¿Puedo realmente cambiar?

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Cómo aprovechar el poder transformativo del mes judío de Elul.

Ya sea tu primer o tu sexagésimo primer encuentro con el mes judío de elul —que culmina en las Altas Fiestas—, es posible que comiences esta temporada de introspección y crecimiento personal un tanto mortificado. Y no serías el único. Todos tenemos una larga lista de batallas personales luchadas y perdidas.

“Voy a dejar de engullir y comenzaré a comer como un ser humano”. “Voy a dejar mi smartphone y viviré una vida real”. “Es la última vez que le digo algo denigrante a mi pareja”. “Voy a aprovechar mejor mi tiempo”. Y luego ignoramos nuestras buenas intenciones.

Para muchos, la batalla es con temas más profundos, como la fe en Dios. Buscamos entender el mensaje que nos transmite Dios, o nos quejamos diciendo: “¿Por qué yo? ¿Qué hice yo?”. ¿Aceptamos los traspiés y aprendemos de ellos, o gritamos frustrados “¡Alguien va a pagar por esto!?

¿Cómo podemos tomar conciencia y levantarnos a nosotros mismos?

Haciendo bien las cosas pequeñas

La respuesta es replantear lo que tratamos de lograr cuando nos embarcamos en el camino del crecimiento personal. La teshuvá, el proceso de ‘retorno’ a Dios y a nuestra esencia más elevada, abarca todos los desafíos recién descritos. Es ser un mejor cónyuge, padre y hermano. Es volverse más honesto con nosotros mismos y los demás. Es autodisciplina, autoestima y dignidad. Pero no es alcanzar la perfección.

La clave es meterse de lleno en la batalla y permanecer allí.

Muchos héroes espirituales del mundo judío también trataban y fallaban mientras intentaban escalar. Rav Itzjak Hutner, Rosh Ieshivá de la Ieshivá Jaim Berlín en la década del 70, habla sobre “las batallas, los obstáculos, las caídas y las regresiones” sufridos por gente como el Jafetz Jaim, uno de los más grandiosos rabinos de principios del siglo XX, y otros. “Pierde batallas, pero gana guerras”, dice. “Te prometo… que emergerás victorioso”.

El Rey Salomón declaró famosamente: “El recto cae siete veces y se levanta…”. Caer no hace que la persona pierda su título de “recto”. De hecho, se espera que caiga. Como un luchador espiritual, sólo pierde el título si se queda tirado en el piso.

Un pequeño paso puede cambiar tu realidad

Si bien de niños aprendimos que “El viaje de mil kilómetros comienza con un pequeño paso”, a menudo dudamos realmente que un pequeño paso tenga algún valor. ¿Qué cambia? ¿Y qué hay de toda la distancia que queda? Digamos que hoy te abstuviste de comprar algo online cuando se suponía que estabas trabajando. Pero, ¿qué logras con un solo episodio de abstención?

La respuesta es: cambió tu realidad.

Dejaste de remar en una dirección y comenzaste a remar en la otra. Si alguna vez remaste en un bote, sabes que esas primeras remadas en la dirección opuesta sólo logran detenerte. Luego comienzas a avanzar firmemente.

Para Dios, tu primer pequeño paso es prueba de que deseas seriamente tu objetivo. Convierte pensamientos efímeros en hechos concretos.

Una buena comparación es un depósito para un auto. Un vendedor está dispuesto a reservarte un auto de $30.000 dólares con un depósito de sólo $1.000 dólares. Esa pequeña fracción del precio total evita que se lo venda a otro comprador, que llega una hora después, con el bolsillo lleno de dinero. Cambia la realidad porque, una vez que le diste los $1.000, probaste que “He decidido que esto es lo que quiero”.

Lo mismo aplica a tu pequeño paso. Al darlo, pruebas que “He decidido que esto es lo que quiero”. Y avanzas un milímetro en dirección a Dios.

Practica, practica, practica

La pieza final del rompecabezas es el poder de la repetición. Cuando nuestro yo impulsivo está a cargo, enfrentamos una decisión y pensamos: “Una sola vez no hará ninguna diferencia”. Actuar en base a ese impulso fortalece el músculo equivocado. Mientras más veces tome una persona una galleta de más, más difícil le resultará ignorar la bolsa de galletas. Cuantas más veces se proteja con una mentira, más difícil le resultará decir la verdad.

Afortunadamente, lo opuesto también es cierto. Toda elección positiva que hacemos fortalece el músculo adecuado. El autocontrol cultiva la autoestima, la cual a su vez cultiva un mayor autocontrol.

Por esta razón, Maimónides aconseja que “Todo depende de la abundancia de acciones”. Esto significa que quien da $1.000 a caridad en una ocasión no sufrirá un cambio interno tan grande como quien da $10 cien veces. Cada vez que la persona se acerca a alguien con su donación, refuerza su imagen de sí mismo como “dador”.

Conquista el mes

Con estas herramientas, podemos aprovechar al máximo el mes de elul, un tiempo de particular favor para el pueblo judío. Este es el mes en que el oído de Dios se inclina hacia nosotros, escuchando nuestras plegarias y recibiendo nuestros esfuerzos para vivir una vida más sagrada.

Es la temporada judía de cambio, esperanza y renovación. Nunca hay un motivo para renunciar a nosotros mismos. Cuando Dios nos levanta vivos y sanos cada mañana, tenemos una innegable señal de que Él no ha renunciado a nosotros.

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