¿Por qué comemos cheesecake?: la razón de los festejos de Shavuot

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¿Por qué un día tan espiritual debe incluir delicias físicas?

Shavuot nunca tuvo el potencial de marketing de otras festividades: no tiene matzá, no hay velas coloridas, no agitamos el lulav, no se toca el shofar ni se dan regalos. Como resultado, es la menos conocida de las festividades judías. No tiene nada para promocionarse a sí misma, ningún símbolo que capture la imaginación.

¿Cuál es la diferencia de Shavuot? ¿Por qué tiene tal escasez de rituales y simbolismos concretos? ¿Cuál es el significado de esta festividad aparentemente descuidada?

El Talmud (Pesajim 68b) registra un debate sobre la forma de celebrar las festividades principales: una manera física por medio de banquetes o una más espiritual, rezando y estudiando Torá. El Talmud agrega que en Shavuot, todos concuerdan que el banquete tiene que ser parte de la celebración, porque es el día en que fue entregada la Torá.

Pero, ¿por qué considera el Talmud que comer es la forma apropiada de celebrar Shavuot? ¿No es acaso una celebración del regalo espiritual más grande que recibió Israel: nuestra sagrada Torá? ¿No deberíamos tener una celebración “espiritual”, estudiando Torá o mejorando nuestra observancia de la misma? En cambio, ¡se nos dice que pasemos al menos medio día llenando nuestro estómago!

¿Por qué celebramos el regalo espiritual de la Torá llenando nuestro estómago?

Detrás de esta idea hay un principio muy importante. Podríamos entender la Torá de la forma siguiente: Dios quería darnos la oportunidad de ganar una recompensa en el Mundo Venidero, por lo que nos dio 613 órdenes difíciles de cumplir para que la obtengamos. Incomódate, limítate, frústrate en este mundo, para que puedas ganar un lugar en el próximo. La Torá es una larga lista de cosas para hacer, para no hacer y de imposiciones que nos dicen que le neguemos a nuestro corazón lo que desea. Pero vale la pena (supuestamente) porque, al sacrificar este mundo, al menos ganaremos una porción en el mundo venidero.

La festividad de Shavuot nos enseña que esa visión niega por completo el objetivo de la Torá.

Comemos y disfrutamos físicamente en Shavuot para demostrar que observar la Torá no nos ahoga de ninguna manera, ni espiritual, ni emocional ni física. Nos genera satisfacción. El objetivo de los mandamientos de la Torá no es reprimir nuestros deseos ni inhibir nuestros requerimientos internos, sino prestarles atención y utilizarlos de la forma más significativa y productiva posible. Los mandamientos son la receta perfecta de Dios para permitirle al hombre desarrollar su naturaleza de manera positiva y darle expresión a sus deseos internos.

En ocasiones, exteriormente podemos sentir que la Torá incluye negación, que nos fuerza a privarnos de placeres que nos encantaría disfrutar, o a esforzarnos cuando lo que nos gustaría es relajarnos. Ahora, si miramos realmente en lo profundo de nuestro ser, reconoceremos que jamás es así.

Seguro, parte de nosotros quiere olvidarse de la disciplina y las restricciones, pero eso no es lo que realmente queremos de la vida. Shavuot nos ayuda a conectarnos con nuestra esencia, con nuestro deseo de realización personal en lugar de distracciones fáciles y carentes de sentido. Sí, hace falta esforzarse, pero la grandeza siempre lo requiere. Esa es la forma en que realmente queremos vivir la vida, y la Torá de Dios nos muestra exactamente cómo lograrlo.

Es por eso que comer es tan importante en Shavuot. La Torá no es una imposición sobre nosotros, una forma de cambiar este mundo por el venidero. La Torá nos hace verdaderamente felices, también en este mundo. No hay sensación de aflicción ni negación, en ningún nivel. Entonces comemos y disfrutamos en este día maravilloso, un día de consumación en todo sentido posible.

En Shavuot nos celebramos a nosotros mismos.

Esto explica también por qué Shavuot no tiene ningún símbolo. En otras festividades celebramos una idea en particular. La matzá simboliza la libertad, la sucá protección, el shofar plegaria. Pero en Shavuot no celebramos ninguna idea en particular, sino que nos celebramos a nosotros mismos. Cuando recibimos la Torá, recibimos la herramienta que nos permite alcanzar logros y conectarnos con lo que queremos y anhelamos en lo más profundo de nuestro ser.

El Talmud (Pesajim 68b) registra que cada vez que el erudito Rav Shéshet terminaba de repasar lo estudiado, se decía a sí mismo jadai nafshai, ‘regocíjate mi alma’. La palabra aramea para regocijo, jad, también significa ‘uno’. El rabino no sólo estaba expresando su felicidad, sino también su unificación. La Torá le permitía conectarse consigo mismo, ser ‘uno’ con sus deseos más profundos y sentirse realmente saciado y realizado. Porque para el verdadero erudito en Torá, todo es armonía.

La Torá es un logro verdadero, sin mirar hacia atrás para ver lo que nos estamos perdiendo. “Nadie es libre salvo quien se ocupa del estudio de Torá” (Pirkei Avot 6:2). La Torá nos da todo. En Shavuot, no celebramos una idea única, ni siquiera celebramos la Torá. En Shavuot, nos celebramos a nosotros mismos.


Basado principalmente en ideas oídas de mi maestro, Rav Iojanán Zweig.

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