Tablas para la Vida

10 min de lectura

Comparando las dos tablas: una contiene obligaciones hacia Dios, la otra contiene obligaciones hacia la gente.

La Torá contiene 613 mandamientos. Pero en el Monte Sinai – la única ocasión en la historia en que el Pueblo Judío en su totalidad tuvo un encuentro cara a cara con Dios – Dios eligió enfatizar 10.

Los primeros dos de los Diez Mandamientos fueron escuchados directamente de la boca de Dios, sin Moisés como intermediario, mientras que los otros ocho fueron escuchados a través de Moisés.

De acuerdo a muchos comentaristas, el primero no es realmente un mandamiento, sino que tiene la naturaleza de una afirmación introductoria a todos los mandamientos. Pero hay un común denominador especial que unifica estos 10, y los aparta de todos los demás; son los únicos mandamientos que aparecen en las "Tablas de la Ley".

La importancia de ser inscritos en las tablas es explicada por Moisés de la siguiente manera:

"Él (Dios) te dijo a ti su pacto que Él te ordenó cumplir, las 10 declaraciones, y las inscribió en dos tablas de piedra". (Deuteronomio 4:13)

Estas 10 declaraciones tienen un doble aspecto. Aparte de ser mandamientos por sí mismos, como el resto de los 613, ellos constituyen un pacto especial entre Dios e Israel. Nos referimos a ellos en la Hagadá de Pesaj como las "Dos Tablas del Pacto". Es el aspecto de pacto el que proponemos explorar en este ensayo.

El Pacto

Un pacto no es un lazo místico y espeluznante, sino simplemente un término elegante para un contrato. Todo contrato es un acuerdo negociado entre dos partes. En general, cuando se llega a tal acuerdo, se certifica y cada una de las partes recibe una copia notariada para que tengan un registro de sus derechos y obligaciones en el contrato. Al describir los Diez Mandamientos como un pacto, la Torá nos informa que las tablas representan una copia del acuerdo contractual entre Dios y el Pueblo Judío. Las tablas que recibimos en Sinai constituyen la copia notariada de Israel.

Pero esta parece ser una alarmante idea. ¿En qué sentido pueden mandamientos, que básicamente son órdenes emitidas por Dios, ser descritas como acuerdos negociados?

Para entender mejor el aspecto contractual de estos mandamientos, revisemos el proceso de negociaciones que llevó a su culminación.

La Oferta

Cuando Moisés subió al monte por primera vez, después de que el Pueblo Judío acampó a sus pies, Dios envió a Moisés de regreso a los judíos con el siguiente mensaje:

Ustedes han visto lo que hice a Egipto, y que los transporté en las alas de águilas y los traje a Mí. Y ahora, si Me obedecen y cumplen Mi pacto, ustedes serán para Mí el más amado tesoro de todos los pueblos, porque Mío es el mundo entero. Ustedes serán para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa (Éxodo 19:4-6).

Este discurso contiene la oferta de Dios.

Najmánides explica qué está siendo ofrecido: El mundo entero pertenece a Dios, pero Él puso a las otras naciones bajo las reglas de ángeles. Un "amado tesoro" es algo que uno nunca deja que escape de la vigilancia propia y cuidadosa. Dios ofreció al Pueblo Judío Su atención personal. Él por Sí mismo atenderá los asuntos del Pueblo Judío, en vez de entregarlos a la jurisdicción de ángeles como hace con otras naciones.

Pero esta oferta de jurisdicción Divina personal, contiene en realidad dos partes. Aparte de la promesa de cuidado en este mundo, también ofrece una entrada al mundo venidero. Porque un objeto preciado nunca pierde su valor, y permanece por siempre precioso. Alguien preciado para Dios, quien es eterno, se quedará con Dios para la eternidad. Si Israel acepta la oferta de Dios y se convierte en su objeto preciado, eso inmediatamente extiende el trato al dominio de lo eterno.

Estas dos ideas están contenidas en las dos frases "un reino de sacerdotes", una referencia a este mundo, y "una nación santa", que es una referencia al mundo venidero. Noten que la palabra "santo" en hebreo siempre implica separación de lo físico. Por lo tanto, una "nación santa" es una nación en un sentido no-físico, una nación de otro mundo.

La Aceptación

Moisés vino y convocó a los ancianos del pueblo, y puso frente a ellos todas estas palabras que Dios le había ordenado. Todo el pueblo respondió junto y dijo, "¡Todo lo que Dios ha dicho nosotros haremos!" (Éxodo 19:7-8).

Este versículo describe la aceptación del Pueblo Judío a la oferta de Dios.

Moisés presentó la proposición a los ancianos para que ellos circularan entre el pueblo, obtuvieran sus reacciones y deliberaran la respuesta, pero el pueblo se adelantó a este proceso de deliberación declarando entusiasta su aceptación inmediata y unánime con una sola voz.

Los judíos obviamente pensaron que esta era una excelente oferta. Ellos aceptaron inmediatamente sin deliberación previa. Pero debe haber fuertes condiciones implicadas.

De hecho las hay – las condiciones son los mandamientos mismos.

Para entrar al pacto debes aceptar los Diez Mandamientos. ¿Pero qué es tan difícil de estos mandamientos? Una lectura superficial no muestra nada controversial o difícil de cumplir.

La lógica nos dirige a una mirada más profunda de estos mandamientos para una respuesta.

Es inmediatamente aparente que están divididos en dos partes. Efectivamente la tradición judía enseña que hay dos tablas: 1) una correspondiente a las obligaciones hacia Dios, y 2) otra compuesta de las obligaciones hacia el prójimo. Pero si las examinamos más de cerca podemos ver que están relacionadas.

Refirámonos a las dos tablas, por el bien de la simplicidad, como la tabla de Dios y la tabla del Hombre, y veámoslas en pares.

Yo Soy Dios / No Matarás

El primer mandamiento en la tabla de Dios es la aceptación de Dios como nuestro gobernante. Él nos sacó de la esclavitud de Egipto para que podamos convertirnos en Sus sirvientes en vez de ser los sirvientes del Faraón. Paralelo a este mandamiento en la tabla del Hombre, encontramos el mandato en contra del asesinato. La implicancia es clara. El acto de asesinato representa una violación en espíritu del primer mandamiento en la tabla de Dios.

Quienquiera que derrame sangre de hombre, por el hombre será derramada su sangre; porque a la imagen de Dios Él hizo al hombre. (Génesis 9:6)

La prohibición en contra del asesinato está basada en el hecho de que el hombre es la imagen de Dios. Cuando tomas una vida humana estás destruyendo la imagen de Dios.

Y si un hombre comete un pecado cuya sentencia es la muerte, deberá morir y lo colgarás en la horca. No dejarás su cadáver durante la noche en la horca, sino que ciertamente lo sepultarás ese mismo día, ya que un colgado es un insulto a Dios... (Deuteronomio 21:22-23)

El Talmud (Sanedrín 46b) dice que asesinar a un ser humano es semejante a asesinar el hermano gemelo de Dios. No puede imaginarse una violación más grande del espíritu del primer mandamiento en la tabla de Dios.

 

El segundo mandamiento en la tabla de Dios es el mandato en contra de la idolatría. En la tabla del Hombre encontramos el mandato en contra del adulterio.

El mandato contra los ídolos es una prohibición acerca de obtener la gratificación de Dios contra Su voluntad, obteniéndola de segunda mano. El idólatra quiere obtener una porción de la gratificación Divina, pero no de acuerdo a la política de Dios. Como parte de la concesión del libre albedrío al hombre, Dios hace esto posible.

La institución del matrimonio, cuya santidad es violada por el pecado del adulterio, es el regalo de Dios en contra de la soledad. El símbolo humano del amor que extingue la soledad es la mujer. Dios explicó la creación de la mujer de la siguiente forma:

No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayudante correspondiente a él. (Génesis 2:18)

Dios hizo esto partiendo al ser humano en dos, curando así la existencial angustia de la soledad. Ambos el hombre y la mujer, comparten este regalo igualitariamente, pero ella es el símbolo de la curación Divina. En el esquema de Dios cada matrimonio es formado con la idea de que cada miembro de la pareja es el complemento del otro.

El adulterio es tomar este regalo Divino e ir en contra de la política y el deseo de Dios. Esta cura para la angustia humana estaba dirigida a un receptor diferente. De esta forma el adulterio es semejante a la idolatría.

No Jurarás en Vano / No Robarás

El tercer mandamiento en la tabla de Dios es la prohibición contra los falsos juramentos, que está en paralelo a la prohibición del robo en la tabla del Hombre.

Dios es la fuente de toda realidad. Sustituir la realidad que Dios estableció por una realidad falsa es una perversión del trabajo de Dios. El falso juramento es una afirmación de que Dios está asociado con una realidad que Él no pretendía.

Así como Dios es la fuente de toda realidad, Él es la fuente de toda gratificación. Algo destinado para Rubén no puede sustentar a Simón. Si Dios lo destinó a Rubén, la apropiación de Simón de eso es también una perversión de la verdadera realidad.

Si no fuera por el hecho de que la conexión de Dios con la realidad está oculta por la naturaleza para permitirle al hombre libre albedrío, nadie podría estirar su mano para tomar lo que le pertenece a otro. La mano se estiraría y el objeto robado desaparecería tan pronto como llegara a las manos equivocadas.

Cuiden el Shabat / No Darás Falso Testimonio

El cuarto mandamiento en la tabla de Dios es la observancia del Shabat. En su paralelo en la tabla del Hombre está la prohibición de dar falso testimonio.

La observancia del Shabat es un testimonio de la creación de Dios. Si Dios es el creador, Él es también la fuente de todo el poder creativo en el mundo. Todo lo que el hombre crea y consigue es en realidad una canalización del poder creativo de Dios. Si el mundo no estuviese diseñado para ocultar la presencia de Dios, para concederle al hombre libre albedrío, las leyes de Shabat serían una representación exacta de la creación. Sólo Dios crea; el hombre apenas disfruta de la gratificación del poder creativo de Dios.

La falta en la observancia del Shabat es un acto de falso testimonio. Este falso testimonio afirma que hay un mundo no creado, sin propósito y sin destino final.

Levantar falso testimonio contra el prójimo pone al prójimo en un mundo que no fue creado por la canalización del poder creativo de Dios. El falso testigo creó este universo alternativo en su testimonio. Por ende, la falta de observancia de Shabat y el levantamiento de falso testimonio son paralelos exactos.

Honra a Tus Padres / No Codiciarás

El último mandamiento en la tabla de Dios es respetar a nuestros padres. En paralelo a este mandamiento, en la tabla del hombre está la prohibición contra codiciar la mujer del vecino o cualquier cosa perteneciente a tu vecino.

En vez de comenzar con la tabla de Dios y luego pasar a la del hombre, tomemos el camino opuesto en este caso.

Ibn Ezra hace una provocativa pregunta sobre la prohibición de codiciar: ¿Cómo es posible ordenarle a una persona a no desear algo que es inherentemente deseable?

Podemos comprender fácilmente la prohibición de materializar deseos ilícitos en la vida real, pero estas prohibiciones con respecto a la materialización ya están mencionadas en las primeras cuatro prohibiciones de la tabla del Hombre. ¿Cómo podemos relacionarnos con esta prohibición contra el deseo mismo?

Ibn Ezra responde con una metáfora. Por las reglas de la naturaleza humana, el campesino codicia a la esposa de su compañero campesino y no a la hija del rey. Cuando ve a la princesa pasar en su carruaje, incluso si la encuentra hermosa, él no la codicia. Ella está más allá de su alcance. Cualquier pensamiento que pueda tener sobre ella son más que deseos realizables, puras fantasías.

Si una persona está correctamente orientada en el mundo, todo aquello que pertenece a otra persona está en la misma relación con él como la inalcanzable princesa al campesino. Dios le da a cada uno las cosas que necesita tener para conducir exitosamente sus vidas. No son las circunstancias las que determinan que tiene cada persona; sino que es determinado por decisiones Divinas, que están basadas en consideraciones racionales sobre que es beneficioso.

Si las cosas que yo deseo están dentro de mi alcance permitido, entonces tengo derecho a asumir que Dios las puso ahí a propósito, porque realmente las puedo usar para alcanzar las metas que Él puso para mí. Si no están dentro de mi alcance permitido, debo concluir que ellas no son buenas para que yo las tenga y mi única relación con ellas es el inofensivo mundo de fantasía de mi imaginación.

Codiciar cosas que pertenecen a otras personas es la señal de peligro más clara de que la vida está fuera de foco. En el mundo de acuerdo a los Diez Mandamientos, cada persona es única ante los ojos de Dios; cada persona es un socio en el pacto. Cada uno de estos socios vive en su propio mundo, rodeado de las cosas que él necesita específicamente para poner a prueba su compromiso hacia la relación de sociedad del pacto, y para ayudarlo a crecer en la totalidad de su potencial como socio de Dios.

El mundo no es una jungla en la que todos competimos por el mismo premio, que correctamente pertenece de acuerdo a la ley de la jungla al más rápido y capaz. En un mundo como ese, cualquier cosa que otro tenga, es una clara posibilidad para mí también, especialmente si me considero a mi mismo más adecuado. En el mundo de la jungla está permitido codiciar cualquier cosa sin importar lo que sea. Siempre y cuando vayas quitando las cosas de las manos de su dueño actual en formas que la sociedad no prohíbe, no estás haciendo nada malo. La persona que codicia está viviendo en el mundo equivocado.

Volviendo a la tabla de Dios, encontramos la misma idea expresada en el mandamiento de honrar a los padres. Este mandamiento no tiene nada que ver con el respeto y la gratitud convencionales. Para la mayoría de nosotros quienes hemos tenido la buena fortuna de ser criados en hogares normales y amorosos, los sentimientos de gratitud hacia nuestros padres son una parte inseparable de nuestra visión del mundo. No hay necesidad de reforzar la naturaleza humana a través de mandamientos. Pero el honor referido aquí es un tema totalmente diferente.

El honor es asignado en base a lo que consideras importante en la vida, no en base a la gratitud. Cada persona siente la atracción de los desafíos del mundo esperándonos ahí afuera. El atractivo de ideas nuevas y estilos de vida diferentes es una fuerza muy poderosa entre todos nosotros. Tendemos a tratar condescendientemente al mundo de nuestros padres, como si estuviera fuera de moda o fuera antiguo. Sentimos la necesidad de abrir nuestras alas y volar en nuevas direcciones.

Pero el mundo en que Dios nos puso es el mundo de nuestros padres. Tres compañeros unen fuerzas en la creación de una persona: Dios, el padre y la madre (Talmud, Nidá 31a). Dios no elige sus compañeros al azar. Si el seleccionó a estos compañeros en particular, Él quiere que el niño esté sometido a su mundo. Los valores transmitidos por nuestros padres crean el trasfondo de nuestra vida, seleccionado por Dios mismo. Los padres deben ser honrados, no meramente amados.

Codiciar lo que pertenece a otro y no honrar a nuestros padres tienen la misma fuente en común, la creencia de que uno está en el mundo equivocado.

En Conclusión

El tema predominante en las tablas es que es imposible separar nuestras interacciones con las otras personas de nuestras interacciones con Dios. En el mundo del pacto, donde Israel se convierte en un pueblo de sacerdotes y en una nación santa, la santidad de Dios se propaga para abarcar todos los aspectos de la vida. No hay escapatoria de Él.

El pacto no se trata de la obediencia a las órdenes de Dios, o la adopción de ciertas costumbres y prácticas. El pacto se trata de la voluntad de habitar un mundo común y compartido con Dios, donde cada aspecto y relación en la vida está influida por el hecho de que tiene lugar en Su abarcadora presencia. Para alguien que desea vivir en su propio espacio, el pacto es una carga intolerable.

Resulta que la oferta de Dios de hacernos un pueblo de sacerdotes y una nación santa es una espada de doble filo. Ya que también debemos estar dispuestos a convertirnos en un pueblo de sacerdotes y en una nación santa. Esto supone habitar un mundo donde es imposible trazar líneas distintivas entre las áreas designadas como sagradas, y aquellas que pueden ser consideradas seculares o comunes.

Nos convertimos en aquellos sacerdotes sagrados sólo al permitir que las dos tablas de la ley converjan en una sola estructura de pacto. Las condiciones relacionadas a la oferta de Dios son las cadenas que atan lo secular y lo sagrado para formar un sola y coherente vida.

 

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