La Gran “C”: Cáncer y Coincidencia

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Viviendo la coincidencia más bizarra y menos probable del mundo, yo estaba petrificada.

Yo era una típica niña judía no religiosa de 13 años en una escuela pública, o al menos eso pensaba.

Todas mis amigas se iban a cambiar de escuela al año siguiente para ir a una escuela judía, y yo, como cualquier niña, quería estar con mis amigas. Le rogué a mi madre que me dejara ir, pero resultó ser una batalla demasiado grande. De ninguna manera mi madre iba a pagar una matrícula tan alta en una escuela en la que ella sentía que yo no tenía "lugar". Yo estaba sumamente afectada, hasta que mi madre me contó las impactantes noticias que eran la verdadera causa de su negativa:

"¡No te voy a mandar a una escuela en donde la matrícula es tan alta cuando ni siquiera eres judía!".

¿Escuché bien?

"Sí, Jana, es cierto. De acuerdo a la ley judía, si tu madre no es judía tú tampoco lo eres. Por lo tanto, como yo no soy judía… bueno, ¡tú tampoco!”.

Esto era demasiado para una niña de 13 años. No sólo tenía que dejar de ir a la escuela con todas mis amigas, sino que de repente descubrí que ni siquiera era judía. En ese momento no sabía qué es lo que significaba el judaísmo y, la verdad, lo que más me afectaba era la idea de no poder pasar el tiempo con mis amigas.

Finalmente, fui a varias escuelas distintas y me las ingenié para aferrarme a mi título de "medio judía". Mucha gente estaba en mi misma situación, por lo que no me afectó mucho durante mi adolescencia.

La Broma del Cáncer

Unos años más tarde, mientras cursaba la escuela secundaría, se me ocurrió un plan que me permitiría zafar de un examen de escritura: conseguirá una nota del doctor que me excusara de rendirlo. A diferencia de otros intentos de evitar obligaciones escolares, esta vez tendría un plan bien diseñado.

"Hola, ¿qué es lo que te trae a la oficina del doctor hoy?", preguntó la enfermera en la sala de espera.

"¡Encontré una protuberancia!", mentí desesperadamente.

Me puse sumamente nerviosa. Había estado tan excitada sobre la posibilidad de zafar de mi examen, que olvidé por completo idear una historia convincente sobre por qué estaba visitando al doctor. Estrujé mi cerebro rápidamente buscando ideas, pero no encontré nada. Justo en ese momento, recordé el panfleto de salud de la mujer que había leído la otra noche. Era sobre el cáncer de pecho y cómo controlarse adecuadamente.

"¡Encontré una protuberancia!", mentí desesperadamente.

La enfermera me miró con cara de pánico.

"Debes ir a ver al doctor ahora mismo", dijo, empujándome por delante de la cola de personas que había en la sala de espera.

Esto es brillante, pensé. Le diré al doctor que anoche creí encontrar una protuberancia y que no me pude concentrar en estudiar para el examen por el miedo que esto me había provocado. Pero luego, por la mañana, había chequeado nuevamente y me había dado cuenta que ya no estaba. Había sido una falsa alarma, pero suficientemente traumática para haberme hecho perder toda una noche de estudio.

"¿En dónde encontraste la protuberancia?", me preguntó el doctor con una dura voz.

Comencé a ponerme tensa. "No, doctor, usted no entiende, fue sólo una falsa alarma. Ya no está. ¿Puedo obtener la nota para mi maestra?".

"Jana, debo chequearte para estar seguro".

"Bueno, aquí", dije señalando un lugar al azar en mi cuerpo…

"Jana, debes ir a la clínica a que te lo quiten inmediatamente, es muy grande".

¿Acaso él estaba bromeando?

Absolutamente consternada, le rogué al doctor que entendiera que sólo estaba tratando de engañarlo para obtener una nota para mi maestra y evitar tomar el examen. Pero él se mantenía firme diciendo que debía ir a que me lo sacaran inmediatamente.

Por un momento pensé que el doctor estaba siguiendo con mi mentira, tratando de hacerme aprender la lección. Pero me era muy difícil saber si estaba hablando en serio o no. Así, seguí insistiendo en que todo era una broma, y que él sólo tenía que olvidar el asunto y hacer como si nunca hubiera ocurrido. Pero su voz no tenía ni una pizca de humor; él estaba absolutamente serio y yo me había quedado sin palabras.

¿Qué probabilidades había de que el doctor encontrara una protuberancia exactamente en el lugar sobre el que mentí?

Yo estaba petrificada. ¿Cómo pasó todo esto? No tenía sentido, ¡era la coincidencia más bizarra e improbable que existía! ¿Qué probabilidades había de que el doctor encontrara una protuberancia exactamente en el lugar sobre el que mentí? Yo desconfiaba, pero no podía perder tiempo analizando la situación; era momento de hacer lo que me decían.

Fui enviada de inmediato a una clínica cercana que se especializaba en este tipo de cáncer. Descubrimos que el cáncer no había alcanzado a infectar mi sistema circulatorio y no se había propagado aún hacia el resto de mi cuerpo. ¡Lo encontré justo a tiempo! En ese mismo día me quitaron el tumor y había terminado con aquella dura experiencia, gracias a Dios, completamente libre de cáncer. Gracias a que lo encontré tan pronto, ni siquiera tuve que hacer quimioterapia u otros tratamientos.

La Vida como la Conocemos

Pasaron los meses y mi vida continuó como antes, lo cual suele ser el desafortunado resultado de las fantásticas historias de intervención Divina. Porque en realidad, ocurren para ayudarnos a crecer y a obtener claridad en nuestras vidas, pero a menudo sólo ocurren y nosotros seguimos de largo.

A pesar de no estar segura sobre su significado, sabía que había sido una experiencia impresionante, y que no podía permitirme a mi misma olvidar lo que había comprendido en aquel momento; tenía que haber algo mucho más grande que yo, algo que quizás estaba orquestando todos los eventos de mi vida de manera perfecta, algo con lo que me tenía que poner en sintonía.

En ese entonces no había nadie a mi alrededor que pudiera explicar las cosas de manera que tuvieran sentido. Pero luego, resulta que fui a Israel en un viaje de Birthright y, por casualidad, el coordinador de mi viaje resulto ser observante. Yo no había tenido mucha interacción con judíos religiosos y no sabía nada sobre su estilo de vida. Pero en el viaje, tuve muchas conversaciones interesantes con mi coordinador, y cuando volví a casa, estaba muy interesada en seguir averiguando sobre el judaísmo.

Mientras uno se sienta en la Sucá, debajo de las estrellas, siente la cariñosa protección de Dios.

Una amiga judía me puso en contacto con una sede de Aish HaTorá y comencé a estudiar. Estaba tan inspirada por la manera en que el judaísmo estimulaba mis preguntas. Finalmente, logré hacer que mi historia de intervención Divina tuviese un contexto significativo. Yo estaba más firme en mi creencia en Dios y tenía más confianza que nunca en que Él estaba orquestando los eventos de mi vida.

También confronté mi identidad "medio judía" y comencé lo que eventualmente sería mi proceso de conversión. Tomé las cosas de a una a la vez, y un par de años después, me convertí al judaísmo con todo el apoyo de mi familia y amigos. Me convertí en una participante activa de Aish HaTorá y eventualmente conocí a mi marido en un viaje a Israel.

A veces la vida puede parecer una gran coincidencia, pero cuando miras hacia atrás, puedes ver que hay algo mucho más grande que nosotros detrás de escena cuidándonos. Esa es una de las ideas principales que debemos comprender mientras estamos sentados en la Sucá, debajo de las estrellas, rodeados y protegidos por la Mano guía de Dios. Es un momento oportuno para aumentar nuestra sensibilidad y escuchar Sus mensajes. Porque después de todo, nada es coincidencia.

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