La ciencia del shofar

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La reacción de nuestro cuerpo al escuchar el shofar nos prepara para un cambio real.

Cada día de Rosh HaShaná, los servicios en la sinagoga están marcados por cien toques de shofar, un cuerno de carnero que suena como un llanto distintivo similar a una alarma.

El conmovedor sonido del shofar nos habla con mayor intensidad que las palabras. Es un llamado personal a cada uno de nosotros para que despertemos y utilicemos la oportunidad de Rosh HaShaná para cambiar.

La ciencia moderna ha documentado las respuestas físicas que experimentan los seres humanos al verse expuestos a sonidos fuertes y resonantes como lo es el sonido del shofar.

Los cambios físicos que experimentamos al enfrentarnos a alarmas urgentes y repentinas —conocidos como la respuesta de “lucha o escapa”— nos ayudan a tratar con las amenazas inmediatas. Durante Rosh HaShaná, esos cambios nos pueden ayudar a ver el mundo de otra manera, brindándonos una perspectiva diferente y ayudándonos en áreas donde necesitamos crecer.

1. Nuestros sentidos se agudizan

Cuando nos sobresaltamos, el hipotálamo de nuestro cerebro comienza inmediatamente a producir hormonas, alterando de esta forma nuestro estado fisiológico. Una de las primeras cosas que produce son los Neuropéptidos-S, una pequeña proteína que nos hace estar más alertas. Disminuye nuestra necesidad de sueño, se agudiza nuestro estado de alerta y aumenta nuestra energía.

Nuestro cerebro también envía una señal a nuestras glándulas de adrenalina para que comiencen a liberar adrenalina y noradrenalina, dos hormonas que aumentan nuestro ritmo cardíaco y respiratorio, y agudizan nuestra concentración.

En tan sólo segundos pasamos a un estado de alerta y podemos ver los peligros y los detalles que antes pasábamos por alto.

En Rosh HaShaná, esos momentos son invaluables. La energía que ganamos al oír los fuertes sonidos del shofar nos da, por un momento, un estado de consciencia renovado y más agudo, así como una forma diferente de ver el mundo.

2. La emoción se incrementa

Otro efecto del estrés repentino es la simplificación de nuestro proceso de razonamiento. Cuando nos sobresaltamos, nuestro cerebro libera catecolamina, un neurotransmisor que estimula una parte de nuestro cerebro denominada cuerpo amigdalino, un centro que se basa en el pensamiento emocional (en lugar de puramente racional).

Este cambio nos ayuda a no sobrecargarnos de detalles y a no atascarnos cuando tomamos decisiones: es parte de nuestra respuesta “lucha o escapa” que nos ayuda a decidir ¡corre! en los momentos de peligro.

También puede darnos la claridad para analizar nuestro comportamiento sin la racionalización que es parte de nuestro matizado proceso de pensamiento cotidiano.

Pensar con nuestro cuerpo amigdalino en los momentos posteriores a los sonidos del shofar nos ayuda a vernos con mayor honestidad, a percibir nuestro comportamiento como bueno o malo, sin racionalizaciones. Puede darnos el coraje para admitir nuestras falencias y la claridad para saber qué hacer en el futuro.

3. Se despierta la memoria a largo plazo

No sólo nuestro cuerpo amigdalino es estimulado, sino también el hipocampo, la región del cerebro que almacena la memoria a largo plazo. Esto nos ayuda a asegurar que no desperdiciemos esos momentos, a que aprendamos del estrés que acabamos de vivir.

Esto significa que cualquier cosa que vivamos en este estado de alta sensibilidad hará una impresión duradera en nosotros y permanecerá en nuestra memoria más que los recuerdos normales.

Esto ayuda a asegurar que nuestras resoluciones de Rosh HaShaná tengan un impacto más duradero. Todos nuestros pensamientos (nuestras emociones y nuestras decisiones para cambiar) se arraigarán profundamente en nuestro ser y serán parte de nuestra memoria a largo plazo.

Cuando oímos los fuertes sonidos del shofar nuestro cerebro se sensibiliza; saber esto puede ayudarnos a utilizar estos preciados momentos para imbuir en nuestra memoria mensajes positivos y decisiones para crecer, recuerdos a los que podremos recurrir durante todo el año.

4. Nuestro cerebro se vuelve más activo

Con todos estos cambios ocurriendo, durante los momentos de estrés nuestro cerebro se vuelve más activo. Las células nerviosas de nuestro cerebro reciben más mensajes que lo normal y aumenta la actividad cerebral. En este estado somos capaces de procesar mucha más información que durante los momentos menos estresantes.

El período en que escuchamos el llamado del shofar es muy breve. Sin embargo, si se lo permitimos, puede estimularnos a pensar con mayor profundidad y a tomar decisiones que duren más que lo normal.

El judaísmo enseña que es posible tomar decisiones importantes y cambiar nuestra vida en un instante. La capacidad extra que tenemos durante este período hace que el cambio sea más accesible.

Cuando escuchamos los urgentes y potentes sonidos del shofar, nuestros cuerpos están perfectamente calibrados para reaccionar ante ellos, dándonos más energía y concentración; utilicemos esta dosis extra para analizar nuestras acciones pasadas y para decidir crecer en el año entrante.

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