Redescubriendo la Revelación

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Mil años después de Shavuot, los judíos reafirmaron voluntariamente su compromiso con la Torá. ¿Por qué hay necesidad de dos aceptaciones?

La revelación de la Torá en el Monte Sinai es el fundamento de la fe sobre la cual todo el judaísmo descansa. Como destaca Maimónides ("Cimientos de la Torá" 8:1), la revelación no es simplemente una prueba de fe, sino la percepción de lo Divino en la forma más directa posible. Mientras otros milagros sirvieron para probar la existencia Divina, la revelación fue la experiencia de lo Divino mismo. Por un breve momento, las cortinas del ocultamiento se separaron, dejando entrar los rayos de lo Divino con todo su brillo.

Sin embargo, extrañamente, nuestros sabios nos cuentan que la experiencia de revelación en Sinai de alguna manera, no fue la máxima en aceptación del dominio de Dios. El Talmud (Shabat 82) nos dice que en Sinai "la montaña estaba suspendida sobre los judíos como un barril". Los judíos fueron forzados en la aceptación de la Torá.

No fue hasta el milagro de Purim, mil años después, que los judíos reafirmaron de buena gana su compromiso con la Torá. Parece extraño que los judíos hayan tenido que ser forzados a aceptar la Torá, luego de que presenciaron y experimentaron lo Divino en toda su gloria; parece aún más extraño que la descripción literal de estos eventos en la Torá no menciona esta tradición. Los pasajes que describen la entrega de la Torá no hacen ninguna mención a la imposición, a pesar de que antes del Purim original, los judíos estaban, en realidad, bajo amenaza de extinción, hasta que se arrepintieron y regresaron a Dios.

Buscando Llenar el Vacío

Uno se vuelve conciente de la existencia del sol de dos maneras. Uno puede contemplar al sol en su deslumbrante gloria, o uno puede ser encerrado en una habitación oscura en donde cada minuto de espera por un rayo de luz, hace que uno esté más conciente de la alegría de deleitarse en el sol. Similarmente una relación padre-hijo tiene su máximo esplendor con un caluroso abrazo en medio de un momento de alegría. De todas formas, este momento puede ser superado por los sentimientos de anhelo y añoranza que acompañan la prolongada ausencia de casa. Un hijo que no ha respondido a un cálido abrazo, ha encontrado la angustia de la ausencia terriblemente fuerte.

Este fenómeno es explicado en la discusión del Maharal acerca de la importancia de las Cuatro Preguntas en la Hagadá, y porque alguien que conduce su Seder de Pesaj en forma de monólogo, sin permitir un formato de preguntas y respuestas, no cumple con la obligación de relatar la historia del Éxodo en Pesaj. Él explica que cuando uno simplemente escucha una declaración, uno no la incorpora en su personalidad. Solamente está unido a la conciencia. Este no es el caso cuando uno recibe una respuesta a una pregunta. Porque, por haber planteado una pregunta, uno abre un vacío, y la respuesta lo llena, formando una entidad unificada con la persona, en vez de unirse superficialmente.

El comentario del Gaon de Vilna sobre el "Cantar de los Cantares" hace una observación similar. El placer que una persona obtiene de la comida está en directa proporción con su hambre. A una persona saciada pueden presentarle los platillos más sabrosos, y ella los rechazará con desinterés; pues si se forzara a comer, no lo podría hacer con facilidad.

El Sefas Emes (en la parashá de Vaietzei) también se refiere a este principio, al explicar porque nuestro patriarca Iaacov no recibió su sueño y profecía hasta después de haber dejado la ieshivá de Shem y Ever. Cuando un hombre está en una atmósfera de santidad, su sed por espiritualidad no es comparable con la sed que se acumula en una persona atravesando el desierto. El Sefas Emes basa esto en un Midrash: "Mi alma está sedienta por ti. ¿Dónde? En una inhóspita y árida tierra".

La Obligación a través de la Claridad

Similarmente, esta es la diferencia entre Shavuot y Purim – entre la festividad de recibir la Torá en Sinai y la festividad de su reafirmación en Shushan.

En primera instancia, el Pueblo Judío fue forzado a aceptar la Torá, pero no simplemente por una fuerza física. El impacto de la enormidad de la revelación fue tan inmenso, que fue comparado a una montaña suspendida sobre sus cabezas. La brillante luz de la revelación no dejó ningún espacio para dudas, y bajo esa circunstancia era imposible no aceptar la Torá.

En Purim, no obstante, no fue la amenaza misma a la vida la que inspiró al Pueblo Judío a su arrepentimiento y retorno a la pureza originaria. Más bien, el ocultamiento de Dios – el sentimiento de abandono – agitó poderosos anhelos hacia un encuentro con lo Divino como en Sinai.

Nuestros Sabios (Meguila 15b) nos dicen que cuando la Reina Ester iba a enfrentar al Rey Ajashverosh, ella lloró, "Mi Dios, mi Dios, ¿Por qué me has abandonado?". Hasta el día de hoy, el salmo designado para Purim (de acuerdo al Gaon de Vilna) es aquel en que este lamento aparece; y, como explican nuestros Sabios, el salmo se refiere a la hora más oscura de la noche. De esta manera, mientras Shavuot marca el conocimiento de Dios a través de la revelación, Purim celebra el conocimiento de Dios que sigue a una desesperada búsqueda en la oscuridad.

El Regalo y la Adquisición

La Torá misma consiste de estas dos partes. Una – la Ley Escrita – que es la "Torá de Dios", por así decir, nos fue entregada como una revelación. Así, como está escrito, permanecerá cerrada para nosotros. Debemos referirnos a la segunda parte de la Torá – la Ley Oral – también entregada en Sinai, para entender la palabra escrita. Esta incluye las interpretaciones y exposiciones Divinas, que son accesibles a la comprensión humana; e incluye las reglas de exégesis mediante las cuales Dios instruye al hombre sobre como profundizar más en la ley y le enseña como aplicarla a las circunstancias en desarrollo.

Nuestros sabios (Sanedrín 24a) describen el largo y tortuoso sistema de análisis de cada palabra y matiz de la Torá, grabadas en el Talmud Babilónico como "Tú me restableciste en la oscuridad", porque luchar con los pasajes del Talmud es como "forcejear en la oscuridad". La Torá Oral, por lo tanto, tiene propiedades especiales: introduce preguntas y lleva al estudiante a respuestas conclusivas, las cuales se integran a su personalidad. Los resultados son profundamente satisfactorios – tal como el resultado final del Seder de Pesaj, como lo describe el Maharal.

Así, ha sido destacado, la Mishná comienza con una pregunta: "¿Cuándo comienza uno a recitar el Shemá?" y concluye con la palabra "shalom" (armonía). Entender la Ley Oral no es cosa de absorber una afirmación. Es una respuesta derivada de una pregunta, y es por esto que la Ley Oral (y no la Ley Escrita) ha sido descrita como la parte humana de la Torá.

El mismo principio puede aplicarse para explicar la afirmación del Maharal de que mientras la Torá fue entregada en Shavuot, el "apegamiento a la Torá" (deveikus beTorá) fue el resultado de Purim. Ciertamente, la Torá puede ser entregada al pueblo – y así fue en Shavuot – pero solamente puede integrarse a la personalidad de uno, si uno la busca primero.

Una Revelación de Nuevo

La búsqueda es más profunda que la revelación, y sus hallazgos son más permanentes. ¿Qué necesidad hay entonces de una revelación? Para estar seguros, debemos referirnos a la respuesta del Kuzari, quien enseña que no todos en cualquier momento pueden alcanzar un nivel más alto de contacto con Dios a través de una búsqueda personal, ni Dios se revelará a cada generación. Así, la revelación original de Dios en Sinai le da a todas las generaciones posteriores – especialmente a aquellas que no son capaces de alcanzar las alturas espirituales por sí mismas – una tradición a la cual recurrir.

Hay aún otro pensamiento profundo involucrado, uno que concierne a nuestra discusión. El Talmud de Jerusalem (Pea 1:1) explica el versículo, "no es una cosa vacía de ti", que significa que si una persona considera alguna parte de la Torá "vacía" – sin significado – es "de ti". Esto implica, que la Torá no puede no tener sentido. Más bien, ese sentimiento de vacío en el estudiante es una indicación que en algún lugar dentro de sí, le está faltando la disposición para recibir esa parte de la Torá. Cuando una obra de arte no tiene sentido para un hombre ciego, o un concierto de música no es inspirador para una persona sorda, la falta es del espectador, no de la composición.

La revelación en Sinai creó una impresión indeleble en la personalidad judía, entregándonos, como pueblo, un punto de referencia para todas las búsquedas futuras por la verdad. Así, todas las almas individuales del Pueblo Judío tuvieron que estar en Sinai – incluso un prosélito tuvo que estar ahí (Shevuos 39a). Si no tuviésemos dentro de nosotros la memoria de Sinai, para conducirnos en nuestra exhaustiva búsqueda por el sentido y el entendimiento de la Torá, no podríamos perseverar en dominar la Torá; y no tendríamos éxito. Estaríamos "vacíos" de nosotros mismos.

Es por esta razón que (como nos dice el Talmud) una persona aprende la Torá completa cuando está en el vientre de su madre, incluso a pesar de que está destinado a olvidarla antes del nacimiento; pues si no hubiera aprendido Torá primero, no sería capaz de relacionarse con ella después.

Regreso a la Torá

Estudiar Torá, entonces, es siempre una especie de retorno. Esto está expresado en nuestros rezos diarios: "Regrésanos...a Tu Torá".

Por cierto, partes de la Tradición Oral – tales como la traducción al Arameo de la Torá por Onkelos – fueron olvidadas y luego redescubiertas (Meguilá 3a). El solo esfuerzo humano hubiera probado ser insuficiente para componer las traducciones, si no hubiera sido por la chispa de Sinai, enterrada muy profundo en el alma. Este esfuerzo creativo no era un descubrimiento inicial; era un retorno.

Hay otras instancias de memoria creativa. El Talmud (Menajos) relata que cuando Moisés vio a Rabi Akiva enseñando a sus discípulos, tuvo envidia del vasto conocimiento de Rabi Akiva. El Or HaJaim explica que, de seguro Moisés sabía toda la Ley Oral que Rabi Akiva había dominado; pero el nivel de logro de Rabi Akiva era tal, que él podía distinguir como la Ley Oral era derivada de la Ley Escrita.

Se ha dicho que en sus últimos años, el Gaon de Vilna estudió la Ley Escrita. Su comprensión enciclopédica de la Ley Oral era tal, que era capaz de deducir cual de la multitud de enseñanzas de la Ley Oral estaba implícita en la Ley Escrita. En el mismo estilo, hay reportes de que el Gaon dijo, "Hay tres niveles de comprensión: explicación simple (pshat), profundización (amikus), y de nuevo explicación simple (pshat). Hay, sin embargo, una diferencia infinita entre la explicación simple antes de la profundización y la explicación simple después de la profundización. La revelación que uno descubre luego de una "búsqueda" está a mundos de distancia de la revelación con la que uno comienza".

Un emisario enviado a fortalecer el judaísmo es una comunidad periférica, reportó luego a su rabino, que un judío alejado le había pedido que explicara su misión. Él respondió con una parábola: "En tiempos pasados, los escribas iban de pueblo en pueblo llenando `letras` que se habían borrado de las almas judías".

Luego de que el emisario le contó a su rabino esta parábola, el rabino movió su cabeza, "¡Que el cielo prohíba que se borre una letra de un alma judía! Es como un grabado que se llena de polvo: sopla el polvo y la letra original aparece".

Debemos pensar en nuestro servicio como circular, no lineal. Empezamos, de hecho, con una revelación. Pero aquello que no es ganado, no tiene permanencia. Debemos trabajar duro en nosotros mismos, hasta que redescubramos la revelación imbuida dentro de cada uno de nosotros. Porque cuando lleguemos a nuestra meta, no será un nuevo entendimiento lo que nos espera; sino que desenterraremos aquello que nos ha conducido implacablemente – la llama eterna de Sinai.

El presente texto es un extracto de "Time Pieces: Reflections on the Jewish Year".

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