundo Templo y la base de la erudición judía pasó al análisis intelectual y a buscar en lo más profundo de nuestro ser como un medio para conectarnos con la Torá. La Torá pasó al reino más sutil que comenzó con Otniel ben Kenaz. Todavía estaba con nosotros, pero era necesario un análisis más profundo para reconocer el patrón.

La historia de Purim tuvo lugar exactamente en la encrucijada de esta transformación en la Torá. Al confrontar a Iejezkel, los Sabios en esencia preguntaron si seguíamos estando conectados en una era en la que nuestra conexión directa con la Torá que Moshé nos reveló en el Sinaí se había perdido y el Templo que representaba la transmisión ininterrumpida estaba en ruinas. Su desafío en esencia afirmó que experimentamos la muerte de Moshé a nivel nacional y cuestionaron la futura relación con la Torá.

La respuesta inequívoca de Iejezkel reveló que seguíamos conectados. Sin embargo, algo había cambiado. En el exilio, necesitaríamos conectarnos con la Torá a través de otro medio y no a través del cual estábamos acostumbrados, repleto de profecías y milagros revelados que caracterizaron la era del Templo.

La clave para entender esta nueva conexión más sutil se encontraba en la muerte de Moshé. Entonces habíamos descubierto que a pesar de que Moshé ya no estaba con nosotros en un sentido físico, su Torá permanecía viva y con nosotros. Descubrimos que, al igual que Otniel ben Kenaz, necesitábamos buscar en lo más profundo de nuestro ser y de lo que sabíamos, y al hacerlo podríamos volver a descubrir todo.

Comprendimos que nuestro nexo con Dios nunca se quebró. Simplemente se manifestaba de una forma diferente.

Volver a nacer

Aquí yace el increíble secreto de cómo el nacimiento de Moshé "expió por su muerte". En un sentido, Moshé nunca murió. De hecho, lo que en un primer momento nos pareció que fue la muerte de Moshé resultó ser su renacimiento. Fue específicamente a continuación y debido a la muerte de Moshé que descubrimos una conexión más profunda con la Torá. Posteriormente se manifestó en la forma que continúa hasta el día de hoy: Torá shebeal Pé, la Torá Oral. La Torá shebeal Pé, también emana de la revelación en el Sinaí. Sin embargo, en vez de una continua revelación profética, ella se desarrolló a través de los corazones y las mentes del pueblo judío.

En cierto nivel, para nosotros Moshé nunca murió. Su Torá sigue viva a través de nuestro esfuerzo en la Ley Oral.

La Torá nos dice que ningún ser humano verá nunca la ubicación de la tumba de Moshé. Esto es más que una predicción de lo que los arqueólogos descubrirán en algún momento futuro. Esto revela que en cierto nivel para nosotros Moshé nunca murió. Su Torá sigue viva a través de nuestro esfuerzo en la Ley Oral.

El fantástico mensaje de nuestros rabinos ahora queda claro. El nacimiento que expió por la muerte de Moshé fue su misma muerte. Mientras que en el mundo natural la muerte es el mayor opuesto al nacimiento, en el caso de Moshé la verdad es la contraria. A través de su muerte, Moshé, y todo lo que él representa, volvió a nacer. Eso sacó a la luz toda la fuerza de la Ley Oral, dando al pueblo judío un camino claro para acceder a la misma verdad.

Lo que Hamán no supo

Hamán entendió que tras la destrucción del Templo el pueblo judío entró a una era de oscuridad. Era un estado nacional similar al de la muerte de Moshé, y cuando en su sorteo salió el mes de adar, el mes en el que murió Moshé, Hamán entendió que eso era una señal de que su perspectiva era correcta.

Lo que Hamán no supo era que la misma muerte de Moshé dio lugar al nacimiento de una nueva era en la Torá y en la historia judía. De hecho, la misma amenaza de genocidio a través del decreto de Hamán dio lugar a un nuevo nacimiento nacional. En su interpretación del Libro de Ester, nuestros Sabios enfatizan cómo en Purim volvimos a aceptar la Torá de otra forma. De esta forma reafirmamos nuestro vínculo eterno con Dios, sin importar si estamos o no en nuestra tierra y experimentemos o no milagros revelados.

La muerte de Moshé generó un nuevo nacimiento en la Torá, en el cual descubrimos una nueva forma de mantener nuestra conexión con la revelación en el Sinaí. De la misma forma, el prospecto de nuestra propia muerte en Purim increíblemente dio lugar a nuestro renacimiento. Cuando nos salvamos, comprendimos que a pesar de que el Templo había sido destruido, podíamos seguir manteniendo nuestra conexión con la Torá. Entonces volvimos a aceptar la Torá y de las profundidades del exilio renacimos a una nueva dimensión de existencia nacional.

Hamán sólo vio la muerte de Moshé. Él no pudo ver nuestro renacimiento nacional, algo que él mismo ayudó a que tuviera lugar.

Hamán sólo vio la muerte de Moshé. Él percibió sólo el final de una era dorada de nuestra historia. Se mantuvo cegado a nuestro renacimiento nacional, algo que Hamán mismo ayudó a que tuviera lugar.

Un análisis más profundo revela que esta idea se encuentra en la raíz misma de nuestra salvación en Purim. No hubo plagas que descendieron sobre nuestros enemigos, no se partió el mar y no hubo milagros obvios que aparecieran en los titulares de los diarios persas. En cambio, pasó algo más fantástico: Dios nos salvó a través de una serie de eventos aparentemente no relacionados, desarrollos políticos, elevación y caídas de poder, y "coincidencias" que ocurrieron a lo largo de varios años. Mientras que una mirada superficial de la historia sólo muestra eventos naturales y actos humanos, una contemplación de los hechos a un nivel interno (desde la perspectiva que nos permite acceder a la Ley Oral), deja claro que todo fue un milagro. Y no sólo aceptamos el milagro, sino que comprendimos que al terminar una era de nuestra historia acababa de comenzar otra.

Esta nueva perspectiva nos sigue acompañando hasta el día de hoy. Todavía no fuimos testigos de milagros revelados ni de profecías. Aunque la apariencia de nuestros enemigos cambia frecuentemente, seguimos estando constantemente amenazados. De todos modos, debemos valorar que la historia de nuestra supervivencia siempre es milagrosa. La Torá del renacimiento de Moshé es eterna y se opone a todas las probabilidades, en ieshivot, aulas y hogares de todo el mundo continuamos floreciendo y revelando nuevas profundidades de nuestra ley eterna.


Notas:

  1. Rashi, Talmud Bavli, Meguilá 13b

  2. Midrash Rabá, Shir HaShirim 1:65

  3. Talmud Bavli, Temurá 16a

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