5 de Tishrei

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En 134 EC, el gran sabio talmúdico Rabí Akiva fue secuestrado por los romanos, y ejecutado cinco días después en Cesárea, Israel. Rabí Akiva había sido un pastor de 40 años que ni siquiera sabía leer el alef-bet. Un día pasó al lado de una piedra que había sido perforada por un constante goteo de agua. Sacó la conclusión de que si algo tan blando como el agua podía hacer un agujero en una sólida roca, cuanto más podía entonces la Torá –que es fuego– hacer una impresión indeleble en su corazón. Rabí Akiva se dedicó al estudio de la Torá, y llegó a convertirse en el sabio más grande de su generación, con más de 24.000 discípulos aprendiendo de él. Las autoridades romanas eventualmente lo arrestaron por enseñar Torá “ilegalmente”. Mientras estaba siendo torturado, Rabí Akiva se regocijó al cumplir con el mandamiento bíblico de “ama a Dios con toda tu vida”. Cuando moría, Rabí Akiva mencionó las palabras de Shemá Israel. Su abnegación por la Torá continúa inspirando a los judíos hasta hoy.

 

 

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