Rut y el imperativo de la bondad

6 min de lectura

Un análisis profundo sobre el singular camino de Rut hacia el pueblo judío y cómo ella trajo la clave para la redención de la humanidad.

Rut viene de un linaje muy turbio. Su bisabuelo fue el enigmático Lot, quien viajó por la tierra de Canaán con Abraham, pero a último momento eligió alejarse de Abraham y establecerse en la infame Sodoma, una ciudad infestada de xenofobia donde sus ciudadanos literalmente torturaban a quienes hacían actos bondadosos. La meteórica elevación de Rut a la grandeza como la progenitora del Rey David y a través de él del Mashíaj, es un fuerte mensaje dentro del pensamiento judío. El hecho de que el Mashíaj pueda descender de alguien que viene de un lugar tan bajo es un increíble mensaje de esperanza y del poder que tiene el individuo de superar cualquier limitación.

El Midrash no trata de suavizar la información sobre estos ancestros tan poco atractivos. De hecho, allí se articula nuestra sorpresa respecto a que de un lugar tan bajo pueda surgir semejante grandeza: Dios proclama: “¡He encontrado a mi siervo, David!”. “¿Dónde lo he encontrado? ¡En Sodoma!” (Bereshit Rabá 50).

Es difícil de entenderlo. ¿Cómo pudo Lot elegir establecerse en un lugar que era la antítesis de Abraham?

En una increíble exposición de 400 páginas sobre el Libro de Rut llamado Rising Moon, Rav Moshé Miller demuestra cómo este enigma de por qué Lot abandonó a Abraham y se fue a Sodoma constituye la raíz de toda la saga mesiánica.

Mientras que Lot dejó a Abraham por Sodoma, Rut, una moabita, descendiente del hijo que nació de Lot y de su propia hija tras la apocalíptica destrucción de Sodoma, revirtió la trayectoria de Lot y regresó al pueblo judío. Ella regresó de Moav/Sodoma, llevando con ella la clave para la redención de la humanidad.

La costumbre en Sodoma

La máxima: “Lo mío es mío y lo tuyo es tuyo” suena como una filosofía de vida perfectamente razonable. Esta aspiradora es mía. Me alegra prestártela, pero por favor devuélvemela en buen estado, y cuando me prestes tu taladro yo haré lo mismo. Pero de acuerdo con al Mishná en Pirkei Avot (Ética de nuestros Padres), sorpresivamente algunas opiniones consideran a este enfoque como “el modus operandi de Sodoma”. ¿Cuál puede ser el problema con que haya límites claros entre mi propiedad y la tuya?

En la perspectiva de Sodoma, la bondad es lo más cruel que puedes hacer por otra persona, porque eso la vuelve necesitada y dependiente.

Si Abraham era famoso por su entrega ilimitada (puertas en las cuatro direcciones para que cualquiera que lo necesitara tuviera fácil acceso, recibir huéspedes incluso cuando estaba dolorido por una operación, rezar para salvar las vidas de personas malvadas), la mentalidad de Sodoma era exactamente la opuesta. En su perspectiva, la bondad era lo más cruel que puedes hacer por otra persona, porque eso la vuelve necesitada y dependiente. En una demostración de maestría digna de Ayn Ran, Sodoma creía que la beneficencia social debilitaba a las personas y las volvía dependientes y patéticas. En definitiva, desestimar la bondad y la tzedaká era en beneficio de la persona. Si sabes que nunca podrás pedirme prestada mi aspiradora (lo que es mío es mío y lo tuyo es tuyo), y no puedes depender de nadie más que de ti mismo, te verás obligado a ajustar tu cinturón y comprar tu propia aspiradora. ¿Y qué le da a la persona mayor alegría que tener fuerza e independencia?

¡Gracias, pero no gracias!

Rav Miller señala en Rising Moon que quizás Lot fue a Sodoma no pese a que era exactamente lo opuesto a Abraham y su jesed, su bondad, sino precisamente porque era exactamente lo opuesto del jesed. Quizás Lot sufría del síndrome de gracias-pero-no-gracias.

Porque pese a toda la belleza de derramar bondad a quienes te rodean, el jesed tiene un problema. No importa las buenas intenciones que tenga el dador, la persona que lo recibe siempre se siente un poco borrada. Existe una reacción instintiva de alejarse de quien te da, de afirmar tu independencia. “Gracias por pensar en mí, pero está bien. Me las puedo arreglar solo”. Para la mayoría de las personas, recibir induce a una reducción y sumisión.

Al estar bajo el brillo del sol de Abraham, Lot se sintió borrado, disminuido y marginalizado, por eso se fue al lugar más alejado de Abraham que pudo encontrar: Sodoma, cuyo lema era no dar nada. La autonomía y la independencia eran los reyes.

El dilema de Lot fue un microcosmos del dilema humano: ¿acaso recibir de otro me torna en una no entidad? ¿Gano o pierdo al entrar en una relación?

A veces hace falta una mujer

Es interesante que haya tenido que ser una mujer quien llevara el mensaje de independencia y autonomía de Sodoma de regreso al pueblo judío (porque sólo las mujeres moabitas tenían permitido casarse con judíos, pero no los hombres moabitas). Tenía que ser una mujer, caracterizada biológica y metafóricamente como una receptora, una mujer que en el Jardín del Edén fue creada dentro del contexto de una relación: “opuesta al hombre”, quien enseñara al mundo el regalo de la vulnerabilidad.

La independencia y la autonomía que Rut trajo de regreso desde Sodoma (en su forma más evolucionada) no era para ser utilizada para momentos a veces egoístas de “tiempo personal”, sino para permitir al individuo perfectamente autónomo y consciente de sí mismo abrirse a una relación. No porque ella no existiera, sino porque ella sí existía. Sólo una mujer podía enseñarle al mundo que quién tiene más poder y quién tiene menos es irrelevante en un mundo de verdadero jesed.

Las circunstancias arrojaron a Rut, una ex princesa, en una situación increíblemente humillante. Ella era una conversa en una tierra extraña, cuyos habitantes miraban con recelo a los moabitas en general y a ella en particular. Su único pariente era una viuda destituida; su manutención era recoger espigas en el campo de un extraño. Sin embargo parecía que Rut no reconocía esto, al parecer no captaba la patética cualidad de su situación.

Cuando Rut le preguntó a Naomí si podía ir a buscar granos, ella dejó claro que no estaba buscando alimento. Ella buscaba una relación. Ella iba a “buscar hallar favor en los ojos (de alguien)”. Buscar una relación es la máxima vulnerabilidad. Quizás incluso más que tener que suplicar alimento. Literalmente no tienes control sobre si al otro le agradas o no. Sin embargo Rut era suficientemente fuerte como para ser vulnerable.

El Midrash cuenta cómo ella buscó entre los campos, de un lado a otro hasta que encontró exactamente a la clase de persona que estaba buscando. La grandeza de Naomí la había atraído hacia el judaísmo, y también en este camino no aceptaría nada menos.

Entonces encontró a Boaz, el líder de la generación. Él es increíblemente bondadoso con ella y la lectura de Rav Miller del texto ofrece un fascinante subtexto a cada palabra de su conversación, revelando ideas increíbles. Sin embargo, al finalizar la conversación, Rut sigue siendo una mendiga, recogiendo espigas caídas.

A diferencia de Lot, Rut supo que el flujo de la entrega y la recepción no era jerárquica sino mutua.

Rut venía de Moav, cuyas raíces estaban en Sodoma, y ella nunca lo olvidó. Ella nunca perdió su independencia, su ser autónomo, incluso cuando se sintió atraída a la relación de amor que le ofrecía el judaísmo. A diferencia de Lot, Rut supo que el flujo de la entrega y la recepción no era jerárquica sino mutua. Cada dador necesita un receptor, de la misma manera que cada receptor necesita un dador. La relación (abrirte, ser vulnerable) en definitiva es expansiva y no te disminuye.

Nuestros Sabios, con su exquisita sensibilidad a los matices, señalan esto en las palabras que Rut utilizó para contarle a Naomí sobre sus actividades en el campo de Boaz ese día.

“La persona pobre hace más por el rico que lo que el rico hace por el pobre. Esto lo aprendemos de la declaración de Rut a Naomí: ‘El nombre del hombre con quien trabajé hoy [es Boaz]’. Rut no dijo: ‘El nombre del hombre que hizo algo por mí’, sino más bien ‘yo hice por él’, [como diciendo] ‘hice mucho por él, hice mucho bien por él, todo por un mero pedazo de pan’” (Rut Rabá, 5,9)

Lot se sintió disminuido, sintió que con sus regalos Abraham se impuso sobre él. Fue necesario que llegara una gran mujer, una con un gran sentido de sí misma, para enseñarle al mundo que el jesed es un canal de doble mano.

Aunque Rut se vio obligada por las circunstancias a casarse con Boaz, en ningún momento parece que ella sintiera que la obligaron a una situación comprometida. Todo el tiempo ella se permitió ser abierta y vulnerable. De hecho, Boaz le agradeció por eso: “Tu última bondad es mayor que la primera, en que no has acudido a hombres más jóvenes, ya sea ricos o pobres”.

Seguir adelante

Lot escapó por miedo a perderse a sí mismo. Rut, la mujer moabita, quien sabía que el antídoto para la vergüenza de recibir es la alegría y la satisfacción de una relación, regresó… vulnerable, pero sin miedo.

El mensaje es no rendirse, desaparecer ni borrarse a uno mismo. Ser un mártir no es estar en una relación, de la misma manera en que la acera no tiene una relación con la persona que camina sobre ella. Si podemos aprender la fuerza de la vulnerabilidad de Rut, si podemos aprender que la receptividad no nos vuelve débiles, esa relación en definitiva nos hará crecer y quizás podremos crear un mundo de verdadero jesed, donde la fortaleza puede convertirse en puentes.

El Libro de Rut comienza con una hambruna; el temor nos deja vacíos y hambrientos. La festividad de Shavuot, de la palabra hebrea sova, significa 'saciedad'. El amor y la relación, especialmente con Dios y Su Torá, nos inunda de abundancia, nos sacia y nos da plenitud.


Una versión de este artículo fue publicado en la revista Mishpajá.

EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.