Rodaja a rodaja: Rosh Hashaná, bajar de peso y el camino al cambio autentico

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La grandeza llega a través de los actos pequeños y difíciles que hacemos cada día

Como un oso, hurgo primero la heladera y luego el frízer. Las cosas buenas siempre están en el frízer. Voy a sacar una porción de torta/galleta/pastel de banana y cortarlo rodaja a rodaja, hasta que desaparezca.

De alguna manera, cortar cada vez una porción pequeña hace que parezca menos malo. Yo lo llamo “morir por mil cortes”.

Lamentablemente, la balanza me dice que las consecuencias son las mismas.

Ya conozco el tema de subir y bajar de peso. Como consejero de salud y después de haber bajado 45 kilos, sé lo difícil que es adelgazar y lo que implica mantenerse. Y cuán difícil es mantenerse.

De muchas formas, ocurre lo mismo con el matrimonio y con la educación de los hijos. Son muy pocos los que arruinan sus vidas y sus relaciones de un solo golpe. Vamos socavándolas, poco a poco. Nos decimos que esta pequeña mentirita piadosa o una palabra negativa en verdad no daña a nadie, hasta que comprendemos que cruzamos la línea y ya no sabemos cómo regresar.

Pero las cosas pueden cambiar para bien. La biografía Un tzadik en nuestros días, describe que Rav Arié Levine fue al kótel, miró hacia arriba y tomó en un instante la decisión de dedicar su vida a Dios. Al leer eso, me estremezco. La idea de que alguien pueda tener un punto de cambio absoluto, que pueda cruzar una línea y no volver a mirar hacia atrás, me apasiona. ¡Cómo me HUBIESE GUSTADO poder hacerlo!

Ahora, más de una década después, me seguiría encantando hacerlo, pero soy más escéptico respecto a mi capacidad de mantener esa decisión y realmente hacer que ese punto sea el momento de cambio en mi vida. Les digo a todos mis clientes que tener sobrepeso, no estar sano y no mostrar la mejor versión de uno mismo no es algo temporal que puede curarse de una vez y para siempre.

A pesar de que resulta muy frustrante, es en las decisiones de cada día donde tropezamos y caemos, y precisamos una fuerza hercúlea para volver a levantarnos. Pero tal como los pequeños errores que cometemos son los que eventualmente pueden convertirnos en las personas que no queremos ser, también lo opuesto es cierto. Podemos convertirnos en gigantes tomando pequeñas decisiones a lo largo del día. Todas ellas se van sumando y eventualmente transforman nuestra vida, y nos convertimos en la persona que deseamos ser.

Al crecer, yo pensaba que la fuerza de Rosh Hashaná era destilada en un instante en el cual se determinaba cómo sería todo mi año. Trataba de concentrar toda mi energía en ese momento (quizás era cuando se tocaba el shofar), cuando Dios me inscribiría en el Libro de la Vida y determinaría mi felicidad y mi crecimiento para ese año.

Pero no funciona de esa forma. Sí, es posible cambiar el curso de nuestras vidas en un instante, pero eso no es tan importante como lo que hacemos cada día para empujarnos en la dirección correcta. Rosh Hashaná no es sólo un minuto; es un compromiso a trabajar en cada momento del año.

Tenemos la responsabilidad de tomar las difíciles decisiones que crean la vida que queremos que Dios nos dé. Seguro, en Rosh Hashaná le suplicamos a Dios que nos de vida y un año repleto de buenas cosas. En Iom Kipur le suplicamos que nos perdone y nos permita comenzar de nuevo. Pero esta es sólo la Primera Etapa.

Dios nos da el potencial. Lo que realmente importa es lo que elegimos hacer con ese potencial.

Una vez me preguntaron si formaría parte de una nueva iniciativa de estudio en nuestra sinagoga local., Cuando respondí con mi respuesta estándar: “Si Dios quiere”, el Rabino que me había invitado de inmediato me dijo: “¡Sí, Dios quiere!” De repente comprendí que yo debía desearlo. Y para ver si realmente lo deseamos, debemos actuar. No efectuar grandiosas declaraciones que se disipan un instante después que terminamos de pronunciarlas, sino llevar a cabo actos pequeños y difíciles. Decirle hoy no a un pequeño pedazo de chocolate. Decirle sí a la oportunidad de elogiar a tu esposa o de abrazar a tus hijos.

¿Acaso eso va a cambiar mi vida? Sí, rodaja a rodaja.

En cierto grado, esperar ese momento en el que cambiaría mi vida, era esperar algo no realista y demasiado simplista. Una parte nuestra añora la grandeza y desea poder lograrla en un instante. Pero la grandeza nunca es fácil. Cambiar tu vida requiere toda una vida de trabajo consistente.

Yo no entendí el incidente en Un tzadik en nuestros días. Cuando Rav Levine tomó la elección de dedicar su vida a Dios, no fue algo que ocurrió automáticamente. Sus actos cotidianos de grandeza que llenan las páginas de su biografía, fueron los que hicieron posible que eso ocurriera.

También nosotros podemos hacerlo. Mientras nuestros pulmones pueden respirar, Dios lo desea. Sólo falta que nosotros lo deseemos. Paso a paso, decisión por decisión. De a una rodaja por vez. 

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