Neuroplasticidad, Iom Kipur y el cambio verdadero

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Los principios judíos para el cambio fueron corroborados por recientes descubrimientos científicos.

¿Acaso las personas realmente pueden cambiar?

A lo largo de los siglos, cuando las culturas antiguas creían en el fatalismo y las culturas modernas creyeron que todo lo que eres está determinado por tus genes y tu medio ambiente, el judaísmo propuso la idea radical de que los seres humanos tienen libre albedrío en la esfera moral. Si lo desean, pueden cambiar.

Yo soy un ejemplo de este cambio en un nivel macro. Pasé de ser un miembro izquierdista radical de "Estudiantes por una Sociedad Democrática" y miembro monástico de un ashram hindú durante 15 años, a ser una judía ortodoxa que vive en Jerusalem y apoya los partidos sionistas que mis previos amigos izquierdistas demonizaban.

En un nivel macro he cambiado, pero… ¿puedo pasar de ser competitiva a cooperativa, de empecinada a servicial, de egoísta a generosa?

¿Pero qué pasa con el cambio en un nivel micro? ¿Puedo pasar de ser una persona de mal genio y propensa a la ira a ser una persona tranquila y moderada que prefiere hacerse amiga de su oponente y no diezmarlo? ¿Puedo pasar de ser competitiva a cooperativa, de ser empecinada a ser servicial, de ser egoísta a ser generosa, de ser cascarrabias a ser amable?

Cuando llega Iom Kipur, estos cambios son los que cuentan.

La buena noticia es que el judaísmo insiste en que tú PUEDES cambiar. La mala noticia es que requiere un largo período de esfuerzos pequeños y consistentes.

Sorprendentemente, ambos principios fueron corroborados por los últimos descubrimientos de la ciencia del cerebro. La neurociencia ha descubierto la plasticidad cerebral, lo que significa que el cerebro cambia cada día, de hecho, cambia con cada pensamiento. Neuroplasticidad es el término que se refiere a la capacidad que tiene el cerebro de cambiar continuamente a lo largo de la vida del individuo. Norman Doidge, un neurocientífico de la universidad de Columbia, afirma en su libro El cerebro que se cambia a sí mismo que la plasticidad cerebral existe desde la cuna hasta la tumba.

Esta es la corroboración científica de la capacidad del ser humano para hacer teshuvá, para cambiar su vida.

https://aishlatino.b-cdn.net/wp-content/uploads/2021/11/300px-Neurona.svg_.pngLos pensamientos tienen lugar en las neuronas de nuestro cerebro. El cerebro cuenta con cien mil millones de neuronas. Una neurona tiene tres partes: las dendritas, que se ven como las ramas de un árbol; el cuerpo celular y el axón, un cable que transite los impulsos eléctricos hacia las dendritas de las neuronas vecinas. Cada vez que tú repites un pensamiento, las dendritas de las neuronas asociadas con ese pensamiento crecen. Cuando dejas de pensar un pensamiento habitual, las dendritas se marchitan y desaparecen.

El Dr. Doidge escribe que "practicar una nueva habilidad bajo las condiciones correctas puede cambiar cientos de millones y posiblemente miles de millones de conexiones entre las células nerviosas de nuestro mapa cerebral".

Digamos que durante la estación de teshuvá decides que vas a dejar de herir a otras personas con palabras sarcásticas, hirientes e insultantes. Este mal hábito ya está instalado en tu mapa cerebral y es un camino muy recorrido. Alguien dice algo que te molesta y tú automáticamente respondes con una palabra desagradable. ¿Realmente puedes cambiar?

De acuerdo con el Dr. Doidge, uno de los principios claves de la neuroplasticidad es: "úsalo o piérdelo". En la escuela primaria todos sabemos las tablas de multiplicar. Años más tarde, si cada vez que tenemos que hacer una cuenta sacamos una calculadora, las tablas de multiplicar pueden desaparecer de nuestros cerebros. Cuando tenía veinte años, trabajé en un orfanato en Calcuta. Hablaba, leía y escribía en bengalí. Hace poco, me crucé con un grupo de turistas bengalíes en mi barrio en la Ciudad Vieja de Jerusalem. Quise impresionarlos con mi conocimiento de su idioma, pero todo lo que pude recordar fue un débil "Namaskar".

"Úsalo o piérdelo". Esto también explica nuestra capacidad de cambiar y hacer teshuvá. De acuerdo con los maestros de Musar de los últimos dos siglos, si quieres dejar de lastimar a otras personas con tus palabras, debes diseñar un programa en el cual te abstengas de decir algo hiriente, comenzando con sólo 15 minutos al día. Después de un par de semanas, extiende el período a 30 minutos, luego a 45 minutos y una hora. Puedes usar la alarma de tu teléfono celular para recordarte cuándo empieza el período de "palabras no hirientes" y cuándo termina.

Es significativo que a través de un acto voluntario puedas resistir a un hábito de toda la vida incluso en una proporción de una vez cada tres. Un promedio de bateo de .333 te convierte en un campeón.

¿Qué ocurre en tu cerebro durante ese período? Cada vez que evitas seguir en tu cerebro el camino ya conocido de las palabras hirientes, las dendritas de las neuronas asociadas con ese camino se achican. "Úsalo o piérdelo". Eventualmente, a medida que el tiempo que designas para cuidarte se va extendiendo, tu mapa cerebral comienza a cambiar. La teshuvá ocurre de a un pensamiento a la vez.

Puedes pensar que evitar decir palabras hirientes una vez al día no tiene ningún valor si más tarde dices cosas dolorosas. Pero cada pensamiento tiene un efecto en el crecimiento o la disminución de las dendritas. Es significativo que por un acto voluntario puedas resistir a un hábito de toda la vida incluso en una proporción de una vez cada tres. Un promedio de bateo de .333 te convierte en un campeón.

Esto nos lleva a otro método de Musar corroborado por la neurociencia. Los maestros de Musar enseñan la importancia de hacer una tabla gráfica. Cada vez que efectúas el ejercicio que elegiste, te colocas una marca en la tabla. Cuando obtienes cierta cantidad de marcas (tú decides cuántas) le das una "recompensa a tu cuerpo". Esto puede ser un chocolate, una cena en un restaurante gourmet, una prenda nueva, una sesión de masajes, un nuevo dispositivo tecnológico o alguna otra cosa en la que normalmente no gastarías dinero. Darte una recompensa a ti mismo solidifica el cambio.

Por ejemplo, digamos que tienes un compañero de trabajo que "te enciende" y tu respuesta automática es devolverle con una frase cortante y sarcástica. Ahora tú estás haciendo teshuvá. Programas la alarma de tu celular. Entre las 10:00 y las 10:15 no dejarás que escape de tus labios ninguna palabra hiriente. Lo logras. A las 10:15 colocas una marca en tu tabla y te sientes un mini héroe. Cuando llegas a tener diez marcas, entras al comercio por el que pasas cada día al ir a trabajar y te compras eso que siempre ves en la vidriera, pero nunca lo compraste porque sentiste que era una indulgencia innecesaria. Lo miras y te sientes radiante.

Yo experimenté personalmente cómo el método de los pequeños ejercicios diarios puede llevar a cambios de conducta fundamentales a lo largo del tiempo. La única parte del método que me sorprendió fue la de "recompensar al cuerpo". ¿Yo me estaba dedicando a una exaltada práctica espiritual y al tener éxito lo que debía hacer era ir a comprar una caja de chocolates belgas?

Sólo cuando leí El cerebro que se cambia a sí mismo entendí el genio de la práctica. El Dr. Norman Doidge explica que un segundo principio básico de la neuroplasticidad es: "las neuronas que se activan juntas se conectan entre sí". El Dr. Doidge cuenta un experimento efectuado con niños con grandes problemas de procesamiento de lenguaje. Ellos trabajaron con un programa de computadora que logró cambiar sus cerebros. Cuando el niño lograba su objetivo, pasaba algo gracioso: el personaje animado se comía la respuesta, ponía una expresión graciosa, etc. El Dr. Doidge escribe que "Esta recompensa es una característica crucial del programa, porque cada vez que el niño recibe una recompensa, su cerebro secreta neurotransmisores como dopamina y acetilcolina, que ayudan a consolidar los cambios del mapa que acaba de dibujarse. (La dopamina refuerza la recompensa y la acetilcolina ayuda al cerebro a "sintonizarse" y agudiza los recuerdos)".

Mientras que antes te sentías bien al hacer una broma a expensas de tu compañero de trabajo, ahora te sientes bien al abstenerte de hacer la broma.

En palabras más simples, si estás por decir algo hiriente a tu compañero de trabajo y te contienes, colocas una marca en tu tabla. El cerebro registra esto como una palmada en la espalda y secreta neurotransmisores tales como dopamina y acetilcolina. Tú te sientes bien por lo que acabas de hacer (evitar decir palabras hirientes) y "las neuronas que se activan juntas se conectan entre sí". La próxima vez que estés por decir algo hiriente, asociarás el acto de contenerte con el placer. Mientras que antes te sentías bien al hacer una broma a expensas de tu compañero de trabajo, ahora te sientes bien al abstenerte de hacer la broma. Después de tener digamos veinte marcas, vas a comprarte ese nuevo dispositivo que te has ganado. Cada vez que uses ese dispositivo, te sentirás feliz.

"Las neuronas que se activan juntas se conectan entre sí". Has efectuado un cambio en las conexiones de tu cerebro. Ahora asocias el hecho de contenerte de decir palabras hirientes con la felicidad. Esta es una teshuvá duradera.

Falta demasiado poco para Iom Kipur como para que puedas efectuar cambios significativos en tu cerebro o en tu comportamiento. Pero puedes decidir uno o dos cambios que desearías hacer en tu vida y comenzar con el programa que hemos detallado: pasos pequeños, específicos, en una base diaria, una tabla y recompensar al cuerpo. Es importante unirte a un grupo de personas de tu comunidad que tengan aspiraciones similares en algunos de los muchos grupos que hay, ya sea cerca de tu casa o en línea. El apoyo continuo de un grupo es esencial para lograr un cambio verdadero. Comprométete a seguir el programa por lo menos hasta Jánuca. En Iom Kipur, dile a Dios: "Acabo de comenzar a desarrollar este músculo, pero me anoté en el gimnasio. Y voy a hacer mi entrenamiento espiritual todos los días". Lo digo en serio.

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