La Reina Ester y los Nazis

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Nunca dudé que el Dios que cuidó a mi abuela en la Alemania Nazi me cuidaría también a mí.

La vida en Frankfurt en 1930 era como la mañana antes de una tormenta – un hermoso cielo despejado y una fresca brisa acompañan a las amenazantes nubes grises que se agrupan en el horizonte y a los ominosos estruendos de truenos que resuenan a la distancia. Sin embargo, los judíos de esa ciudad se las arreglaron para mantener una existencia normal y sus hijos, en su mayoría, disfrutaron una infancia sin preocupaciones. La famosa escuela “Hirsch Realschule” continuó educando a los niños como lo había hecho durante muchas generaciones, siendo cuidadosa de mantener a los niños judíos fuera de las calles cuando los niños gentiles salían de la escuela.

Esa es la sociedad en la que crecieron mi abuela Berta y sus hermanos. Criada en una casa orgullosamente ortodoxa, ella absorbió a una temprana edad la lección impartida por la maestra en la escuela: "Gutt is uber alles" – Dios está por sobre todas las cosas.

A medida que pasaron los años y que Hitler ascendió al poder, muchos judíos intentaron dejar Alemania antes de que fuera demasiado tarde. Aunque algunos sí lograron escapar, pronto quedó claro que para la vasta mayoría había muy pocos lugares adonde ir. El mundo le estaba dando la espalda a los judíos. La sabia maestra le decía a la clase de Berta: "No queda ningún lugar al que podamos ir. Gutt is uber alles. Dios está por sobre todas las cosas. Si Él desea salvarnos, Él lo hará".

Entonces vino Kristallnacht.

El padre de Berta, un emigrante polaco, fue enviado al campo de concentración de Sachsenhausen, de donde muchos nunca regresaron. Frenética, mientras el destino de su padre estaba en la balanza, la familia de Berta descubrió que a muchos detenidos se les estaba concediendo la libertad con la condición de que dejaran el país inmediatamente. ¿Pero adónde podían ir? Las puertas de las grandes democracias del mundo habían sido cerradas de golpe en sus caras.

La familia de Berta se las arregló para obtener visas venezolanas falsas, con las cuales Berta, de tan sólo 16 años, se abrió paso hasta los cuarteles generales de la SS para rogar por la vida de su padre. Se le concedió su libertad con la condición de que dejara el país en las siguientes 24 horas; sin embargo, Alemania no tenía muchos puertos, y ese día solamente un barco, el Orazio, salía del país desde Hamburgo. Berta contactó a la empresa naviera con la esperanza de asegurar un lugar a bordo para la familia, o al menos para su padre encarcelado, pero el capitán antisemita se rehusó a aceptar a un judío a bordo. La desesperada familia rogó por espacio para ir de pie en cualquier esquina disponible, incluso en los baños, pero fue en vano.

Derrotada, Berta regresó al día siguiente a los cuarteles generales de la SS, donde fue recibida por un incrédulo capitán Nazi. "¿Aún están aquí?", preguntó él, y luego se largó a reír. "Su Dios debe estar cuidándolos. El barco que no abordaron ayer explotó apenas dejó el puerto". Impresionado por el coraje de Berta, le permitió a la familia viajar a Italia, en donde abordaron el Augustus, el último barco que dejó Europa antes de que Italia se uniese a la guerra. Mientras el barco zarpaba hacia las desconocidas tierras de Venezuela, Berta repetía una vez más las sabias palabras de su maestra: "Gutt is uber alles. Dios está por sobre todas las cosas. Si Él desea salvarnos, Él lo hará".

Aunque la historia de la supervivencia de su familia estaba desprovista de milagros revelados, Berta siempre reconoció la presencia de Dios en su vida.

A lo largo de los años, Berta nunca dudó de la intervención divina en su vida. Comparada con la historia de muchos otros sobrevivientes, (incluyendo su propio esposo), su historia parecía monótona, casi común y corriente: su familia simplemente había dejado Europa antes de que la completa furia del Holocausto se desatara. El hecho de que ellos por poco volaron en pedazos en el puerto de Hamburgo podía ser atribuido a mera coincidencia, un caso fortuito, pero de ninguna manera a una milagrosa ocurrencia. Sin embargo, para Berta siempre ha sido claro que es la Mano Divina la que ha guiado sus pasos. Aunque la historia de la supervivencia de su familia estaba desprovista de milagros revelados, Berta siempre reconoció la presencia de Dios en su vida.

Durante el siguiente medio siglo, ella entrenó a sus hijos, nietos y estudiantes a hacer lo mismo; y muchos de sus conocidos, invitados de Shabat y estudiantes, atribuyen su compromiso con el judaísmo a ella. Sus estudiantes recuerdan su calidez, su dedicación y su inquebrantable creencia en Dios. En su inimitable acento alemán, ella les enseñó a todos a decir: "Gutt is uber alles. Dios está por sobre todas las cosas".

Este mes celebramos la festividad de Purim y leemos la Meguilat Ester, la cual relata la supervivencia del pueblo judío en la antigua ciudad de Shushan. La Meguilat Ester es única entre los libros de la Torá en el sentido de que el nombre de Dios no es mencionado ni siquiera una vez. La Meguilá no contiene milagros obvios; sus eventos pueden ser leídos como una combinación de eventos históricos afortunados y casuales. Fue simple casualidad que un ebrio rey Ajashverosh ordenara asesinar a su esposa Vashti y que sin saberlo designase a una mujer judía como su sucesora. Una coincidencia afortunada determinó que Mordejai salvara la vida del rey, y que el malvado Hamán fuese a pedir su ejecución en la misma noche que el rey Ajashverosh había decidido recompensarlo. Todos los eventos casuales de la Meguilá se combinaron para causar la salvación de toda la nación judía sin una sola mención del nombre de Dios.

Sin embargo, la Reina Ester nunca dudó de Su mano, y estableció a Purim como un día para reconocer la constante, pero oculta, presencia de Dios en nuestras vidas. (De hecho, muchas comunidades y familias a lo largo de los años han establecido ‘Purims’ privados para conmemorar una salvación específica). Para mí, no es coincidencia que mi abuelita Berta naciera el primer día de Adar y que en ese mismo día, diecisiete años después, escapase de las costas de Europa con su familia. Como la Reina Ester de antaño, su historia no contiene milagros revelados, pero su fe en las manos de Dios siempre ha sido inquebrantable. Y tal como la Reina Ester, ella transmitió su creencia en la constante presencia de Dios en su vida a las generaciones futuras. Al igual que todos los nietos de la abuelita Berta, yo crecí sin dudar de que el mismo Dios que cuidó a mi abuelita en la Alemania Nazi me cuidaría también a mí.

Y en mi propio milagro oculto, mi hija mayor nació en el cumpleaños de la abuelita Berta; una validación más de lo que ella siempre me ha enseñado: Gutt is uber alles - Dios está verdaderamente sobre todos nosotros.

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