Una Gran Familia

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No se necesita una guerra para que un país se una y se sienta como una familia. Siempre está Sucot.

Para cuando me desperté, la nieve estaba apilada más alta que mi cabeza. Por la ventisca, las quitanieves de la ciudad de Baltimore no llegarían por unos días. Muy temprano en la mañana, mi padre comenzó a quitar la nieve de la calle solo.

En el curso de aquella mañana, todos nuestros vecinos salieron con sus palas. Ellos eran los padres de mis compañeros de tercer grado, los Levy, los Blumner, y los Hyman. También estaban los vecinos que yo nunca antes había visto, un hombre de pelo gris de la casa de atrás de los altos arbustos, una pareja de mediana edad de la casa con postigos azules, un hombre con un gorro de lana de la casa con el hermoso jardín.

Temprano en la tarde, la calle se despejó de nieve, la pareja de la casa con los postigos azules abrió sus puertas, y todos los vecinos de la Calle Arden celebraron el despeje de la nieve con un banquete de arroz con pollo y salsa.

Mientras mi niñez fue marcada por docenas de cenas de Días de Acción de Gracias, almuerzos de cumpleaños y seder de Pesaj, la excitación que sentía en aquellos eventos no podía ni siquiera compararse con la gloriosa sensación que todos nosotros compartimos aquel día.

Hoy, aún recuerdo el dulce sabor de ese pollo con salsa tan claramente como si todavía estuviera sosteniendo el tenedor y el cuchillo en mis manos. Recuerdo a los adultos conversando, las presentaciones atrasadas, y las risas.

Por toda mi vida, nunca olvidaré como se sintió ver la calle de mi niñez, cortinas cerradas, puertas con doble cerradura, y alarmas antirrobo transformarse en una gran familia.

Sucot: Abriendo las Puertas

Durante el año, la mayor parte de mi vida tiene lugar detrás de una puerta cerrada. En Sucot, todo cambia.

Cada año durante la fiesta de Sucot, siento algo similar a la alegría que sentí el día de la terrible y maravillosa ventisca.

Durante el año, la mayor parte de mi vida tiene lugar detrás de una puerta cerrada. Si quieren venir amigos, o invitados para Shabat, llaman primero para asegurarse que sea cómodo para nosotros.

En Sucot, todo cambia. Construimos nuestra sucá en la gran vereda de nuestra casa y tenemos grandes provisiones de nueces, galletas y bebidas para visitas inesperadas. Y en Sucot, cuando abrimos la cerradura y salimos por la puerta del frente, y nuestra familia se muda a la sucá por los siguientes ocho días, todos son invitados inesperados.

La mujer mayor de la puerta de al lado, que alimenta a los gatos callejeros, pasa a mostrarnos fotos de sus nietos, los niños del final de la cuadra vienen a jugar con Legos y a tomar bebida de naranja, la familia de Tel Aviv que nunca ha visto el interior de una sucá se rinden a la insistencia de mi esposo, y se nos unen para hacer un Lejaim.

En nuestra sucá, conocemos vecinos que nunca habíamos visto, vecinos que no hemos visto desde el último Sucot, y extraños que, para el momento en el que abandonan la sucá, se sentirán como viejos amigos.

Nuestra calle se convierte en una familia.

Abriendo Casas en Israel

En el año 2006, esta sensación de Sucot vino en julio. Cuando cientos de miles de familias del norte de Israel fueron forzadas a escaparse de sus hogares, decenas de miles de familias a lo largo del país abrieron sus casas para recibirlos.

Imagina invitar a una familia de cinco personas a mudarse a tu living por un mes. Eso es lo que israelíes a lo largo del país hicieron el verano del 2006.

Toma un momento e imagina invitar extraños a vivir en tu cuarto de invitados por un periodo indefinido de tiempo. Imagina invitar a una familia de cinco personas a mudarse a tu living por un mes. Imagina tener que cocinar para otra familia, lavar para otra familia y vivir con ella 24 horas al día 7 días a la semana durante las agitadas semanas de las vacaciones de verano.

Es difícil de imaginar. Pero es exactamente lo que hicieron los israelíes a lo largo del país el verano del 2006. Sin pensarlo dos veces. Porque cuando otro judío tiene necesidades, ¿qué elección tenemos?

Desde afuera de Israel la guerra daba mucho miedo. Desde adentro de Israel, cuando nuestros parientes solían mandarnos correos electrónicos preocupados, daba miedo pero en cierto nivel, era también hermoso.

En adición al stress, sentimos algo que no siempre tenemos el privilegio de sentir en este país que es tan comúnmente destrozado por las divisiones entre religiosos y seculares y derecha e izquierda. Sentimos a nuestro país convertido en una familia.

Sheva Jaya Servetter, una artista que se mudó de Estados Unidos a Israel hace 8 años, vive con su esposo y sus tres pequeños hijos en Tzfat. El primer día de la guerra, mientras caían los cohetes, su familia y 15 vecinos se juntaron en el pequeño cuarto fortificado de su departamento.

Los cohetes caían tan cerca de su casa que dos veces Sheva Jaya los escuchó sonar por el aire antes de caer varias casas más lejos.

Sheva Jaya y su esposo decidieron abandonar Tzfat aquella noche, pensando que sólo se iban por Shabat. Llenaron un bolso con ropa y pañales para dos días, y viajaron al sur. Mientras viajaban, veían tras ellos el cielo de la noche iluminado, mientras los cohetes continuaban cayendo.

Los Servetter no tienen familia en Israel, y pasaron el siguiente mes mudándose entre cuatro casas distintas en el área de Jerusalem. Estaban impresionados de ver como, a lo largo de sus idas y venidas, eran bienvenidos con los brazos abiertos por amigos y extraños por igual.

A todo lugar donde iban, las familias locales les cocinaban comidas, se ofrecían a cuidarles los niños, y los proveían con ropa, juguetes y pañales que necesitaban desesperadamente. Hubo campamentos de verano gratis para sus hijos, y preocupadas llamadas telefónicas de miembros comunitarios que querían asegurarse que se preocuparan de todas sus necesidades.

Sucot es una oportunidad para dejar nuestras casas y unirnos con otros judíos en canciones, comidas y alegría.

La situación no era fácil, pero para el momento en que volvieron a su casa en Tzfat al final de la guerra, su auto estaba más lleno que cuando se habían ido.

No necesitamos esperar a que haya tiempos difíciles, como ventiscas e inundaciones, ataques terroristas y guerras, para abrir nuestros corazones a las necesidades de otros. Sucot es una oportunidad para dejar nuestras casas – las paredes materiales que nos separan de aquellos a nuestro alrededor – y unirnos con otros judíos en canciones, comidas y alegría.

Este Sucot, invita algunos vecinos a tu casa – el anciano viudo en las primeras etapas de Alzheimer, la recientemente madre divorciada al final de la cuadra, o la joven pareja que se acaba de mudar a la casa de al lado que pasa cada viernes por la noche, religiosamente, en frente del reproductor de DVD.

Porque en Sucot, celebramos juntos como una gran familia.

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